PREGONES

En este apartado se pueden ver los Pregones de Semana Santa, de los últimos años,pronunciados en la capilla de los Dolores de Grado.

En los años 2020 y 2021, no hubo Pregón por la pandemia del Covid.

XI Pregón de la Semana Santa de Grado 2023, pronunciado por
Dª Alicia Fuertes Tuya, Directora del Centro de Terapia Familiar
"Defamilia" de Oviedo.













PREGÓN SEMANA SANTA

COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE

VIERNES, 15 de marzo de 2024

            Señor Párroco de San Pedro de Grado, Hermano Mayor y demás miembros de la Junta de Gobierno, de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, señores cofrades, amigas y amigos.

             Es un honor para mí que la Cofradía me haya invitado a pronunciar el pregón de la Semana Santa del 2024.

            Ser “pregonera” para anunciar que va a dar comienzo la conmemoración de la Pasión Muerte y Resurrección de Jesús: Hermanos y hermanas si, vamos a celebrar  el misterio nuclear de nuestra fe, porque sólo desde la fe se entiende la Semana Santa. Sólo con fe se pueden vivir estos días intensamente santos y tan inundados por la presencia del Señor.

             Gracias, queridos cofrades por invitarme a compartir con vosotros mi fe en Jesús, y proclamar que nos amó , que fue leal en su amor hacia nosotros, hasta dar la vida como contemplamos ante el Cristo de la Buena Muerte, y que Resucitó y  nos acompaña en el camino de la vida.

             Desde la psicología sabemos que “somos seres relacionales”  que nos necesitamos mutuamente para nacer, crecer y para morir. No somos islas que nos conformemos con las relaciones virtuales. ¡Cuánto vale un abrazo, una palabra amable… una caricia! en los momentos de dolor, y cuanto vale un compartir nuestra fe.

 Nacemos como fruto de una relación y crecemos en las relaciones y en ellas damos respuesta a nuestras  necesidades de afecto, valoración, de sentirnos útiles y de encontrar un por qué para nuestra vida.

  • Somos seres con emociones, miedos e inseguridades y nos necesitamos mutuamente
  • Nacemos a través de un grito, que busca encontrar un apoyo, sin el cual nos perderíamos
  • Solo la respuesta del OTRO, de la madre, hace que el grito no caiga en el vacío… la respuesta hace posible la vida
  • Ese grito es una petición de amor,  busca el reconocimiento: “bien venido a la vida, te queremos”
  • La vida exige la presencia del otro como socorredor.

§  Somos frágiles y para nuestro crecimiento necesitamos ser “encontrados”, ser mirados con cariño por alguien para quien somos importantes

§   Nuestra esencia es ser seres relacionales, seres de encuentro. Nos debemos unos a otros el pan y la sal de la ternura para poder existir, vivir,  crecer y florecer.

§  Cuando nuestro mundo relacional se quiebra, entramos en crisis languidecemos, nos doblamos y nos cuesta vivir

§  El “encuentro” es una experiencia básica de la vida humana. El ser humano solo puede crecer, desarrollarse y madurar humanamente en un mundo de relaciones afectivas, en las que recibimos el afecto, el calor, la valoración el aprecio

               Hoy día nos preocupa el aumento de suicidios entre nuestra gente joven (Asturias: 341 casos ), ¿estará relacionado entre otros factores, con el “aislamiento” y la falta de “socorredores”?Sin la respuesta del otro la vida muere, se deshumaniza.

             Decía Rtzinguer cuando aún no había sido nombrado Papa

            “La vida, en su calidad de humana, sólo puede subsistir desde las relaciones y en las relaciones.

            Únicamente puede crecer, desarrollarse y madurar humanamente en un mundo de relaciones afectivas, en las que recibimos el afecto, el calor y la confianza que nos permite crecer y hacernos libres, y en las que percibimos sentimientos profundos y positivos hacia uno mismo”. Y ello nos permite aceptarnos.

             Nuestro Dios es un Dios que se relaciona, se comunica, sale al encuentro del ser humano por la Encarnación. Desde nuestra experiencia creyente podemos decir con Julián Marías: “El ser imagen de Dios radica en la capacidad amorosa (relacional) del ser humano”. Y con Parmanda Divarkar: “¡El absoluto es relación! Dios es Padre, Hijo, y Espíritu santo: único Dios pero tres personas, en razón de su relación, de su mutua  donación. Esto cambia completamente nuestra idea de lo que es la realidad...todo cuanto proviene de Dios, todo cuanto es real, es uno-en-la-relación. De donde se deduce lo que debe ser nuestra vida y donde radica la perfección: no en el aislamiento y la autosuficiencia, sino en la armonía y la mutua entrega”[1]

             En la fe cristiana: “Todo comenzó con un “encuentro”, todo comenzó con una “experiencia”.  Estas son las hermosas palabras del teólogo Schillebeeckx para mostrar el origen de la fe cristiana, el seguimiento de Jesús tal como se nos presenta en los evangelios. El encuentro con Jesús transformó a unos buenos hombres sencillos y trabajadores que se hicieron sus discípulos dejándolo todo para compartir su camino, su misión y convertirse en testigos y pregoneros de la salvación universal. Y así nació la Iglesia, también como encuentro o comunidad de quienes compartían entre sí la misma experiencia de salvación y la misión de anunciarla a todos los hombres.

            A nosotros nos ha llegado la fe en Jesús gracias a la experiencia de aquellos primeros discípulos y discípulas que se encontraron personalmente con Jesús y sus vidas fueron transformadas

Desde el punto de vista psicológico, la pregunta es: ¿Puede un encuentro o algunos encuentros marcar tanto a alguien que le lleven a ensanchar inesperadamente sus ideas a cerca de su vida, de lo que puede saber y hacer?, la respuesta es afirmativa. Todo el mundo comienza su vida marcado y troquelado por unas relaciones fundantes de la idea que va a tener de si y del mundo.

            Todos conocemos la importancia de la socialización primera; esa manera de estar y de relacionarse con el mundo, es algo que ocurre en la familia y en los grupos que la prolongan o hacen sus veces durante los primeros años de la vida. Se trata de un proceso correlacionado con el descubrimiento y elaboración de relaciones personales.

Los cambios en la manera de ver las cosas y de situarnos en la vida se producen por la posterior pertenencia o referencia a otros grupos de pertenencia, ahí es donde cambia nuestra manera de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos. Es en el mundo de las relaciones cuando estas son significativas, y los encuentros personales profundos y nuevos, donde vamos descubriendo nuevos horizontes y tomamos conciencia de nuevas dimensiones , a veces no conscientes .

Las aspiraciones de aquel grupo de judíos que siguieron a Jesús se vieron transformadas desde aquel encuentro con Jesús

            La convivencia con Jesús les llevó a nuevas maneras de entender a Dios y de relacionarse con los demás.

            Dios se manifiesta  mediante el “encuentro” llegando así a la necesidad mas profunda de nuestro ser en relación.

            El sale a nuestro encuentro y nos “busca” con ternura, no para juzgar o condenar sino para sanarnos y enseñarnos el camino que conduce a la vida. SantoTomás hablando del pecado afirma: “A Dios le duele que nos hagamos daño”

 

èEn nuestra vida creyente somos llamados a generar unas relaciones nuevas de proximidad, de justicia  y solidaridad, entre los seres humanos y con la creación

èEn un mundo hambriento de relación, la interrelación, la calidad y cantidad de nuestra capacidad para relacionarnos asume una importancia central.

 

            No es bueno para la salud VIVIR COMO ISLAS y nuestra cultura nos empuja a ello como nos dicen el reciente análisis de Cáritas:

            Vivimos en un contexto social caracterizado por el descuido, la desconexión y desvinculación. En primer lugar, se da una relación de descuido con uno mismo, confundiendo deseos con necesidades, también el descuido de las relaciones interpersonales, fruto del individualismo, que lleva a considerar las relaciones en clave de intercambio e interés y, en tercer lugar, el descuido de la naturaleza, comportándonos en ocasiones, como depredadores.

            Y el Papa Francisco en (LS 70)nos recuerda:cuando estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro

            Es necesario tomar conciencia de que todos tenemos necesidad de ser cuidados y capacidad de cuidar. En este contexto cobra especial importancia la cultura del cuidado como nos dice el Papa Francisco, para erradicar la indiferencia, el rechazo y la confrontación.  En Fratelli tutti nos indica que “hemos crecido en muchos aspectos, pero seguimos siendo analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestra sociedad... síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor” (FT 64)4.

            El cuidado significa acompañar allí donde la persona sufre. Entendemos por acompañamiento el establecimiento de un vínculo con la persona que implica estar al lado y caminar junto a ella.

            “Todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra” (EG 209). El rostro del otro, especialmente del vulnerable, se me impone y exige de mí una respuesta. Cuidar es estar ahí, que el otro perciba que yo estoy con él, reconociéndole persona y ser singular, en sus debilidades y sus posibilidades.

            La pandemia ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad y la interdependencia de las personas para salir adelante. Por eso estamos llamados a cuidarnos, a cuidar de los demás, y al cuidado de la familia humana, de la Tierra que es nuestra casa común, y a promover la cultura del encuentro.

            Contemplando al Cristo de la BUENA MUERTE, NOS BROTA LA GRATITUD Y LA ADMIRACIÓN porque Jesús el rostro de Dios hecho persona humana, pasó haciendo el bien, liberando de toda enfermedad y dolencia y de toda idea de Dios que pueda oprimir…. nos enseñó que lo que importa no es el “cumplimiento” de leyes y preceptos, sino el amor que ponemos en ello. Y que la “perfección” en Dios y en nosotros consiste en ser compasivos, salir de nuestros intereses para acercarnos al hermano dolorido

            Los Evangelios presentan la gran acción sanadora de Jesús, el que para sus conciudadanos era el “enviado de Dios” vino para darnos a entender lo que realmente quiere Dios para el ser humano: “que todos tengan vida y la tengan en abundancia, es decir sana y gratificante (Jn 10,10).

            A través de todos los relatos de sanación de los evangelios se ve de forma resaltada que la preocupación primera de Jesús es el sufrimiento de los más desgraciados: “me da compasión de ellos… llevan tres días sin comerandan como ovejas sin pastor… se compadece de la viuda que lleva a enterrar a su hijo y lo resucita. Le suplica el leproso… ¿quieres curarme?… Jesús, al ver el gesto del leproso, siente compasión/misericordia se le conmueven las entrañas, (en la Biblia Hebrea nos  aclara que son entrañas de madre)  y extiende su mano, expresión que en el lenguaje del (Antiguo Testamento) implica una manifestación poderosa de YHVH, y lo toca, diciéndole: "Quiero, queda limpio..." Él toca al leproso y se "adjudica" a sí mismo la lepra, cumpliendo lo dicho por (el Profeta Isaías): "Él llevó nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores".

…y  cura al ciego cuya vida cansina va sin sentido a la deriva y recupera la mirada sanadora de Jesús

            Parece más importante en la misión  de Jesús, aliviar el sufrimiento que denunciar los pecados de la gente. Nos expresa que estaremos lejos del reino de Dios si causamos sufrimiento o somos indiferentes al dolor de los demás. De esta forma nos muestra el rostro de Dios hecho de ternura y misericordia…y denuncia la opresión de los demás en nombre de Dios.

            Quiso enseñarnos que el Reino de Dios es gozar de la experiencia de saber que Dios es Padre que nos ama que nos quiere hermanos cuidando unos de otros y en especial de los más necesitados y que las prostitutas y los samaritanos descreídos nos adelantan porque viven la misericordia sin acepción de personas

            Su actitud sanadora se muestra en la acogida entrañable a cada persona enferma sea del pueblo de Israel, de los renegados samaritanos, de los extranjeros de Tiro y Sidón y hasta de los dominadores romanos como el siervo del centurión romano, le interesan más su salud que su religión, o el origen o situación moral en que se encuentren.. y así transmite con su acción la certeza de que Dios les ama, nos ama y además no tenemos que ser perfectos para ser queridos por Dios; por eso cura con su cercanía a todos

            Jesús vivió nuestras emociones, disfrutó de la amistad, de ver salir el sol cada día imagen de la Bondad de Dios  y también lloró ante la muerte de un amigo..  “Mirad como lo quería”.

            La muerte de los que amamos es para nosotros desgarradora y ante ella sentimos también temor, anticipando la nuestra…  y El como dice la carta a los Hebreos: “vino a liberar a los que por temor a la muerte vivían como esclavos…” El quiso pasar por lo que nosotros pasamos para liberarnos. Pasó por la muerte para bien de todos y con su resurrección hemos aprendido que la muerte no es el final de la vida, es el paso a una vida nueva… y la paz nos acompaña sabedores de un final feliz

            En Jesús Crucificado hemos aprendido  que el amor entrañable de nuestro Dios no se apaga con nuestros pecados sino que su  entrañable ternura y fidelidad  no se cansa de abrazarnos y sanarnos, porque a El “le duele que nos hagamos daño”.(Santo Tomás cuando habla del pecado) Sólo es necesario volver a El reconociéndonos frágiles y pecadores como el “hijo pródigo”, sin hundirnos en nuestros “autoanálisis”, y dejarnos abrazar por El

             Jesús en la parábola del  samaritano, nos explica lo que el Padre espera de nosotros: que nuestra gratitud a su amor entrañable la llevemos a nuestra vida siendo “instrumentos” de cuidado y curación en nuestro mundo de hoy y que nuestra gratitud se muestre ante el hermano caído, sin hacer distinciones, pongamos en practica la misericordia con los caídos del camino aunque no nos caigan bien… Benedicto XVI en su primera encíclica “Deus Caritas Es” nos dice que «en Dios y con Dios también amo a las personas que no me gustan o que ni siquiera conozco... Aprendo a mirar estas otras personas no sólo con mis ojos y con mis sentimientos, sino también desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo».

            Queremos ante el Cristo de la Buena Muerte, animarnos mutuamente hermanos y hermanas a poner la fuerza de nuestra respuesta al amor de Jesús en que nos importe mucho el hermano caído y roto por el peso de la vida: paro, adiciones, rupturas de relaciones, ancianos que mueren solos…

            Lo que nos queda es llevarlo a la práctica. Y ¡cuánta necesidad tenemos de esa práctica! porque en psicología sabemos que lo que cambia nuestra vida no son los “buenos deseos”, sino el hacer, el llevarlos a la práctica.

            Tal vez podamos comenzar con un cambio en nuestra inclinación a juzgar al otro, sí, sobre todo al otro, algo que abunda en nosotros, mientras que el auto-juicio sincero escasea, y solo reconociendo que necesitamos perdón, seremos capaces de perdonar.

            Que el Señor nos conceda un conocimiento sincero, de nosotros mismos, sin  engañarnos para vernos mejores que “otros” e ir de “buenos”.Tenemos gran facilidad para el autoengaño. Por eso que nuestra oración sincera sea: “Dios compasivo ayúdame a conocerme y no me dejes caer en la tentación de juzgar y minusvalorar a los demás”

             Ante el Cristo de la Buena Muerte pensamos también en nuestra muerte y recordamos a los familiares y amigos que se nos han ido… recuerdo a un gran amigo, Catedrático de Bioquímica,que respondiendoa las preguntas de miembros de su Parroquia, sobre lo que era para él la próxima muerte ya cercana (Cáncer de colon con metástasis en hígado), recordaba a Miguel de Unamuno, en su Cristo de Velázquez: "Sin ti Jesús, nacemos solamente para morir; contigo morimos para nacer, y así nos engendraste porque en Cristo y con Cristo ya no somos víctimas de un destino fatal.

            Este amigo me compartió desde la cercanía y la amistad que nos unía, lo que estaba viviendo y me escribía:“Siempre he estado bien de ánimo, sereno y confiado. Vivo con confianza este periodo de mi vida, sintiéndome en las manos de Dios, como siempre,  pero ahora con más profundidad” (Manolo López)

            Que importante acompañar a nuestros hermanos en estos momentos de cercanía a la muerte y humanizar el proceso de morir acercándonos al enfermo, conscientes del miedo que nos puede provocar, pero brindando nuestra cercanía y nuestra fe en ese momento. Acompañar no solo para el cuidado farmacológico que le evite el dolor sino también para cuidar su necesidad transcendente. Creo que los cuidados paliativos han de incluir esta dimensión transcendente como una “necesidad humana” fundamental. Todo ser humano más allá de si es practicante o no, en el momento de la cercanía de la muerte pasa por tres fases, como nos dice el gran especialista en estos temas: Enric Benito oncólogo y médico de cuidados paliativos, que señala los distintos estadios por los que pasa la persona que sabe cercana su muerte:

Las etapas por las que va a pasar son:

 |  CAOS, etapa muda, de enclaustramiento o de lucha personal  para aceptar lo inesperado

|  ACEPTACION, etapa expresiva o de transición: conlleva aceptación de lo vivido: perdonarse y perdonar. Conexión con quienes te quieren: necesidad de ternura y afecto

|  TRASCENDENCIA, maduración y apertura al Misterio de una presencia que nos acoge:entrega a lo pertenecido: confianza

 ¿Cómo acompañar al enfermo en ese final?

 |  Acogida, hospitalidad hacia quien viene roto y cansado y lleno de miedo, Necesita que alguien le acoja, le acompañe, le lleve de la mano en su noche, y le de seguridad 

|  Darle confianza, seguridad sentida porque tú estás  conectado con el Amor, que nos habita a ambos y  que le acoge a él en este momento

|  Presencia aceptación incondicional. A veces no es necesario hablar pero si estar “presente” de corazón

|  Compasión:  que es “empatía en acción”, para lo que necesite

|  No huir por miedo a sus preguntas

|  Quien acompaña tiene que estar interiormente conectado con esa Presencia profunda que nos habita y se cultiva en la oración

 Para acompañar el dolor de otros

 Enric Benito, en “Humanizar el proceso de morir” nos dice:

Quien tiene que afrontar el sufrimiento existencial de sus semejantes necesita trabajar su propia dimensión trascendente para poder comprender y acompañar a quienes sufren”.

Ello supone:

|  Estar consciente de las propias emociones y de su yo profundo, con  la experiencia de ser HABITADO

|  Siempre con el respeto profundo hacia la otra persona en quien hay una presencia que le transciende aunque no sea consciente de ello

|  Es importante no ver el sufrimiento solo como problema médico, darnos cuenta de la persona que lo está sufriendo

|  Contemplar el sufrimiento como misterio, como condición existencial, consecuencia de nuestro ser humanos

             Que la contemplación del Cristo de la Buena Muerte nos empuje ante tanta muerte  tristeza y depresión que nos rodea, a  prepararnos para acompañar a nuestros hermanos en esos momentos tan importantes, pues si necesitamos de los demás para nacer también necesitamos cuidar unos de otros en la vida y ser acompañados en el tránsito del morir consciente de que en cada hombre o mujer que pasa a mi lado hay algo de mí: un hermano que sufre, pues todos estamos interconectados en lo profundo por el mismo Dios Padre que nos habita a todos

                       Cuando miramos el rostro del Cristo de la Buena    Muerte encontramos  serenidad y paz, confianza y abandono

·         Todo el MAL cayó sobre El y en medio de tanta injusticia y maldad, muere disculpando que es más que perdonar: Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen…

·         Muere soportando lucha y  oscuridad: Dios mío ¿porqué me has abandonado? cuantas veces cuando las cosas se nos ponen difíciles echamos la culpa a Dios o pensamos que nos ha abandonado… miremos a Jesús que pasó por lo que nosotros pasamos… y siguió confiando en la bondad de Dios Padre

·         Por eso muere confiando su vida, su espíritu en las manos del Padre: Padre en tus manos pongo mi espíritu, mi vida

·         Por eso su rostro está sereno, sabe bien de quien se ha fiado… y nosotros sabemos que el Padre le Resucitará

·         Tiene también la serenidad y la Paz de quien se sabe que ha cumplido su tarea: mostrar el rostro entrañable  del Padre, no devolviendo mal por mal…sino que amó hasta el final

·         Ante la muerte de Jesús, miremos a María dolorida pero de pie, matan a su hijo, al justo al que pasó haciendo el bien… y a nosotros la negrura de la desesperanza nos invade parece que el mal es tan poderoso y Dios ten frágil que no se defiende… pero no lo dudemos  apoyados en María abrámonos como ella a la esperanza: el amor triunfa sobre el mal…

             Ante el Jesús de la Buena Muerte, aprendemos a confiar:

Dios me ama incondicionalmente, tal como soy. No tengo que ganarme su amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que cambiar ni ser mejor para ser amada por él. Más bien, sabiendo que me ama así, puedo cambiar, crecer y ser buena y aprender  a amar

            Dios solo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla más digna y humana para todos. Que sea sensible al amor.

            Hay algo que no he de olvidar. Nunca estaré sola. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en Dios. Él será siempre esa presencia comprensiva que necesito, esa mano fuerte que me sostendrá en la debilidad, esa luz que me guiará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar diciendo «sí» a la vida. Un día, cuando termine mi peregrinación por este mundo, conoceré junto a Dios la paz y el descanso, descubriré que en el borde del misterio donde parece que se acaba la vida nos ponemos en contacto con el AMOR que siempre nos sostuvo y nos unió en lo profundo a todos y que ahora nos acoge en su regazo materno

Y con José Luis Martin Descalzo diremos:

Morir se acaba

«Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir, en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura».

 

Si, morir  hermanos, es descansar de todos nuestros afanes y sufrimientos, descansar en Dios en su regazo materno

           

            Hermanos que en la Vigilia Pascual,  proclamemos juntos: ¡¡¡Jesús ha Resucitado!!!: El amor ha triunfado sobre el mal de este mundo. y escuchemos de labios de Jesús:¡PAZ A VOSOTROS! ¡ALEGRAOS!

 



[1] C. ALEMANY, J.A.GARCIA-MONGE. Psicología y Ejercicios Ignacianos, vol. 1,p.33-34




X Pregón de la Semana Santa de Grado 2023, pronunciado por Dº Pablo Álvarez Álvarez.
Periodista de La Nueva España y Escritor.











Pregón de Semana Santa – Grao

24 de marzo de 2023 – Pablo Álvarez Álvarez


 

1.      Autoridades, señor párroco de San Pedro de Grao, Hermano Mayor y demás miembros de la Junta de Gobierno del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, señores cofrades, amigas y amigos.

 

2.      Estar hoy aquí, en Grao, en esta maravillosa Capilla de los Dolores, representa para mí un privilegio enorme e inmerecido. Os lo agradezco de corazón y os confieso que me presta por la vida. Me abruma un poco la nómina de pregoneros anteriores. Soy periodista y a algunos de ellos los he conocido como entrevistados, por los méritos que han ido acumulando. Tengo esa mala conciencia de pensar que mi presencia baja el nivel. Pero debo ser sincero: a estas alturas, todo eso ya me da igual. El error de quienes me han elegido ya no tiene remedio. Confío en que no os cueste el puesto.

 

3.      Mi primer recuerdo consciente de Grao se remonta a cuando tenía 14 o 15 años. Vine a jugar al fútbol con el Llanera Infantil. Creo recordar que perdimos contra el potente Mosconia. Y no sería extraño que yo hubiera influido en la derrota. Me encantaba el fútbol, al que consagré muchas horas de mi infancia. Me sabía de memoria los cromos de las colecciones de la liga. Reconocía a los futbolistas aunque me taparan la mitad superior (superior, la cara) de sus fotografías. En mi faceta práctica del fútbol, empecé aquella temporada como capitán del equipo y la concluí como suplente indiscutible. Si mi club llega entonces a tener psicólogo, seguramente me habría tratado por crisis de ansiedad. Pero como no había psicólogo ni yo sabía lo que era la ansiedad, y mis padres tenían otras preocupaciones bastante más acuciantes (por ejemplo, la inestabilidad laboral de mi padre), superé el trauma bastante bien y me dediqué a otra cosa.Lo malo fue que esa otra cosa, la electrónica, se me daba igual o peor. Menos mal que llegó a mi vida el periodismo: tampoco he llegado muy lejos, pero es una profesión que desde hace justamente tres décadas me hace muy feliz.

 

4.      Grao me gusta como villa: su mercado, su vitalidad, sus turboglorietas, su historia, su patrimonio… La belleza del santuario de la Virgen del Fresno es asunto serio. Dado que soy un llambión empedernido, me encanta la calidad de los dulces que hacen en Grao. Mi nutricionista de cabecera, moscona ella, sabrá ayudarme a compensar estos excesos.

 

5.      Con Grao me unen vínculos personales poderosos. Personas a las que aprecio mucho. Ellas me animaron a disfrutar del renacimiento de vuestra Semana Santa de la mano de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Una institución como ésta no sólo da realce a una tradición. No solo hace pedagogía de unas creencias. Además de todo eso, genera comunidad, potencia la identidad de un pueblo, fomenta el sentido de pertenencia, promueve la colaboración de niños, jóvenes y mayores en un proyecto común…

 

6.      En estos años, también he conocido otros eventos menos píos, pero muy ilustrativos de lo que Grao es y alienta. Me refiero, por ejemplo, a la rifa del gochuasturcelta. Si algo está claro es que en esta tierra sabéis elegir lo mejor…

 

7.      Este es el segundo pregón que pronuncio en mi vida. El primero tuvo lugar en 2009, en las fiestas de mi concejo, Llanera: la celebración de los Exconxuraos. Allí, en esa cena medieval de dos mil comensales, amenizada por un espectáculo de caballeros y caballos… allí me gustaría veros en el primer fin de semana de julio. Os animo a apuntaros.

 

8.      Hace cuarenta años que leo el Evangelio todos los días: solo unos minutos que sirven de inspiración para toda la jornada. Sabéis, como yo, que la vida y la predicación de Jesús de Nazaret son el mejor libro de instrucciones para aprovechar una vida. El Evangelio lleva siglos inspirando incluso a no creyentes, que alcanzan cotas de virtud que tantas veces sirven de ejemplo de vida para los que creemos. Creemos en Dios, pero no por eso nos sentimos mejores que nadie. Ni peores.

 

9.      Comparto con vosotros una cosa curiosa que vengo observando: hay gente que se ha pasado muchos años tratando de borrar las huellas del Evangelio en la sociedad, en la vida pública. Pensaban que eso nos haría más libres, más autónomos, más cerebrales, mejores ciudadanos… Pues resulta que ahora están profundamente arrepentidos. Son personas honestas y han descubierto que se les fue la mano, que contribuyeron a demoler algo que no era perfecto, que tenía defectos, pero que mirado globalmente sí era valioso y favorecía el equilibrio de las personas y la convivencia en sociedad.

 

10.  Y esas mismas personas, que son perspicaces, están viendo que la sociedad actual, con todas sus facetas positivas, innegables, se ha vuelto una sociedad desnortada, consumista, nihilista, hedonista, muy flojita, despiadada con el más débil, inerme ante la adversidad, sentimentaloide, refalfiada de tanto bienestar material…

 

11.  Este pórtico de la Semana Santa, en el que nos encontramos, es un buen momento para reflexionar con sosiego: la pérdida del sentido religioso de una sociedad pasa factura, y una factura no pequeña. Es eso que dice la gente cada vez más a menudo: “Ahora no hay valores…”. En realidad, sí los hay; hay mucha gente muy buena, muy inteligente, muy generosa… pero tenemos problemas serios.

 

12.  ¿Qué es lo más duro del momento actual? Yo me lo he preguntado y he llegado a esta conclusión. Lo peor del mundo actual son las pandemias. Pero no la pandemia de covid, que ha causado muchos estragos pero hemos conseguido dominarla en buena medida.

 

13.  Lo peor, peor, a mi juicio, son dos pandemias que no cesan: la pandemia de soledad de tantas personas, jóvenes y mayores, que no tienen nadie que les quiera ni les haga caso. Por eso, muchos se refugian en las mascotas, en las redes sociales o en otras alternativas aún más dañinas. Y algunos en nada de eso, y sufren el desamparo en cada minuto de su vida.

 

14.  Y luego esa otra pandemia dramática, que está dañando gravemente a las nuevas generaciones. ¿A qué me refiero? Os invito a un minuto de reflexión: estamos en un mundo muy cambiante, que cada día ofrece novedades alucinantesque borran las huellas de lo anterior. Sin embargo, los que mejor están llevando estos cambios tan acelerados son la gente mayor, que los observan con desconcierto, pero saben preservar algunas facetas importantes de la vida que les confieren estabilidad y equilibrio.

 

15.  Y, contra todo pronóstico, los que peor están llevando tanta novedad y tanto cambio son los niños y los jóvenes, con unas tasas dramáticas de trastornos emocionales y patología mental.

 

16.  ¿Qué sociedad estamos creando? Es cierto que las familias tienen mucho que decir en la educación de sus hijos. Pero los demás, los que ahora mismo no estamos educando hijos, también tenemos la responsabilidad de ayudar a esos padres con nuestro comportamiento cotidiano, con nuestra ética privada y pública. Ya conocéis el famoso proverbio africano: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”.

 

17.  Hecho este rodeo, vuelvo a lo nuestro, a la Semana Santa. ¿Es la Semana Santa una antigualla inútil, cosa de nostálgicos? ¿O, por el contrario, encierra enseñanzas tan aplicables hoy como el primer día? La Semana Santa es fe, pero es también pedagogía pura. Aun despojado de su dimensión religiosa, el relato de la Semana Santa encierra unas enseñanzas muy necesarias para la sociedad de todos los tiempos: el éxito, el fracaso, la frustración, la traición, la avaricia, la muerte, el amor, la esperanza contra toda esperanza…

 

18.  Resulta urgente explicar a los más jóvenes el contenido de la Semana Santa. Privarles de esta enseñanza, o privarles del sentido cristiano de la muerte, o suponer que no pueden soportar el funeral del abuelito o la abuelita, porque a lo mejor se traumatizan… o llenar los colegios e institutos de calabazas en vez de explicarles el sentido de acudir a un cementerio… Todo eso aboca a las nuevas generaciones a una vida hueca y superficial que nadie debería desear para sus jóvenes.

 

19.  Soy periodista. Desde hace treinta años, me dedico a publicar noticias, entrevistas y reportajes. Me dedico a contar lo que sucede para que la sociedad disponga de más elementos de juicio en sus tomas de decisiones. Pero soy también un fan de las redes sociales. Entré en ellas tarde y casi por obligación, pero me gustan mucho. Las empleo para difundir las noticias que publico, para dialogar con gente conocida y desconocida, para compartir aficiones, para echar risas.

 

20.  A través de las redes sociales, me siento acompañado por otras personas. Confieso que he hecho amigos a través de estos cauces. Y, sin embargo, sostengo tres cosas:

 

21.  Que las sobredosis de redes sociales son negativas; que no debemos emplearlas como herramienta de aislamiento de nuestras familias y de nuestro entorno; y que hay que ponerles coto de alguna manera, sobre todo a la población más joven, a la que están volviendo tarumba. Las redes sociales son divertidas, pero no son un juego.

 

22.  Disfruto con las redes sociales. Pero sé que constituyen un caldo de cultivo ideal para la propagación de noticias falsas. Para eso quellaman “fakenews” y que todos hemos conocido mejor y sufrido a raíz de la pandemia de covid-19. Y ya que estamos en un pregón de Semana Santa, celebración cumbre de la fe cristiana, vamos a analizar algunas fakenews, noticias falsas, que se refieren al cristianismo. Ya advierto de antemano que todo esto son opiniones mías, que no representan a nadie más, que pueden estar perfectamente equivocadas.

 

23. Primera noticia falsa sobre el cristianismo: Ser cristiano significa atenerse a un código moral represivo.

Inexacto. El cristiano, como cualquier ser humano, está obligado a respetar una serie de preceptos morales y éticos. Pero el cristianismo no es un conjunto de normas morales y de prohibiciones. Es, ante todo, un estilo de vida y un compromiso de amor. Buscamos estar muy cerca de un Dios al que vemos como un padre bueno, insuperablemente amoroso, que vela por el mundo y por todos los seres que lo habitan. Como consecuencia, tenemos un compromiso de amor hacia todos los hombres y mujeres que nos rodean, empezando por los más desamparados. Que en esto fallemos más que una escopeta de feria es otra cosa. Nuestro referente fundamental es el Jesús que, tal y como celebramos cada Semana Santa, da su vida en la cruz por amor a cada uno (no a todos en bloque) para librarnos del pecado. Y librarnos del pecado es... la leche. Significa alejarnos de lo peor que cada unolleva dentro, que siempre suele estar relacionado con el egoísmo.Coge todos los pecados del mundo, mételos en un recipiente, extráeles el egoísmo, y verás que se quedan en casi nada.

 

24. Segunda noticia falsa: Ser cristiano reprime la alegría de vivir.

Muy equivocado. Habrá caracteres para todos los gustos, pero el cristianismo es una religión de alegría, de convivencia armoniosa con las personas, de admiración hacia la naturaleza. En Asturias, “paraíso natural”, podemos disfrutar de unos paisajes que no han sido obra de ningún arquitecto ni paisajista ni ingeniero conocidos.Pensemos, por ejemplo, en ese enclave mágicollamado Covadonga… Si reuniéramos a los diez mejores paisajistas y arquitectos del mundo, no lograrían superarlo. Por eso, al ver el mundo, uno se siente fascinado, feliz de formar parte de esa sinfonía de armonía, belleza y misterio. El cristiano se alegra con los que están felices, no les tiene envidia. Y llora con los que sufren, y trata de consolarlos. El cristiano está feliz porque, sabiéndose bastante desastre, mira al Cielo y ve a su padre Dios que le alienta y le sonríe; que no le impone un tocho de obligaciones, sino que le anima a levantarse cada vez que se equivoca y se cae; que le anima, sobre todo, a olvidarse de sí mismo y a darse sin medida a los demás.

 

25.  Tercera noticia falsa: Ser cristiano te aleja del mundo.

Atención, atención. He aquí una distinción sutil. Sí y no. Ser cristiano te aleja de lo mundano, de lo simplemente biológico, porque te da una perspectiva distinta de la vida. El cristiano no vive obsesionado conganar dinero y acumular cosas. Sobre todo, jamás perjudica a nadie para salir ganando. Al cristiano le gustanla moda, la literatura, el arte, el deporte, la gastronomía… Le gustan Netflix, Spotify y el bote del concurso Pasapalabra… Le enamoran las caras bonitas, los ojos expresivos y la risa franca… Disfruta con el placer sano… Pero, todo eso, el cristiano lo pone en su sitio, lo sitúa en una jeraquía. El “amarás a Dios sobre todas las cosas” va acompañado del “amarás a las personas sobre todas las cosas”. Y también del “amarás a tu familia más que a los de fuera”. Y también del “amarás a las personas más que a las mascotas”, sin que eso reste afecto a los animales. Porque lo primero para el cristiano son las personas y sus circunstancias, y en particular las personas más necesitadas de afecto, de compañía, de medios de supervivencia, de justicia, de un sentido de la vida… A Jesús, con la cruz a cuestas, le dolía más aquella gente desquiciada, fanatizada y fuera de control que veía a su paso… que su propio sufrimiento. 

 

26. Cuarta fake: Ser cristiano es algo que debemos llevar muy en lo secreto.

Esta prescripción es errónea y, a veces, interesada. La faceta religiosa es inherente al ser humano desde que apareció sobre la faz de tierra. En la antigüedad rendía culto a muchos dioses. Después vino el monoteísmo. El ser humano sabe que hay algo que le trasciende, que le supera… Por eso, ser religioso es lo más natural del mundo. Y traslucir al exterior nuestra fe hace que el mundo sea mejor. El cristiano tiene rigurosamente prohibido imponer sus creencias a nadie, pero debe estar orgulloso de profesar la religión del amor y de la paz. Y a ninguna persona respetuosa y de buena voluntad debe molestarle el tener cercaa un cristiano. He visto cómo los cristianos coherentes, con todos sus defectos, que pueden llegar a ser muchos, son sembradores de paz y de alegría en su entorno. Y cómo, cuando menos se lo esperan, les llega un conocido o una compañera, y les dice: “Oye, tú que estás cerca de Dios, reza por favor por mi hijo, que mañana hace la EBAU”; o por cosas más serias: “Reza por mi madre, que acaban de diagnosticarle una ELA”. Recuerdo muy bien cómo, hace casi un año, me llegó un mensaje desde Grao: “Reza por esa familia de la explosión de gas; son una gente de lo mejor”. Así lo hice. Esas cadenas de oración tienen unos efectos humanos y sobrenaturales de valor incalculable.

 

27.  Quinta noticia falsa: Ser cristiano te obsesiona con la culpa.

Rotundamente falso. El cristianismo no es una religión de culpa, sino de perdón. ¿Qué dijo Jesús en la cruz?“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Acaban de torturarle y los perdona. Y pide para ellos el perdón de Dios Padre. El cristiano procura ser sensible, se da cuenta de sus errores y pide disculpas por ellos. Pide perdón a Dios (la confesión es una terapia fabulosa) y a las personas que le rodean. El whatsapp es una herramienta magnífica para pedir perdón rápidamente a alguien a quien podamos haber molestado u ofendido. Y, tras pedir perdón, uno se olvida y se llena de paz. Dicen los sabios que Dios tiene muy mala memoria. Le pedimos perdón y automáticamente se olvida de todo nuestro pasado. Pedir perdón es una victoria extraordinaria sobre el orgullo destructivo. Perdonar tiene algo mágico. Es como noquear de un puñetazo al enemigo que llevamos dentro. Para perdonar mucho hay que tener mucha paciencia. Al menos, la misma que los demás tienen con uno. Si ahora, de la que vuelves a casa, se te apareciera un ángel y te concediera dos deseos, ¿tú qué le pedirías? Yo creo que le pediría más paciencia, también conmigo mismo, y más capacidad de escucha ante quien nos necesita.

 

28. Y sexta y última noticia falsa sobre el cristianismo: Ser cristiano significa oponerse al progreso.

Erróneo. El cristiano ama la tradición, se apoya en ella, pero no se queda enganchado en ella. Al cristiano le encantan los robots quirúrgicos que acaban de ponerse en marcha en los hospitales asturianos. Y las inmunoterapias para tratar el cáncer. Y le encanta ese nuevo invento informático llamado “inteligencia artificial”, que puede ayudar a mejorar la vida de las personas. El cristiano apuesta por el avance de la ciencia, de la tecnología, de las libertades… Pero se opone a los avances que juegan en contra de la vida al principio o al final de la misma, que atentan contra la dignidad humana, que la degradan, que la dejan inerme ante las manipulaciones de los poderosos, que destruyen los vínculos con la naturaleza y con lo más íntimo de la condición humana.Algunos han ido tan lejos en su afán de progreso que ya ignoran los principios más elementales de la biología humana: ya no saben lo que es un hombre y lo que es una mujer.

 

29.  Queridas amigas, queridos amigos: estamos en puertas de la Semana Santa. Nos acordamos de los enfermos, de los discapacitados, de los que sufren guerras, de los mayores que están solos, de los jóvenes que consideran su vida un rotundo fracaso…Nos acordamos de los misioneros que, en el último rincón del mundo, allí donde hay terremotos, tsunamis, hambrunas o inundaciones, entregan su vida por los más desheredados. Nos acordamos de los padres y madres de familia que procuran construir hogares armoniosos y educar a sus hijos en la generosidad, la audacia y el amor. Nos acordamos de las abuelas y abuelos que siguen siendo el soporte de su familia…

 

30.  Trasladémonos con la imaginación a la Palestina del año 30 de nuestra era. Algunos conoceréis aquellos territorios. Yo tuve la fortuna de visitarlos en la Semana Santa de 2010. Me impactó de manera especial estar en la noche del Jueves Santo en la iglesia de Getsemaní, arrodillado en la misma roca en la que, según la tradición, Jesús imploró a Dios Padre que le eximiera de aquel trago tan doloroso que incluso le hizo sudar sangre, según el relato evangélico.

 

31.  Esa misma sangre, derramada por cada uno de nosotros, es la materia de la que está forjada nuestra esperanza en el futuro, nuestra confianza cuando puede parecer que todo el mundo nos falla, o cuando tenemos la impresión de que hay una conspiración universal en contra de nuestra felicidad. Esa misma sangre resplandece como una luz al final de cualquier oscuro y largo túnel que estemos atravesando en nuestras vidas.

 

32.  Hace dos minutos decíamos que los cristianos amamos el progreso. Amamos el progreso, pero no somos unos boborolos que piensan que lo de hoy es mejor que lo de ayer simplemente porque es más moderno. No es cierto. Si nos dejamos llevar, empeoramos. Progresar, para un cristiano, significa crear un mundo con más humanidad, más armonía, más justicia… Un mundo en el que más gente viva volcada en el bienestar material y espiritual de los demás.

 

33.  ¿Que eso es utópico? ¿Que es una causa perdida? Si cada uno de nosotros se aplica estas pautas en su metro cuadrado de jardín, si cada uno asumimos que mejorar el mundo comienza por mirar a nuestro interior y convertirnos en alguien mejor… entonces esa causa perdida habrá empezado a ser causa ganada. Y ese proceso será imparable.

 

34.  Queridos amigos:¡Paz y bien!¡Feliz Semana Santa!

 

 IX Pregón de la Semana Santa de Grado 2022, pronunciado por Dª Inmaculada González Carvajal García.

Médico y Presidenta de la Fundación "El Pájaro Azul".














IX PREGÓN SEMANA SANTA DE GRADO

Autoridades, Sr. cura párroco, Hermano Mayor y demás miembros de la Junta de Gobierno del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, señores cofrades, señoras y señores.

 

Ante todo, quiero dar las gracias a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de Grado por invitarme a pronunciar este pregón que anuncia la celebración de la Semana Santa del 2022. Para mí es un honor compartir este acto solemne con todos ustedes, y nada menos que en este marco incomparable de la Capilla de los Dolores, monumento histórico-artístico de la villa moscona.

 He visto en muchos de los que me han precedido vinculaciones diversas con Grado; yo no las tengo de origen, pero sí el cariño de una familia muy querida en esta villa, que me ha dado la oportunidad de acompañarla en su recorrido vital en los últimos años. Para ellos y para todos los moscones, va mi agradecimiento por permitirme compartir este momento tan especial.

 No sé si soy la persona idónea para lo que se espera de mí en esta circunstancia. La verdad es que, en su momento -de esto hace dos años-, acepté la invitación sin titubeos, pero no voy a negar que un tiempo después me pregunté si había hecho lo correcto. De todos modos, cuando la duda asomaba alimentando la incertidumbre sobre la decisión ya tomada, no sentía inquietud alguna; al contrario, pensaba que era una oportunidad que debía agradecer, entre otras cosas por la confianza y el cariño de quienes pensaron en mí para esta solemne ocasión. Y acostumbrada a confiar en mis sensaciones, seguí adelante y empecé a preguntarme: ¿De qué puedo hablar? Y una vez más, volví a confiar en que las palabras, que hoy comparto con todos ustedes, debían surgir de mi propia experiencia vital.

 Han pasado dos años desde aquel mes de marzo del 2020 en el que estaba prevista esta cita. En este tiempo, hemos vivido un suceso que no esperábamos: una pandemia que transformó nuestra vida individual y colectiva, haciéndonos sufrir de múltiples formas (un aislamiento forzoso, un estado de alerta permanente y una atención enfocada a cuidarnos y cuidar a los otros). No me cabe la menor duda de que todo ello nos ha dejado secuelas, y de alguna manera no somos los mismos que éramos entonces. Durante aquella Semana Santa, en pleno confinamiento, la tristeza se palpaba en el silencio de las calles vacías, cada día morían cientos de personas y había miedo en el ambiente…, todo ello provocado por un virus que nos había sacudido la falsa ilusión de seguridad y nos había abocado a la incertidumbre. De pronto, nos sentíamos frágiles, porque la muerte rondaba nuestras vidas.   

 No podíamos pensar entonces el largo camino que debíamos recorrer. No podíamos imaginar que, dos años después, aún debemos tener cuidado, porque la pandemia no ha terminado, y para colmo, cuando empezamos a ver la luz al final del túnel, contemplamos con estupefacción el estallido de una guerra que sentimos muy cerca y que amenaza con provocar cambios irreparables en nuestro mundo de bienestar; una guerra que es una más de los varios conflictos bélicos que ahora mismo hay en el mundo, algunos de ellos con gran número de muertos de los que nada sabemos, porque no tienen espacio en los medios de comunicación.

 Transitamos por tiempos complejos, que nos hacen tomar conciencia de que somos vulnerables y de que la incertidumbre forma parte de la urdimbre de la existencia. Y esto es así con virus y sin virus, porque la vida misma es incierta; lo que pasa es que vivimos como si fuéramos dueños de nuestro tiempo y, a veces, con la soberbia de quien piensa que nunca se va a morir.

 En estos dos años convulsos, hemos sentido la muerte mucho más cerca. Ojalá ello nos haya servido para reconocer que la vida es un regalo que debemos agradecer, porque hoy somos y estamos en el presente, pero mañana es una incógnita que despejamos en el amanecer de cada día.

 Y volviendo al presente que nos convoca aquí y ahora, es necesario hablar del momento del año litúrgico que celebraremos en los próximos días, la Semana Santa, un tiempo que invita de manera especial a la reflexión sobre el único hecho seguro y cierto que conocemos de nuestro futuro, que tiene carácter ineludible y que nos iguala a todos: la muerte.

 La muerte es algo que tengo presente desde muy joven, cuando allá por los quince años, ante la insistencia de mi madre de plantearme futuros inciertos, un día le dije: “Me hablas de muchas cosas que no sé si voy a vivir; sólo sé que un día me voy a morir”. En aquel momento, mi madre tuvo la sabiduría de no responder y su silencio provocó que aquellas palabras, expresadas desde la inconsciencia de la juventud, quedaran grabadas en mi memoria y se abrieran camino en mi interior, ayudándome a tomar conciencia de que, efectivamente, la muerte era lo único que tenía por seguro en el horizonte de mi vida. Desde entonces, han pasado unos cuantos años, pero nunca olvido esa certeza que me habita y me sitúa en lo cotidiano, con una perspectiva que me recuerda mi carácter efímero y también me ayuda a ejercitarme en vivir cada día como un pequeño milagro, porque la maquinaria que me sustenta puede fallar en cualquier momento.

 En mi tendencia a tener en cuenta la finitud de la vida, también influyó el hecho de haber escuchado a mi madre decir con frecuencia: “Somos hijos de la muerte”. Recuerdo de manera especial un día que lo dijo con motivo del fallecimiento de un niño, más o menos de mi edad; la tranquilidad con la que había sido pronunciada aquella sentencia me estremeció y me hizo pensar que yo misma podía morir.

 Así es, somos hijos de la muerte y ésta nos puede llegar desde el minuto primero de nuestra existencia. Hemos venido a este mundo sin que nadie nos consultara sobre ello y morimos, la mayor parte de las veces, en contra de nuestra voluntad. Entre estos dos hechos que marcan nuestra historia personal, está el tiempo y la vida que cada uno tenemos, y nadie puede decidir sobre la longitud de ese recorrido vital que hay entre el nacer y el morir.

 Con esta consciencia de la muerte, camino por la vida, recordando con frecuencia esa certeza de que hay un final ineludible, lo que me lleva a pararme en muchos momentos a reflexionar para tomar las decisiones más correctas, o al menos, pensar cómo valorar lo que estoy viviendo si estuviera en el momento final de mi existencia. Puedo decir que tener esta perspectiva es un buen ejercicio cuando nos sentimos abrumados por el presente o cuando estamos embargados por emociones que nos impelen a actuar sin reflexión y sin medir consecuencias.

 En mi vida la muerte también está presente desde la experiencia de haberla vivido de cerca en muchas ocasiones. En el contexto de mi trabajo, he tenido la oportunidad de acompañar a algunas personas en el proceso final de la vida y he visto diferentes maneras de afrontar ese trance: en unos casos, desde la fe; en otros, desde su ausencia. Pero en ese momento último de la existencia, todos ellos hacían un balance de la trayectoria de su vida: rememoraban lo que habían hecho y también lo que habían dejado de hacer; examinaban cómo habían vivido los acontecimientos más significativos; y en algunos casos, mostraban arrepentimiento por el mal que habían ocasionado, concluyendo que no merecía la pena haberlo causado. En todo caso, parece que al final lo que se nos manifiesta de manera más relevante es, por un lado, la omisión de aquello que en algún momento sentimos que debíamos hacer y no lo hicimos por pereza, cobardía u otras causas; y, por otro lado, el daño que podíamos haber evitado.

 También fue el contacto con la muerte lo que cambió mi vida en los últimos años. La experiencia que impulsó el cambio fue la oportunidad que tuve de acompañar a mi madre en el proceso que vivió hasta el final de sus días. Mi madre se murió muy bien, tuvo una buena muerte: falleció en casa, consciente hasta el último momento y acompañada de sus hijos, algo que todos deseamos. Pero las circunstancias en las que transcurrió el trance no fueron lo más importante: el verdadero regalo que nos hizo fue su forma de aceptarlo. Se fue en paz, serena, consciente y asumiendo ese paso con sentido, tal como había vivido. Antes de partir, se despidió de las personas queridas, lo dejó todo organizado y repartió lo que tenía. Abandonó su cuerpo con docilidad y se marchó sin miedo alguno, valorando que su vida había tenido sentido, y que por ello se iba tranquila y satisfecha, a pesar de que había vivido tiempos muy difíciles.

 La actitud con la que mi madre afrontó la muerte despertó en mí el deseo de llegar a ese final de la vida como ella, sintiéndome en paz conmigo misma, sin miedo, despidiéndome conscientemente de mis seres queridos y satisfecha de haber vivido con sentido. Este deseo de morirme como mi madre provocó en mí un planteamiento de vida e hizo brotar una pregunta en mi corazón: Y para morirme así, ¿qué quiero vivir hasta el momento de mi muerte?”.  Dice María Zambrano que “la acción de preguntar supone la aparición de la conciencia”, y aquella pregunta es de esas que, efectivamente, te horada la conciencia, porque una vez formulada, vuelve de manera insistente y se instala en el interior, hasta que te sacude lo suficiente como para poner en marcha un proceso de búsqueda y de cambio orientado a encontrar una respuesta adecuada.

 Durante cuatro años, caminé entre luces y sombras, tal como dice San Juan de la Cruz: “Para ir a dónde no sabes, has de pasar por dónde no sabes”. Pasé momentos difíciles, en los que el malestar que experimentaba no provenía de ningún problema concreto, sino que era yo misma tratando de buscar una señal que no encontraba e intentando vivir algo a lo que no podía darle forma. En la vida cotidiana, estamos atrapados en una trama compleja de tareas y quehaceres, que sólo nos permiten ver en cortas distancias, y en este automatismo en el que estamos inmersos, nos olvidamos de escuchar las aspiraciones que nos constituyen de fondo. Muchas veces nos perdemos en dar respuesta a lo inmediato y posponemos aquello que nos reclama por dentro, y a veces, de tanto ignorar esa voz interior, terminamos por silenciarla. No es fácil darse cuenta de ello y encontrar el tiempo y el momento para percibir lo que realmente debemos hacer. El proceso fue largo, pero poco a poco fui reorganizando el puzle de mi vida con piezas nuevas y otras que estaban por ahí, olvidadas en algunos recodos de mi historia. Con todo ello, inicié un camino que me llevó hasta el continente africano y a crear la Fundación El Pájaro Azul. Algo que, unos años antes, estaba totalmente fuera de las coordenadas en las que se desarrollaba mi existencia.

 Cuando llegué allí, aquella realidad compleja, tan dura en algunos aspectos que no podemos imaginar y provocada por la injusticia que alimenta este mundo global, me hizo comprender algunos pasajes del Evangelio. Al día siguiente de mi primer viaje, después de la visita a un hospital en el que algunos enfermos estaban sobre el somier, porque no tenían dinero para pagar el colchón, vinieron a mi memoria las palabras de Mateo: “Antes entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19, 24).  Entiendo que Jesús no condena con ello la riqueza en sí misma, sino la relación con el dinero y los bienes materiales de quienes tienen como objetivo de vida acumular para su propio disfrute, sin tener en cuenta la pobreza que ocasionan.

 En aquel contexto, tomé conciencia de la desigualdad del mundo en el que vivimos, percibí con claridad la injusticia en la que se basa nuestro estilo de vida y descubrí la fragilidad estructural de nuestro sistema económico, al ver que dependemos de lo que otros tienen para sostener nuestra vida de bienestar. Cuando conoces esa realidad de sufrimiento, inducida desde el interés de unos y el silencio cómplice de otros, te das cuenta de la ignorancia en la que estamos inmersos, una ignorancia que se asocia con los abusos que sufren estos países que no son pobres, sino que están arruinados por los intereses codiciosos sobre sus riquezas naturales. Y las consecuencias de esta codicia sobre millones de seres humanos son la miseria, el hambre, la enfermedad y nuestro olvido. Hay una responsabilidad en nuestra forma de vivir respecto a estas realidades de pobreza extrema; todos somos corresponsables, cada uno en su medida, de lo que ocurre en otros lugares, por muy lejanos y ajenos que nos parezcan, porque, aunque no seamos nosotros quienes provocamos directamente esas situaciones, no podemos olvidar que mantenemos un sistema de vida que utiliza los recursos que tienen muchos países empobrecidos. Somos usufructuarios de lo que otros tienen y no pueden aprovechar para mejorar su calidad de vida, porque son víctimas del expolio; mientras, nosotros vivimos sin preocuparnos de las consecuencias que provocamos, sin esforzarnos en conocer lo que sucede en otros entornos y sin abrir nuestro corazón al sufrimiento que generamos.

 Quizás actuaríamos de otro modo si tuviéramos más presente que nuestro final es la muerte y deberíamos tenerla como referente en nuestra forma de vivir y actuar; sin embargo, sentimos miedo hacia ella, porque sólo la vemos desde una perspectiva de pérdida y aniquilación. El marco temporal y cultural en el que estamos inmersos no tiene en cuenta esta realidad, más bien, al contrario; nos invita a vivir de espaldas a ella, como si no existiera, porque es un obstáculo para esta sociedad de consumo que nos vende una libertad sin límites y que nos manipula, ofreciéndonos una seguridad en todos los ámbitos, lo que es profundamente falso, porque no tenemos asegurado el momento siguiente. Nos venden un futuro incierto, que todos compramos, y terminamos creyendo que tenemos derecho a vivir muchos años, cuando no se trata de poner años a la vida, sino de dotarla de contenido.

 El nombre de esta Cofradía de Grado, “El Santísimo Cristo de la Buena Muerte”, suscitó en mí una pregunta: ¿Qué es una buena muerte? En principio, la respuesta parece fácil, porque es algo que todos deseamos; de manera general, pensamos que tener una buena muerte es que ésta tenga lugar en las mejores circunstancias, con una buena asistencia médica, sin dolor ni sufrimiento físico y acompañados de nuestros seres queridos, y si nos llega de manera repentina y mientras dormimos, entonces consideramos que ha sido una muerte ideal, porque habremos pasado el trance sin habernos enterado.

 El Venerable Miguel Mañara, fundador del Hospicio y Hospital de la Santa Caridad de Sevilla, en su discurso de “La Verdad” habla sobre la condición necesaria para una buena muerte: “Hermano mío, si quieres tener buena muerte, en tu mano está; ten buena vida, que con buena vida no hay mala muerte, ni buena muerte con mala vida”.

 Pero, en el caso de Jesús, ¿qué significa la buena muerte?

 El Cristo de la Buena Muerte, representado en un Cristo Crucificado, manifiesta un misterio con interpretaciones teológicas muy diversas. Los jesuitas fundaron en Roma la Congregación de la Buena Muerte a mediados del siglo XVII, con el fin de procurar que sus socios se prepararan para una santa muerte mediante la práctica de una santa vida. Es evidente que, en el caso de Jesús, su muerte nos habla del sentido de la vida y de que no importa tanto la forma en la que se produzca el tránsito, sino el contenido que le hemos dado al tiempo que hemos tenido.

 Desde luego, la muerte de Jesús no fue dulce ni tranquila, ni tuvo lugar en esas circunstancias que todos deseamos para cuando nos llegue el momento de traspasar esta realidad aparente. La muerte de Cristo fue de todo menos apacible: fue violenta e injusta, fue la matanza de un inocente a causa de la ignorancia de unos y los intereses de otros, y con el silencio de la mayoría, personas que se consideraban buenas, pero que se ocultaban para no correr riesgos, o negaban haberle conocido por miedo; en el fondo, masas de cobardes y tibios que siempre existieron y que son los que, a lo largo de la historia de la humanidad, contribuyeron siempre al horror que provocaron unos pocos. Tal como dice Edmund Burke, “para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”, una frase que me recuerdo a mí misma muchas veces.

 La muerte de Jesús fue un ensañamiento contra la bondad y contra un mensaje de amor que abre los corazones y taladra las conciencias, un mensaje que no interesaba a los poderes políticos de la época, porque iba en contra de sus intereses. Pero…, no nos engañemos, los poderosos de cualquier época tampoco lo hubiesen soportado.

 Jesús hablaba del amor, vivía el amor y transmitía que el amor era el objetivo fundamental de nuestra existencia, un amor que nos iguala a todos y nos hermana, porque está por encima de todas las diferencias con las que nuestra mente nos hace creer que el otro es un oponente, incluso un enemigo, porque no es de nuestra familia, de nuestro grupo, de nuestra región, de nuestro país o porque piensa diferente a nosotros. Y este mensaje de amor que nos libera de las ataduras mentales, no interesaba ni interesa a los poderosos, porque al poder le interesan las personas que se someten a los dictados y a las normas de las ideologías vigentes en cada momento, ya sean religiosas o políticas, y que acatan de manera acrítica las líneas de pensamiento dominantes, por más que éstas vayan en contra del bien común. El mensaje de Jesús era un peligro para las bases del poder político y religioso, y por eso lo mataron, porque al poder, proceda de donde proceda, no le gustan las personas libres, y puesto que el amor de Jesús es un amor liberador, el poder y este amor que busca la justicia siempre serán antagónicos.

 Pero más allá de las causas y las circunstancias, la muerte de Jesús fue la conclusión de una vida con sentido hasta el final, capaz de traspasar los límites impuestos por el sufrimiento físico, una muerte que nos habla de la humildad con la que soportó la condena; de la comprensión y el perdón expresado en esa frase tan hermosa: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”; de la compasión hacia el buen ladrón; de la aceptación final cuando se dirige al Padre para encomendar su espíritu.

 Esta es una de las enseñanzas importantes que podemos aprender con su muerte: no importa tanto el cómo morimos, sino que el final nos encuentre preparados, como aquellas vírgenes prudentes que no sabían ni el día ni la hora, pero mantenían la atención para que la candela permaneciera encendida.

 El requisito fundamental para una buena muerte es vivir la vida con sentido, porque no debemos confundir las circunstancias en las que transcurre el acto de morir con la muerte en sí misma, que es el final de la existencia y el capítulo último de la historia de cada uno.

 Dotar de contenido a la existencia es la mejor preparación que podemos tener para el momento en el que nos toque hacer el último viaje. Dotar de sentido a la vida implica pararnos y cuestionarnos cómo queremos vivir y qué queremos para nuestra vida, porque dar respuesta a estas cuestiones es lo que nos permitirá estar preparados en cualquier momento para afrontar el final de la vida.

 Concluyo con unas hermosas palabras de Rabindranath Tagore:

 “No me dejes pedir protección ante los peligros,

sino valor para afrontarlos.

No me dejes suplicar que calme mi dolor,

sino que tenga ánimo para dominarlo.

No me dejes anhelar la salvación, lleno de miedo e inquietud,

sino desear la paciencia necesaria para conquistar mi libertad.

Concédeme no ser un cobarde,

experimentar tu misericordia sólo en el éxito,

pero déjame sentir que tu mano me sostiene”.

 

De nuevo, quiero dar las gracias a la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, por este acto y por su trabajo para hacer posible esta Semana Santa, y gracias también a todos los presentes por su paciencia y atención.

 



VIII Pregón de la Semana Santa de Grado 2019, pronunciado por D. Miguel Dongil y Sánchez. Escritor y Doctor en Historia.




Pregón Semana Santa de Grado de 2019
 
Dr. D. Miguel Dongil y Sánchez
www.migueldongil.com
 
VIII PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE GRADO, AÑO DEL SEÑOR DE 2019
 
 
Pronunciado por el Dr. D. MIGUEL DONGIL Y SÁNCHEZ, Escritor y Doctor en Historia
 
 
 
Autoridades Militares, Rvdo. Sr. Cura Párroco de San Pedro de Grado,Hermano Mayor y demás Miembros de la Junta de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, buenas gentes de Grado, amigos y amigas, señoras y señores, hermanos en Cristo todos.
 
 
¡ PAZ Y BIEN !
 
 
Antes de empezar considero que es obligado dar mi pésame a la familia de don José Antonio González (conocido por todos como Antón) cofrade vuestro fallecido el día de ayer con 85 años. Estoy seguro que le habría encantado estar hoy aquí con nosotros.
 
En primer lugar, quisiera agradecer públicamente en el hermoso marco de la Capilla de Los Dolores (en la que nos encontramos), la propuesta y la invitación a que este hermano que les habla se encargase de pronunciar el Pregón que servirá de antesala del inicio de la Semana Santa de este año del Señor de 2019, en la muy noble villa de Grado. Gracias a la Junta de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, por haber pensado en mí para esta importante encomienda. Si así lo ha hecho eso significa una cosa: Al margen de mis auténticas cualidades personales (si es que realmente las tengo) o de mi trayectoria personal y pública, ha considerado que reúno las cualidades idóneas para encargarme de pronunciar el Pregón de este año. Siempre emociona sentirse
 
 
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Pregón Semana Santa de Grado de 2019
 
Dr. D. Miguel Dongil y Sánchez
www.migueldongil.com
 
querido, así que vuelvo a reiterar mi agradecimiento y especialmente mi cariño por la Semana Santa y las gentes mosconas.
 
Debo confesarles que antes de comenzar la redacción de este Pregón tuve la gran tentación de leer los Pregones de mis antecesores, por aquello de tomar un marco de referencia, un modelo de discurso y una disposición concreta para que éste fuese a nivel estilístico un Pregón más de los que se han pronunciado y pronunciarán en la Semana Santa de esta hermosa ciudad de Grado. Enseguida desistí de esta idea, en el convencimiento de que no partir de un modelo preestablecido de redacción (y encomendándome, a la vez, al Santísimo Cristo de la Buena Muerte) daría como resultado una reflexión original. Otra cosa es que esta reflexión tenga la profundidad o el valor suficiente como para que ustedes la recuerden, días después. Ustedes serán los encargados de juzgarlo.
 
Los que conozcan un poco mi trayectoria lo sabrán, pero para los que no les diré que llevo varios años encargándome de reflexionar en sendos artículos y tribunas en la prensa de la región (y en ocasiones en la de León y Andalucía), la realidad del fenómeno cofrade y de la celebración de la Semana Santa a lo largo de la Historia en Asturias y en Gijón. Además, dirigí el I Ciclo de Conferencias Religiosidad Popular y Órdenes Religiosas en Asturias (siglo XVI al XX) y he publicado dos libros sobre la Historia del fenómeno cofrade y de la Semana Santa de Gijón. Tanto he escrito y reflexionado sobre la Semana Santa que, ahora, queriendo ir a lo principal y más sustancioso no sé por dónde empezar.
 
A pesar de esta experiencia previa, que acabo de exponerles, tampoco sé si poseo las innumerables cualidades y virtudes que se le presuponen a un Pregonero de la Semana Santa, pero lo que sí puedo asegurarles es que no me falta empeño, energía y una alta dosis de estima por el pueblo moscón. El ímpetu, es una de mis mayores virtudes y defectos. Júzguenlo ustedes por sí mismos.
 
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Pregón Semana Santa de Grado de 2019
 
Dr. D. Miguel Dongil y Sánchez
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Antes de comenzar, debo reconocer que cuando afronté la tarea de su redacción dudé mucho respecto al enfoque que darle dadas mis múltiples facetas personales, que han podido escuchar en la presentación biográfica antecedente: ¿Redactarlo como escritor, poniendo el acento en los rasgos de estilo y en la narración profusa y alegórica sobre el significado de la Semana Santa?, ¿Redactarlo como cofrade, poniendo el acento en la piedad y los sentimientos que pasan por su corazón cuando participa en las Solemnes Procesiones?. ¿Redactarlo como hermano franciscano desde el punto de vista de la Fe y, más concretamente, desde el ejemplo y enseñanzas de San Francisco de Asís?. ¿Redactarlo como Hombre de Ciencia, usando únicamente el hecho o el dato histórico para reflexionar acerca del aporte cultural de la Semana Santa, sin ningún atisbo de valoración espiritual?. Al final llegué a la conclusión, de que cualquiera de esos enfoques por sí sólo carecería de la suficiente riqueza que otorga la diversidad de puntos de vista, que siempre tanto aporta. Por lo tanto, creo que en este Pregón aparecerán unidas mis cuatro principales facetas personales que estoy seguro que aflorarán, en mayor o menor medida, entremezcladas: Mi pertenencia a la Familia Franciscana, mi dedicación a la escritura, mi formación como investigador y docente de la Historia y mi vinculación con el mundo cofrade. De esta mezcla que, en principio, podrá parecerles un poco sorprendente, ecléctica o atípica espero que nazca una reflexión novedosa, la cual les invite a ver de otro modo la Semana Santa. Si es así, me alegraré mucho de ello.
 
Hecha esta introducción o alegato inicial, típico de todo narrador, quisiera comenzar mi intervención con una frase de mi admirado y amado padre San Francisco de Asís. Ya he dicho que soy franciscano y concretamente hermano profeso de la Orden Franciscana Seglar, antiguamente conocida como Venerable Orden Tercera de Penitencia de San Francisco de Asís (una de las tres Órdenes fundadas en vida por el Padre Seráfico). Pues bien, San Francisco de Asís entre las múltiples y profundas frases que nos dejó a sus hijos
 
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espirituales, dijo una que cada vez que la pronuncio me sobrecoge el Alma, por las grandes implicaciones que tiene si uno alcanza a comprenderla en toda su complejidad: El Señor me dio Hermanos.
 
Efectivamente, que el Señor le dio hermanos a San Francisco de Asís implica que le dio un grupo de amigos y seguidores. Además, implica que los miembros de este heterogéneo grupo (formado por ricos, nobles, pobres, jóvenes, ancianos, cultos, analfabetos…), se convirtieron y se consideraron a sí mismos como hermanos (a pesar de ser cada uno de su padre y de su madre), miembros de la misma familia espiritual. Por otro lado, y lo que me parece más importante, San Francisco de Asís pone el acento en el don que supone para él el ideal de la hermandad, la fraternidad o la comunidad. En este sentido, la Iglesia sólo puede entenderse como comunidad, pero no como una comunidad en sentido estadístico (bautizados de una parroquia o una diócesis, que en los tiempos que corren cabe la posibilidad remota que algún día se encuentren en una celebración litúrgica, si es que acuden por su iglesia parroquial). No. Debe entenderse como una comunidad viva, una comunidad formada por hermanos en la Fe, que se acompañan, se ayudan y se sienten parte de la misma Familia. De este modo, la Iglesia es la fraternidad de los hijos de Dios, la Fraternidad o Confraternidad Universal. Con esta forma de entender la Iglesia como comunidad, si nos faltasen las piedras, si nos faltase la construcción, mientras hubiese comunidad no faltaría nada. La construcción, el templo, sólo lo necesita el Hombre, no lo necesita Dios.
 
¿Y qué tiene que ver esto con la celebración de la Semana Santa?, ¿acaso me he puesto a divagar y me he perdido?. Que podría ser, pero no. Pueden estar tranquilos. Lo que acabo de decir (que es a la vez sencillo y a la vez complicado de que lo pongamos en práctica, por el devenir trepidante de la sociedad actual) supone que Cristo padeció, murió, resucitó y ascendió a los Cielos, únicamente por nosotros y nuestra Salvación y no únicamente nuestra Salvación individual sino nuestra Salvación como Pueblo Fiel, nuestra
 
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Salvación como Comunidad, como Familia o como Fraternidad. Por tanto, el que crea que puede vivir sólo, el que crea que no necesita de sus semejantes, el que crea que puede Salvarse por sus únicas fuerzas, sin siquiera valerse de la apelación a la Misericordia de Dios (vivificada en las Profesiones de Semana Santa), es un auténtico Ignorante. Ignora la única y poderosa Verdad que es ésta: El Señor, que se hizo carne y habitó entre nosotros, está representando en toda la vida natural y humana que nos rodea y de la que es su Padre. De ahí que San Francisco de Asís, le hablase al hermano pájaro o al hermano lobo, por poner un ejemplo. Todos los miembros y componentes de la Creación somos hermanos. Aunque Franciscano y Doctor especialista en Historia de la Iglesia, no soy Teólogo pero lo entiendo y lo interpreto humildemente así.
 
Pero, sobre todo, Jesucristo está presente en los más necesitados (enfermos, pobres, ancianos que viven solos, seguido de un largo etcétera de descartados). Por ello, el que se sienta devoto de la Semana Santa y venere con fervor los padecimientos de Nuestro Señor Jesucristo y no sienta ni un poco de dolor al ver los “calvarios” cotidianos (soledades, pobreza, falta de trabajo…) que tantas y tantas gentes sufren a nuestro alrededor y en el Mundo, no es consciente del gran error en que vive.
 
Dios se abajó ante nosotros, se hizo chiquito, como muestra de su poder, de su humildad y como puerta para nuestra Salvación. Es el niño que dormitaba en el pesebre, es el joven que se convierte en adulto, predica, enseña y hace Milagros, es el hombre que sufre el Calvario y acaba en la Cruz, el único que puede Salvarnos. Ese Dios hecho carne es el Dios Misericordioso al que veneramos los cristianos. Es, también, el Cristo de la Buena Muerte.
 
Por otro lado, no es casual que San Francisco de Asís fuese el impulsor de la tradición en Occidente de la devoción por los Belenes, esos belenes que todos tenemos en nuestras casas en tiempo de la Navidad. Más sencillos (ceñidos al Misterio) o más ostentosos
 
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(con pastores, casas, ríos, gallinas, otros animales, elementos naturales y demás adornos) nos sirven para poder visualizar y profundizar en nuestra mente humana y limitada el gran Misterio del nacimiento de Cristo. Un Dios Todopoderoso que se hizo indefenso en la forma de un niño recién nacido, para mostrar su cercanía y Misericordia total con nosotros. San Francisco de Asís comprendió lo necesario que era para los cristianos, para todos los pecadores y penitentes, entender mejor el Misterio del Nacimiento del Señor. Por ello, hizo la primera representación de un Belén viviente en la población de Rivotorto, en el año de 1209 d.C., de la que nos dejó constancia detallada su primer biógrafo Tomás de Celano.
 
Por otro lado, San Francisco de Asís fue un gran y ferviente devoto de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo (en la que hunde sus raíces las celebraciones de Semana Santa, con tantas y solemnes Procesiones así como la institución de las Cofradías Penitenciales desde finales de la Edad Media) que representan la Misericordia y la Caridad de Dios con nosotros.
 
Como historiador quisiera aprovechar, ahora, este instante para hacer unas breves precisiones sobre el surgimiento del fenómeno cofrade cristiano y su desarrollo posterior. En los siglos I d.C. y II d.C. funcionaron los collegia dedicados a las divinidades romanas, en las que sus asociados pretendían asegurarse un lugar digno de enterramiento.
 
Del siglo III al V. d.C. con la expansión y consolidación del Cristianismo se desarrolló este tipo de movimiento asociativo, pero inspirado en los ideales de la fraternidad cristiana (fundamentados en el Nuevo Testamento).
 
Del siglo V al X d.C. (en época medieval) este tipo de institución ya tiene un perfil definido y coincide, a grandes rasgos, con las cofradías de la Edad Moderna y de la Edad Contemporánea. Los factores que determinaron en todo Occidente su creación fueron: la
 
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conciencia de la propia pecaminosidad, el miedo a Dios como Juez Supremo, el deseo de redimir las penas y castigos de los familiares difuntos en la otra vida (con el temor al Infierno y al Purgatorio) y la costumbre de celebrar Misas en su memoria.
 
Desde el siglo XI d.C. (de manera paulatina) las Órdenes Religiosas comenzaron a distribuir entre sus benefactores laicos un certificado de confraternidad, por el que les hacen partícipes de los privilegios y beneficios espirituales de la comunidad monástica. Ello contribuye a la consolidación del movimiento cofrade.
 
La eclosión del mundo urbano en Europa y el auge del artesanado, desde el siglo XIII d.C., transformó las estructuras sociales. Surgen los gremios que son colegios profesionales. Muchos de los gremios tienen previstas formas de ayuda a sus miembros e incluso celebraciones religiosas. Por eso, la línea de separación entre gremios y cofradías es difícil de trazar en esta época.
 
Es en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna cuando se produce el gran impulso y desarrollo de las cofradías (del siglo XV d.C. al XVI d.C.). Un espaldarazo o impulso muy importante al fenómeno cofrade y penitencial se produce en el contexto de la Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero e impulsada por sus seguidores. Los protestantes van a criticar e incluso condenar una buena cantidad de Tradiciones, Preceptos y Dogmas de la Iglesia Católica (en algunos casos con fundamento y otros muchos sin él). Entre ellas, se criticará el excesivo culto y devoción a las Imágenes de los Santos, Mártires, etc. Fruto de esta crítica sacarán de sus iglesias reformadas todo lo que sea una distracción o intermediación para el contacto directo con Dios. Por su parte, la Iglesia Católica celebrará el Concilio de Trento (1545-1563) en parte como necesidad ante los ataques teológicos planteados por los protestantes. Se intenta en dicho Concilio, hacer una reflexión interna, ver lo que había que mejorar, ver lo que había que cambiar y ver lo que había que mantener. En este sentido, en Trento se
 
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reafirma nuestra Iglesia en la importancia del culto a los Santos, como intercesores con Dios, y del uso de las Imágenes para ayudar al Pueblo Fiel a acercarse a su dimensión espiritual, como una herramienta útil de catequización. Las Imágenes, eran indispensables para un pueblo que estaba escasamente formado (apenas sabía leer y escribir) y esos elementos servían para enseñarles de forma sencilla, cercana y didáctica las Verdades de la Fe (de ahí, por ejemplo, la riqueza de los Retablos de las Catedrales Góticas). En Trento, paralelamente, se potenciarán el establecimiento de las escuelas gratuitas de primeras letras para la enseñanza de los fieles católicos. Por otro lado, también se potencia e impulsan, en el contexto de la celebración de la Semana Santa, las representaciones de los pasajes de la Pasión de Cristo que llegan a alcanzar un gran realce en España (hasta su punto máximo en el contexto del siglo XVIII d.C.). Lo que en un inicio fue una respuesta o reafirmación ante la crítica de los protestantes luego se convirtió en una fuerte tradición que trascendió lo espiritual para adentrarse en lo cultural, arraigando fuertemente en diversas regiones españolas y de sus territorios de Ultramar. En el caso concreto de los territorios españoles de América y de Asia la Religiosidad Popular, centrada en el establecimiento de cofradías y la realización de Procesiones, ayudó en el proceso de evangelización de aquel extenso territorio. Con las Imágenes se consiguió que los preceptos evangélicos y los pasajes de la vida de Jesucristo fuesen más fácilmente comprensibles para aquellas poblaciones ajenas a nuestra tradición histórica y cultural. El arraigo de la Fe católica fue tan fuerte en aquellos lugares que Hispanoamérica se ha convertido en un gran pulmón para el Catolicismo, con un gran número de fieles y de vocaciones a la Vida Consagrada que (en ocasiones) sirven para paliar el despoblamiento de los monasterios y conventos de España y otros países. En el caso de Asia, nuestra querida Filipinas (a pesar de los avatares políticos que han llevado, recientemente, a intentar borrar su pasado sentidamente español) es el gran bastión del Catolicismo en dicho continente. El fervor del pueblo filipino se
 
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evidencia en el contexto de las Celebraciones y Procesiones de Semana Santa, en las que participan con auténtica pasión.
 
Por tanto, durante los siglos de la modernidad, se fomentó sobremanera la devoción a la Pasión de Cristo y a muchos de los acontecimientos y objetos relacionados con la Vía Dolorosa del Calvario, en Jerusalén.
 
En la Corona de Castilla, en el siglo XVII d.C, con la extensión de la religiosidad barroca se potencian y extienden todas aquellas prácticas de Piedad Popular así como el fenómeno cofrade y se produce una notable fundación de nuevas cofradías, que se observa en el caso asturiano y gijonés, que tanto conozco. Es en este contexto del fomento de la Religiosidad Popular y del impulso dado a la misma por ciertas Órdenes Religiosas Mendicantes cuando, por ejemplo, nace la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Gijón (alrededor del año 1645) fundada por los frailes franciscanos de Oviedo y poco tiempo después (en el año 1673) los frailes franciscanos de Avilés ayudan a fundar la Venerable Orden Tercera de Penitencia de San Francisco de Asís de Gijón, en la parroquia de San Pedro Apóstol (al frente de la cual y de manera ininterrumpida ha habido más de 200 ministros, que se han ido sucediendo llevando un testimonio del carisma franciscano a la sociedad gijonesa, hasta llegar al momento presente en el que yo me encuentro al servicio de mis hermanos). La Santa Vera Cruz (en su vertiente de asociación de fieles) y la Venerable Orden Tercera de Penitencia (en calidad de comunidad terciaria franciscana) ayudaron y ayudan a impulsar en el caso gijonés la devoción a la Pasión de Nuestro Señor y al seguimiento del Evangelio, como norma de vida.
 
En España (con el avance de la Ilustración y el deseo de la Corona de controlar a la Iglesia y la Religiosidad Popular, desde mediados del siglo XVIII d.C. se produce una caída notable del fenómeno cofrade. Es una crisis llega para no irse y que se agudiza en el siglo XIX d.C. (al sumarse los grandes avatares políticos, sociales y
 
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militares de dicho siglo como lo suponen, por ejemplo, las Guerras Carlistas o los procesos desamortizadores). Llega a sus mayores cotas en las primeras décadas del siglo XX d.C., con la atomización y las fuertes tensiones sociales fruto de los grandes conflictos internacionales (las Guerras Mundiales) y nacionales (la Guerra Civil Española). Por ejemplo, en el caso gijonés en el año de 1936 se quema la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol de Gijón y arden todas las históricas Imágenes de la Semana Santa de la ciudad. Las Procesiones, desde inicios de la década de los años treinta deben paralizarse hasta su recuperación en el año 1938 en la que se sale a procesionar con las Imágenes prestadas por la Real Cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y de la Santa Vera Cruz, de León, la cuales fueron enviadas y devueltas en ambulancia.
 
Después de este análisis histórico de las raíces y la evolución del fenómeno cofrade, volviendo al hilo argumental que dejé, la celebración de la Semana Santa tampoco se puede entender sin la celebración comunitaria, como no se pueden entender las tradicionales Procesiones sin la conglomeración de los fieles que asisten a las mismas, los grupos de porteadores y demás miembros de las cofradías que unen sus esfuerzos para sacar año tras año las Imágenes de la Pasión, con la mayor veneración y el mayor realce.
 
Sólo en comunidad puede entenderse el fenómeno cofrade, el cristianismo y más específicamente el catolicismo. Somos una comunidad de fe, que debe desarrollarse, evolucionar y sentir de manera conjunta. La crisis del Catolicismo del tránsito al siglo XXI d.C. se ha debido, entre otros factores y en mi humilde opinión, al haber olvidado el carácter comunitario de la Iglesia. Cuanto más individualistas somos, cuanto más nos creemos que podemos ser católicos que viven con total autonomía en sus casas, recibiendo los sacramentos de manera aislada e intentando no tener que tratar demasiado con el prójimo (que para ese tenemos las Redes Sociales, para tratarlo con cierta distancia), más vacía se queda la Iglesia,
 
 
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menos sentido de pertenencia hay y más aumenta la crisis de la misma.
 
Creo que, en este contexto que vivimos, se hace patente la importancia de las manifestaciones religiosas comunitarias, como lo son las Procesiones de la Semana Santa de Grado y de tantas y tantas villas, ciudades y pueblos que hay en el mundo católico. Como tradición cultural la celebración de la Semana Santa tiene un gran valor que transciende a toda la sociedad (al margen de las creencias personales), pero si no se tiene presente su componente espiritual y religioso se la vacía por completo de su sentido último y se olvida que lo que se celebra es la Misericordia y la absoluta Caridad de Dios que entregó a su Hijo para la Salvación de todos los hombres. En cada Semana Santa agradecemos a Dios su Misericordia y recordamos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo (Dios-Hombre), de manera comunitaria.
 
Con todo, quisiera manifestar que a pesar de mi aprecio personal y a pesar del gran valor artístico de los Pasos e Imágenes de las Procesiones de Semana Santa y de su valor espiritual, para ayudar a conmocionarnos y vivificar la Pasión de Nuestro Señor, no podemos olvidarnos que por mucho que nos ayuden o por arraigadas que estén en nuestras Tradiciones no son lo fundamental. Dicho de otro modo, no son el objetivo son un medio o un cauce para llegar al Fin. No por mucho engrandecer, mejorar o enriquecer los Pasos e Imágenes, no por mucho mejorar y mejorar las Procesiones de Semana Santa estaremos dando un mejor culto a Dios o nos acercaremos más a la comprensión de su Pasión y Muerte por nosotros. Dios no necesita de todas esas cosas, Dios es más grande que todo eso, Dios sólo pide de nosotros nuestra Fe, nuestras buenas obras y nuestro reconocimiento de lo limitados que somos. Somos nosotros los que precisamos de los gestos, los símbolos, las Imágenes como formas que ayudan a nuestra mente limitada a conocer y acercarnos a un Dios tan Grande, Poderoso y Bueno, que
 
 
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se hizo Carne y se mostró indefenso para conseguir con sus sufrimientos redimir todos nuestros Pecados.

 

Para terminar (sin llegar a aburrirles) y a modo de balance final, quisiera destacar que ese Dios nunca ha necesitado, ni Oro, ni Plata, ni Bronce, ni gran realce, lo único que ha necesitado es la paja de un pobre Pesebre y una Cruz de Madera. Lo único que verdaderamente nos ha pedido (aunque lo olvidemos en ocasiones y en otras nos cueste asumirlo) es que prestemos atención a los calvarios cotidianos de las personas que nos rodean, conocidas o no. Porque Él está en todos aquellos que han sufrido, sufren y sufrirán.

 

Si esto último que he expuesto queda en sus mentes como reflexión profunda de la Semana Santa que vamos a vivir en Grado en este año 2019 me daré por más que satisfecho.

 

Gracias, una vez más, a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte por haberme invitado a pronunciar este Pregón de la Semana Santa de Grado, una ciudad a la que cada día me siento más profundamente unido y hermanado.

 

Un abrazo fraterno a todos.

 

 

 

 

Capilla de Los Dolores, de Grado, a 5 de abril de 2019.

 

 
VII Pregón de la Semana Santa de Grado 2018, pronunciado por Dª Mª Teresa Álvarez García, Escritora y Periodista.





                          Pregón Semana Santa de Grado

En esta tarde, Cristo del Calvario, 
vine a rogarte por mi carne enferma; 
pero, al verte, mis ojos van y vienen 
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

          Señor Hermano Mayor de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte,

          Señoras y señores Cofrades

          Señor Cura Párroco

          Señoras, señores

          Querida Alicia, primera pregonera de esta Semana Santa.

          Muchas gracias Lucía por tu presentación.

          Ante todo quiero manifestar mi agradecimiento a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte por haber pensado en mí para invitarme a pronunciar el pregón de la Semana Santa de Grado 2018, que he querido comenzar con unos versos del poema “Al Cristo del Calvario” de Gabriela Mistral que utilizaré en distintos momentos de mi intervención.

 
          Es un auténtico honor estar aquí con todos ustedes en este maravilloso marco de la capilla de Los Dolores.  Muchas gracias.

          Quiero ahora hacerles participes de un pensamiento que me asaltó nada mas ponerme a escribir este pregón. Un pensamiento posiblemente motivado por el recuerdo de mi primer contacto con Grado. Era entonces una adolescente que, con un grupo de amigas, acompañadas por un sacerdote, coadjutor de nuestra parroquia de Candás, que había estado aquí, don Eduardo Berbes, y que al saber que queríamos dar vida a una tuna en el carnaval candasín, se ofreció para interceder con sus amigos de la famosa Tuna de Grado, con el fin de que nos prestaran sus capas, como amablemente hicieron.

          Grado y sus guapos tunos desde ese momento se incorporaron a nuestras ensoñaciones juveniles.

          Se preguntarán ustedes cual es la razón por la que les cuento esto, además de recordar mi primera visión de Grado. Mi reflexión es muy sencilla; aquellas jóvenes candasinas nos divertíamos y disfrutábamos de la vida pero eso no nos impedía participar de los actos de la Semana Santa y vivir el espíritu religioso de esas fechas. Y la duda que me asalta ahora, al recordar esa vivencia, es pensar que si fuéramos unas  jóvenes de hoy día, seguro pasaríamos de procesiones y celebraciones religiosas. Y os confieso que he sentido pena.

          Ya se que no se debe generalizar pero se ven tan pocos jóvenes en las iglesias. Tan pocos jóvenes en los desfiles procesionales.

          Ese, pienso, es uno de los retos que debemos asumir en las Cofradías. Intentar buscar ideas,  encontrar fórmulas atractivas para que los jóvenes se animen a participar en una actividad que es parte importante de la vida de su localidad.

          Vivimos momentos en los que si las personas mayores desistimos en nuestro empeño de mantener vivas las tradiciones corremos el riesgo de que se pierdan. Somos el eslabón que tiene que agarrarse a otras generaciones para pasar el testigo y así conseguir que sobrevivan.

          Las Cofradías son parte visible del cuerpo de la iglesia y es necesario que la juventud esté presente participando en las diversas actividades, dando vida a la religiosidad popular que no es más que la manifestación pública del sentimiento de amor a Dios. Sentimiento que, aunque muchas veces este adormecido, vive en todos los corazones, en respuesta al inmenso amor que Él nos tiene.

          Importante misión la de las Cofradías. Quiero felicitaros porque en otras localidades se ha dado vida a cofradías que ya existían pero vosotros habéis creado la primera cofradía penitencial de Grado.

          La Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena muerte, es una realidad desde el año 2010. Y desde entonces camina con paso seguro. Este año habéis sido los anfitriones del encuentro anual de Cofradías Diocesanas. Encuentro en el que habéis dejado constancia de vuestro buen hacer y perfecta organización.  

          Como la que desarrolláis en la cuaresma. Creo que cuando ya está muy cercana la Semana de Pasión, soléis visitar algún lugar del concejo para hacerles partícipes también de las manifestaciones religiosas propias de estos días, dándoles la oportunidad de rezar el Vía Crucis, en su propio lugar de residencia. Este año la localidad elegida ha sido la de San Esteban de Sama. Y creo que el domingo lo rezaréis, aplicándolo por los enfermos, en el santuario de Nuestra Señora del Fresno. Me parece una interesante iniciativa que a buen seguro es acogida con cariño por los vecinos del lugar.

          El Vía Crucis que es una constante en las distintas Semanas Santas, en la vuestra adquiere una proyección especial el miércoles santo, al procesionar con las imágenes de Jesús Nazareno y su madre, la Virgen Dolorosa.

           El Viernes Santo tenéis la procesión de las siete palabras acompañando al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, cuya imagen despierta la emoción de cuantos le acompañan o le contemplan a su paso por las calles de Grado. Este desfile procesional constituye uno de los momentos más hermosos de la Semana Santa moscona,  al que contribuye el especial rezo de las notas musicales de la Agrupación San Salvador de la Cofradía de los Estudiantes de Oviedo y de la Tuna Universitaria, también de Oviedo.

          Me encanta observar como en Grado seguís siendo sensibles a la música de la tuna.      

          Es indudable que las Cofradías deben contribuir y así lo hacen, en la organización, en el desarrollo y en la brillantez de los distintos actos de la Semana Santa.

          Cada cofradía con sus peculiaridades y cada cofrade con sus motivaciones personales se enfrentan a su Semana Santa. Pero todo ello debe estar movido por un sentimiento verdadero de acercamiento a lo que en estos días recordamos.  

          En la Semana Santa, año tras año, intentamos revivir la pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo, con todo lo que ello debe significar.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados, 
cuando veo los tuyos destrozados? 
¿Cómo mostrarte mis manos vacías, 
cuando las tuyas están llenas de heridas?

          Permitidme que ahora os hable brevemente de lo que considero que debe significar la Semana Santa y que intento siempre poner en práctica en mi vida aunque no lo consiga. Debo confesaros que para mí estos días son los más importantes del año litúrgico. En la Semana Santa candasina se abrieron mis ojos a la fe.

          La Semana Santa es tiempo de renovación, de reflexión, de examen de conciencia, de ir muriendo a aquello que debemos rechazar de nuestra conducta, desprendiéndonos de muchas cosas que no sirven de nada, para así, sin lastre, poder remontar la situación en que nos encontramos.

¿Cuántas veces frente a los problemas de inmigrantes o personas con dificultades nos hemos lavado las manos como Pilatos?

 

          ¿Cuántas veces, al igual que el soldado que con su lanza atravesó el costado de Cristo, hemos herido a nuestros semejantes con comentarios malintencionados?

¿Hemos sido alguna vez cirineos con aquellos que han necesitado ayuda? ¿Hemos intentado aligerar sus penas?

          ¿Ante una injusticia, una falsa acusación, hemos guardado silencio por miedo o comodidad, como hicieron los apóstoles?

¿Nos hemos apiadado de los que sufren? La Verónica, con su acción, nos recuerda que somos mejores y más auténticos cuando pensamos más en los demás que en nosotros mismos. Como a ella, Cristo nos espera en el camino, en el hospital, en la oficina, en el parque, durmiendo en algún banco a la intemperie. ¡Cristo nos espera! ¿Lo reconoceremos? ¿Lo ayudaremos? ¿O persistiremos en nuestro egoísmo?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad, 
cuando en la cruz alzado y solo estás? 
¿Cómo explicarte que no tengo amor, 
cuando tienes rasgado el corazón?         

          Pienso que vivir la Semana Santa con fe es tomar conciencia clara de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Que por amor se entregó a la voluntad del Padre y caminó con la cruz a cuestas hacia una muerte ominosa, como un vil malhechor.

          Vivir la semana Santa es intentar que nuestro corazón se asemeje al de Cristo para poder perdonar a nuestros enemigos como Él perdonó a sus verdugos. Para amar a los que nos odian.

       Aquellas manos que habían bendecido a todos, ahora están clavadas en la cruz; aquellos pies que habían caminado tanto para sembrar esperanza y amor, ahora están clavados a la cruz. ¿Por qué, Señor? ¡Por amor! ¿Por qué la Pasión? ¡Por amor! ¿Por qué la cruz? ¡Por amor!

          Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre, asume su destino. Lo hace en soledad. Nadie le muestra afecto.

          En nuestro mundo muchas personas mueren también solas, olvidadas de todos. Mendigos que se encuentran con la muerte en una fría y solitaria noche en el parque de cualquier ciudad. Ancianos ignorados por sus familias

          Como decía San Juan Pablo II en uno de sus últimos Vía Crucis; “Contemplando a Cristo muerto en la cruz, el pensamiento va a las tantas injusticias y sufrimientos que prolongan su pasión en cada rincón de la tierra. Jesús sufre y muere en cada persona castigada por el odio y la violencia”

          Siguiendo la reflexión de San Juan Pablo II podemos afirmar que Jesús muriendo en la cruz ha hecho suyo todo el dolor del mundo para transformarlo en amor.

          Como dice en sacerdote amigo; “ni la enfermedad ni la muerte tienen la última palabra sobre nosotros, porque con la compañía de Cristo, que ha vencido al pecado y a la muerte en su carne y que nos ha unido a Él, nosotros aguardamos la victoria final. Ese es el Misterio de Cristo”.

          Jesús no muere para liberarnos del dolor, pero sí del sinsentido del dolor. Jesús no muere para liberarnos de la muerte, pero sí del sinsentido de la muerte.

          San Juan lo explica muy bien: “...el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. (Jn 11-25-26)

Ahora ya no me acuerdo de nada, 
huyeron de mí todas mis dolencias. 
El ímpetu del ruego que traía 
se me ahoga en la boca pedigüeña.

 
          La celebración de la Semana Santa, el recuerdo de la pasión y muerte de nuestro Señor, nos tiene que enseñar a ver al que sufre. Impulsarnos a socorrerlo.

          Jesús nos mira desde la Cruz.

          Sabemos que Él nos necesita. Nos necesita para amar. Para que ayudemos con afecto y generosidad a nuestros semejantes. A las muchas personas que hoy sufren por la pérdida de seres queridos, que están enfermos, que pasan por dificultades... Cristo nos necesita. Tenemos que intentar hacer visible a Dios en nuestro mundo. No hay mayor fecundidad que la del amor.

          Jesús nos mira desde la Cruz.

En plenitud de vida y de sendero, 
dio el paso hacia la muerte porque él quiso. 
Mirad de par en par el paraíso 
abierto por la fuerza de un Cordero. 

          Todo se ha consumado. El hijo del carpintero, al que llamaban, Jesús el Nazareno, ha muerto clavado en una cruz en medio de dos malhechores. El mundo se oscureció. Las tinieblas y las sombras envolvieron todo.

          Pero como escribe el teólogo ortodoxo francés, Olivier Clement, “el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se verá colmado por el gran soplo de la resurrección”.

Y sólo pido no pedirte nada, 
estar aquí, junto a tu imagen muerta, 
ir aprendiendo que el dolor es sólo 
la llave santa de tu santa puerta.

          Ante la certeza de la Resurrección del Señor, los campos florecen, los pájaros cantan.

          Mágica por el cielo   
          La luna fulge, llena

          La luna, la hermosa luna de Parascebe, que ha visto todo lo ocurrido en la Semana de Pasión, se aleja silenciosa para que el sol brille en todo su esplendor.

          Porque la Pascua de Resurrección es el renacer a la Vida. Al amor. La resurrección de Jesús nos da una nueva luz, ¡la Luz! y energías renovadas para soportar las dificultades de la vida.

          Como dice papa Francisco en el mensaje de Cuaresma de este año: «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad”.

          Permitidme que os lea ahora un párrafo entresacado de una homilía que escuche hace uno días y que creo nos puede ayudar:

          “Señor, Tu vienes a mí, hazme conocer ese Misterio de Amor, que es capaz de cambiar mi corazón y hacerlo florecer de forma que también mi vida, como cuerpo de Cristo, unido a Él, pueda desbordar de amor a este mundo de muerte y pecado, de desconcierto, de soledad, de desesperanza, de desamor. La gran herida del mundo contemporáneo es la soledad y el desamor. Haz que ese Amor tuyo florezca en nosotros como fruto de ese crecimiento en el conocimiento de Cristo.  

         Se que no debo alargarme más, pero sólo una última reflexión redundando en el Amor que Dios nos tiene; Nos lo cuenta el evangelista San Juan (15, 9-11)

          “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi amor”. Jesús quiere que su alegría esté en nosotros y que llegue a plenitud

Pidámosle a Dios con todo nuestro corazón que nos ayude a ser cada día más conscientes del inmenso amor que Él nos tiene. Que esta realidad nos acompañe siempre y que podamos decir como Santa Teresa; “Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme”.  

 

                                    Feliz y santa Semana Santa.






VI Pregón de la Semana Santa de Grado 2017, pronunciado por D. Francisco García Alonso, Catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Oviedo.





Hermano Mayor, Sres. Cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, Sr. Parróco de Grado, Sras. y Sres :


 


Para mí fue una sorpresa recibir un correo de María Isabel Díaz López hablando de la Cofradía Cristo de la Buena Muerte de Grado y de su interés en que pudiera ser pregonero de la Semana Santa. Tras un momento de vacilación acepté muy agradecido.
Debo admitir que mi vinculación a Grado era, hasta ahora, tenue pero no desdeñable. Mi primera referencia personal a esta villa viene del que fuera coadjutor de la Iglesia de san Francisco de Asís de Oviedo, el sacerdote don Ángel María Fernández, con quien me une una buena amistad.  Fue diácono en esta parroquia y ordenado aquí por Monseñor Gabino Díaz Merchán en 1972. Después, alguna vez he venido con mi mujer y hemos dado una vuelta por el mercado. Finalmente está mi cercanía a la familia de Isabel Díaz, compañera de la Universidad de Oviedo, con la que emprendí la tarea de formar una asociación de Profesores Universitarios cuya misión es apoyar la doctrina de la Iglesia desde la vertiente académica. Una de sus hijas estuvo conmigo en Post-confirmación. También tuve más de una conversación con su hijo sacerdote sobre la iglesia y sobre los jóvenes.


De otro lado, siento gran admiración personal por alguno de los pregoneros que me han precedido en el uso de la palabra con los que he mantenido cierto trato. Me refiero a  Monseñor Juan Antonio Menéndez y a la Dra. Isolina Riaño Galán. De ambos solo he oído cosas buenas, sin duda porque los dos son profundamente cristianos.
Confieso que viví mi niñez y juventud en un ambiente donde las procesiones, en general, y las celebraciones de Semana Santa, en particular, formaban parte indisoluble de la vida cotidiana. Tanto en Benavides de Órbigo, donde fui monaguillo antes, durante y después del Concilio, como en el Bachillerato en León o durante mi primera vida universitaria en Valladolid, las procesiones de Semana Santa eran vividas no sólo de forma natural sino con intensidad y seriedad. Cuando llegué a Oviedo en el ya lejano 1982 fue una sorpresa que no las hubiese y también me sorprendió su reanudación con tanta fuerza y vigor. Todo ello me hizo reflexionar sobre el sentido de las procesiones de Semana Santa, reflexiones y pensamientos que quisiera hoy  compartir con todos Vds.


Las procesiones son, en primer lugar, una manifestación externa de la fe de los que las organizan y participan en ella. Una manifestación pacífica y respetuosa, en la que se propone  la contemplación de unas imágenes de gran belleza plástica, que remiten a unos hechos acaecidos hace dos mil años en una provincia remota del imperio romano.
Se trata de la representación (y por tanto predicación) del núcleo de la fe cristiana: “Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día”.
Nunca fue fácil predicar el cristianismo. Para los primeros cristianos que conocían perfectamente el horror de la cruz les resultaba imposible hacer una imagen del Señor clavado en ese patíbulo. Las primeras representaciones de Jesucristo en las catacumbas son unas amables figuras del buen pastor. Decir a los romanos  que el fundador de la nueva religión había muerto en la cruz era extremadamente duro y, para el pensamiento de la época, que solo admitía la inmortalidad del alma, la resurrección de la carne era impensable. Curiosamente, los sabios helenistas del momento creían en la existencia de una divinidad trascendente, pero, por eso mismo, les parecía pura insensatez que esa divinidad pudiera hacerse hombre y muriese en la cruz.  En resumen, tanto la muerte en cruz como la posterior resurrección de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, suponían una  enorme dificultad para los paganos mejor dispuestos.


Sin embargo, mucha gente sencilla entendió bien el mensaje porque se ajustaba maravillosamente a la realidad que vivían, a la realidad que todos vivimos: el dolor y el sufrimiento. La figura del Señor resultaba atractiva. Jesucristo era alguien que los podía entender porque había sufrido como ellos. Además, su resurrección, atestiguada por tantas personas honradas y generosas, les daba una fuerte garantía de veracidad. Finalmente, la promesa de una vida eterna feliz, a cambio de una vida honrada, casaba bien con la idea de un Dios bueno y justo, vencedor de la muerte.


El origen de las cofradías y hermandades hay que situarlo en el siglo XV. Las componían laicos que se unían con dos fines, la de apoyarse mutuamente en momentos difíciles (como enfermedades y muertes) y la de experimentar la Pasión de Cristo. El deseo de vivir el dolor de Cristo explica, de un lado, que abunden los Crucificados y las Dolorosas y, de otro, la existencia de penitentes, que se autoflagelaban. (Los penitentes fueron prohibidos después, en tiempos de Carlos III).
Cumplían además otra función, la de ser catequesis vivientes que todo el mundo podía entender y sentir. De esta manera, se fueron introduciendo escenas más complejas: Jesús ante Pilatos, la coronación de espinas, la flagelación etc.


El impulso definitivo se dio en el XVI Y XVII con la Contrarreforma, el gran movimiento de renovación de la Iglesia Católica tras el cisma de Lutero. La Iglesia apoyaba las manifestaciones externas de la fe frente al intimismo protestante y el uso de las imágenes para completar la catequesis de los fieles.
En nuestro tiempo sigue teniendo sentido salir en procesión. En primer lugar, porque las cofradías y hermandades que están detrás de la procesiones son muy necesarias. La fe no se puede vivir aisladamente, sino en grupo. Es verdad que la parroquia ya es una comunidad, pero el grupo pequeño arropa más y, en ocasiones, es insustituible. De otro lado, la labor de evangelización es urgente porque la sociedad en que vivimos cuestiona el núcleo de la fe cristiana.


En efecto, a muchos no les gusta la expresión “Jesucristo murió por nuestros pecados”. Están, en primer lugar, los que rechazan la noción de pecado. No aceptan imposiciones externas. Con ello vuelven a la situación que está tan bien descrita en la narración del pecado original. Están cediendo de nuevo a la tentación de la serpiente: “Seréis como dioses”. Son, por ejemplo, los que atentan de tantas maneras contra la familia y contra la vida. Sin embargo violentar la ley moral, inscrita por Dios en el corazón del hombre, no solo es pecado que afrenta a Dios, sino que es también un atentado contra el ser humano. El pecado no sólo es malo por ser rebeldía contra Dios, sino que, además, destruye al hombre. Y es fácil comprobarlo. Todos los esfuerzos para deshacer a la familia nos están llevando al suicidio demográfico. No tenemos niños.
En segundo lugar están los que rechazan el dolor de la cruz, los que no quieren sufrir de ninguna manera. Y es que, a pesar de nuestros avances, a pesar de disponer de maravillosos calmantes y eficaces anestesias, el dolor y el sufrimiento siguen estando presentes en nuestras vidas. Los hijos nos causan dolor, la pareja nos causa sufrimiento, la muerte nos causa pavor.
Finalmente están los que rechazan la cruz porque prefieren una solución más rápida y, a su juicio, más eficaz. Son los que prefieren la violencia como primera y única solución. Son los que desean acabar con la injusticia liquidando sumariamente a los injustos. Y ello a pesar de la experiencia del siglo XX, donde los regímenes totalitarios que se propusieron  hacer justicia mataron a millones de inocentes y crearon un estado de terror donde la gente era literalmente desposeída de toda dignidad.
Sin embargo, los cristianos, cuando sacamos a pasear por nuestras calles a Cristo en la cruz, anunciamos que nuestros pecados, personales y colectivos, son la causa última de la muerte del Salvador. En palabras de Benedicto XVI, que Dios simplemente no podía mirar para otro lado ante tanta maldad humana.
Lo sorprendente del caso y lo que causa maravilla es que Jesucristo no dice al que ha pecado que tiene que pagar por su pecado, que tanto le hizo sufrir en la cruz. Al contrario, lo que dice  es que,  si el pecador se arrepiente de sus pecados Él lo perdona, que, de hecho, ya ha saldado su deuda. Eso sí, el pecador tiene que intentar dejar de hacer el mal y hacer el bien y que, aunque la empresa es difícil, El estará a su lado para ayudarlo. Dios no es enemigo a la puerta, sino Padre amoroso.


Jesucristo agonizante rechazó la tentación de abandonar la cruz, como le pedían los sumos sacerdotes y los escribas. Más tarde, por boca de san Pablo, nos dirá que cualquier sufrimiento unido al suyo tiene valor corredentor. Resulta así que el dolor del que sufre puede ser sumamente valioso.  Más aún, el que sufre, si se une a Cristo crucificado, tiene un gran poder ante Dios para conseguir cosas buenas. Santa Mónica, la madre de san Agustín, es un ejemplo de ello. Pero yo mismo lo he vivido. Varias personas se confesaron antes de morir porque muchos lo pedimos insistentemente, ofreciendo nuestros sacrificios.
Torturado y escarnecido Jesucristo no clama justicia contra los que lo han maltratado, sino que suplica al Padre que los perdone. Incluso promete el paraíso al buen ladrón. Cristo en la cruz  muestra un camino diferente (y eficaz) para salir de la espiral de la violencia: el perdón y la conversión del corazón. La cruz es el antídoto contra el odio.
El mensaje cristiano no se agota en la cruz, sino que tiene su contrapunto en la resurrección de Jesucristo, verdadero fundamento de nuestra fe. Es verdad que creer en Jesucristo muerto y resucitado requiere el don de la fe. Pero la resurrección del Señor es la respuesta más sencilla que se puede dar al comportamiento de los apóstoles. San Juan Crisóstomo lo explica así: algo tuvo que pasarles a los discípulos de Jesús para que después del domingo Pascua se atrevieran a defender con su sangre la doctrina de un muerto en la cruz, mientras lo habían abandonado cuando aún estaba vivo y había esperanza de que hiciese un milagro de los que habían visto.
La resurrección nos abre las puertas del cielo. La esperanza en la existencia de algún tipo de vida más allá de la muerte es una constante de la humanidad desde sus albores. De hecho, el criterio que utilizan los antropólogos para saber si se hallan ante restos humanos (y no de simios más o menos evolucionados) es que haya enterramientos.
Los egipcios desarrollaron un extraordinario ritual y unas tumbas impresionantes para que el faraón primero, y los altos funcionarios después, pudieran gozar de una vida agradable tras su muerte. Sin embargo, tal tipo de vida no debía ser muy atractiva porque los israelitas, que conocían perfectamente los usos y costumbres egipcias, solo pensaron en la resurrección muchos siglos después. En efecto, entre los judíos hay que esperar al siglo I antes de Cristo, para encontrar referencias claras a una vida feliz (o desdichada) después de la muerte; por ejemplo, en el II libro de los Macabeos al describir el martirio de siete hermanos y su madre. En tiempos de Jesucristo los fariseos creían en la resurrección, pero los saduceos no.
Después de la resurrección nuestro cuerpo se parecerá al de Jesucristo resucitado, del que sabemos algo por los relatos evangélicos. De un lado debía tener cierta relación con el cuerpo que tenía cuando Jesús estaba vivo, porque lo reconocen como tal. Pero, por otro lado, tiene propiedades totalmente nuevas pues es capaz de atravesar las paredes del cenáculo. Y es que la resurrección es una nueva creación.
Alcanzar el cielo no es algo automático. Como se dice bellamente en la misa, el cielo (solo) está abierto a los que vivieron en amistad con Dios a través de los tiempos. También es doctrina segura la obligación de rezar por los difuntos y es una obra de misericordia enterrar a los muertos.
El cielo es un estado de felicidad perpetua, en el que gozaremos de la presencia de Dios, fuente de toda dicha, de la compañía de la Virgen, de todos los santos y de nuestros familiares y amigos cercanos. Dios que ha hecho millones de galaxias, flores de todos los colores, que nos ha regalado el amor de la madre y las maravillosas puestas de sol, no dejará de sorprendernos  más allá de toda imaginación.


La Semana Santa nos enfrenta a nuestra fe y, con el paso del tiempo, al acercarnos a la vejez y a la muerte es fuente de consuelo, porque da sentido a nuestra vida,  da valor a nuestro dolor y abre un horizonte de esperanza ante la incertidumbre de la muerte. Al salir en procesión anunciamos a nuestros conciudadanos estas buenas noticias. Les proponemos nuestra fe. Les ofrecemos nuestro pequeño testimonio. Pero, sobre todo, somos fieles a Jesucristo que nos envió a predicar el evangelio.
Por todo eso me parece admirable que vuelvan las procesiones, y os deseo de todo corazón que tengáis mucho éxito este año y el que viene y los siguientes. Que el Señor os bendiga.


Muchas gracias








V Pregón de la Semana Santa de Grado 2016, pronunciado por Dª Marián González Rúa, Directora Dpto. de Idiomas y Responsable de Comunicación de la facultad de Turismo de Oviedo. 



Hermano Mayor y Junta directiva de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de Grado, Sra. Concejala de Turismo, autoridades civiles y religiosas, familiares, amigos todos;


Gracias, muchas gracias, por haberme invitado a pronunciar el que será ya el quinto pregón de Semana Santa de esta Cofradía. Mis antecesores me han dejado el listón muy alto y me va a costar estar a la altura pero como a mí me gustan los retos, vamos a intentarlo.


Fue pionera, en el 2012, mi colega y amiga la Dra. Alicia Laspra a la que tantas cosas tengo que agradecer. Si bien a los dos siguientes pregoneros no he tenido el gusto de conocer, me refiero aquí a D. José Gonzalo de la Huerga Fidalgo, Magistrado y Miembro del Consejo de Gobierno de la Xunta de Galicia y a la Dra. Isolina Riaño Galán, Jefe de Pediatría del Hospital San Agustín de Avilés. No me sucede lo mismo con mi inmediato antecesor, Monseñor Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga, que comenzó su andadura como párroco en cierto lugar que, al contrario de lo que decía Cervantes, yo de cuyo nombre sí quiero acordarme y al que luego me referiré.


Creo que fue en el mes de noviembre, sí recuerdo que era viernes y ya casi por la noche, cuando sonó mi teléfono, nada raro evidentemente en nuestros tiempos. Lo poco frecuente era la propuesta que me llegaba del otro lado, la de estar aquí hoy con todos ustedes, anunciar el pregón de una celebración, la de Semana Santa, y nada más y nada menos que en una villa que me es tan cercana porque, dirán ustedes, que la pregonera debería ser moscona, como los anteriores, así que me he propuesto demostrar que si bien no soy nacida aquí tengo un profundo cariño a esta villa que me conozco muy bien y a la que me unen gustos, tradiciones y devociones que les voy a manifestar en los próximos minutos.    Será este un pregón de amor, de gratitud y de fe.


No les descubro nada nuevo al decirles que el concejo de Grado limita al norte con Candamo y Las Regueras, al este con Proaza, Santo Adriano y Oviedo,  al oeste con Belmonte de Miranda y Salas y al sur con Yernes y Tameza y Teverga. Pero lo que no sabrán muchos de ustedes es que esta pregonera que hoy les acompaña es tevergana, así que ya ven que si bien no soy moscona, sí de la oreya llarga. Y de los moscones y teverganos podría decirse lo mismo que de gallegos y asturianos, todos primos hermanos. Crecí en el pueblo de Quintanal, parroquia de Villanueva, en el valle de Valdecarzana, donde el primer marqués de mismo nombre fue el mayor poseedor de vasallos y de cotos jurisdiccionales. El grueso de los bienes amayorazgados estaba englobado en una serie de vínculos que se perpetuaron dentro de la familia a lo largo de varios siglos y que se concentraba principalmente en el valle de Valdesampedro, de donde procedía el linaje para posteriormente incrementar lo recibido con la agregación de los cotos de Villanueva y Coalla aquí en Grado. Así que miren ustedes por donde que hasta tenemos en común a dicho marques de cuyo nombre en este caso, casi es mejor no acordarse.


Pero dejemos al marquesito y volvamos a mi infancia, al pueblo de Quintanal de donde guardo tantos recuerdos entrañables, de esos que cuando se viven parecen insignificantes pero que a medida que pasan los años se vuelven grandiosos. Yo recuerdo, por ejemplo, que las noches de verano dormía con mis abuelos, mi abuelo se marchaba muy temprano a atender el ganado, a brañar, y mi abuela a sus quehaceres diarios pero, lo primero que hacía, era fregar con mucho esmero la chapa de la cocina, yo desde la cama oía el ruido de la lija sobre la chapa y lo revivo con inmensa nostalgia cada vez que yo lo hago aunque, he de confesar, que ni una sola vez me ha quedado como a ella, creo que por eso le he comprado una tapa que esconde las imperfecciones.


Por aquel entonces, cuando alguien se casaba, si la boda era sencilla nos íbamos de convite a alguno de los restaurantes de San Martín de Teverga pero claro que si el asunto era de más copete entonces ya veníamos a Grado. Lo mismo sucedía con la ropa, de hecho, hasta para el día de mi boda vine a comprar aquí mi flamante vestido, no les diré dónde para no hacer gratuita publicidad aunque de mucho amor lo haría. Años, después, con el mismo amor volví con mi hija mayor para su vestido de comunión.


Y es que Grado es tierra de cruce de caminos. En este concejo confluyen y divergen dos de los itinerarios culturales y vías de comunicación más importantes de la historia europea: el Camino de Santiago Primitivo y el Camín Real de la Mesa, antigua calzada romana. Su naturaleza de encrucijada le ha conferido a estas tierras y a quienes en ellas habitan un carácter abierto, cosmopolita, y hospitalario. Si a esta circunstancia unimos la fertilidad de unas vegas alimentadas por las aguas del Cubia y el Nalón, obtendremos como resultado no sólo una huerta de primera calidad sino una cultura comercial que se traduce en un comercio local muy profesional, unos tocinillos que son verdaderamente celestiales y otras ‘llambionadas', la barreña una de mis favoritas, que por algo dice el proverbio: ¡De Grado, el cielo y el suelo!


Y si hablamos de huerta, justo es hablar también de ferias y mercados. Pocas cosas habrá tan importantes en Grado como su mercado tradicional. La historia e incluso el nacimiento de la villa tienen mucho que ver con esta cita comercial que hoy en día sigue vigente.


Las tradicionales y popularísimas ferias de Grado, la Flor primera, pasada la Pascua de Resurrección y la Flor postrera, seis semanas después. La fiesta de Santiago, la romería de Santa Ana y si hablamos de ganado la de San Simón el 28 de octubre, a la que antaño venían los habitantes de este Concejo y sus limítrofes Candamo, Las Regueras, Pravia, Miranda, Salas, y hasta Illas y Soto del Barco, a hacer acopio de ropa de abrigo para el invierno. Tenían aquí asombrosa demanda las mantas y cobertores de Palencia, los lienzos gallegos y las famosas estameñas de Teverga, Somiedo y demás pueblos brañeros, porque desde el escarpín hasta la saya de la mujer y el calzón del hombre de aldea, salía de San Simón. He leído, además, que eran muy famosos los jamones, que aquí se mercaban ese día y que salían casi en su  totalidad fuera de Asturias. Me van a permitir que aquí, discrepe un poco, porque bien es sabido que, de toda la vida, los cerdos mejores han sido los de la oreya llarga.


 Pues bien, tras este breve recorrido por fiestas, mercados y tradiciones llegamos a las devociones, a la Semana Santa, tiempo en el que cada católico recuerda los comienzos de su religión y la culminación de la vida terrenal de Jesús. Cada día de la semana conmemoran los sucesos de aquella época, hagamos un brevísimo repaso por cada uno de los días de Semana Santa.
El Domingo de Ramos recuerda la llegada de Jesús a Jerusalén, la Tierra Santa. Al llegar, sus fieles lo recibieron con fervor y gran entusiasmo, por eso este día en las iglesias, los creyentes llevan ramas de olivo, de laurel, palmas como símbolo de su fe. A mí me sucede lo mismo que decía el año pasado en su pregón Monseñor Juan Antonio Menéndez, cuando recordaba lo bonito de aquellos ramos de laurel que llevaban los niños adornados con naranjas, rosquillas y caramelos. Afortunadamente sigue haciéndose en algunos pueblos y yo cada año los preparo con espero para mis hijas y nos los comemos después a la salida de misa.


El Lunes Santo, Jesús vuelve a Jerusalén y se dirige al templo, pero lo encuentra convertido en un mercado. Jesús se enfrenta a los vendedores y los echa del lugar, enseñándoles que se trata de un lugar sagrado al que había que respetar, un lugar donde se iba a rendir culto.


El Martes Santo es el día en el que Jesús anuncia su muerte, causando un gran pesar ante sus discípulos.
El Miércoles Santo recuerda el momento en el que Judas, uno de los doce discípulos del Señor, se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús y se ofrece a entregarlo a cambio de 30 monedas de plata.


El Jueves Santo la Iglesia Católica conmemora la Eucaristía en la Última Cena de Cristo. Esa misma noche, Jesús es entregado por Judas y es puesto en prisión.


Llega el Viernes Santo momento en que Jesús es sometido a un juicio y torturado. Recibe la corona de espinas sobre su cabeza y le cargan la cruz. Así recorre la ciudad de Jerusalén. Al mediodía es crucificado.
Durante el Sábado Santo Jesús permanece en el sepulcro. En la Vigilia Pascual los fieles siguen a la espera, con la esperanza de la resurrección.
Y así alcanzamos el Domingo de Pascua que es Domingo de Resurrección, día en el que Jesús sale de su sepulcro.

La Semana Santa debe ser tiempo para reflexionar, para parar un momento en esta vida que llevamos tan loca y pensar que si alguien ofrendó su vida para que vivamos en paz, bien merece que recapacitemos sobre aquellas cosas que podemos hacer para realizar cambios positivos en nuestras vidas, en lo que nos rodea, en nuestros trabajos, en nuestras familias. Tenemos que ser conscientes de tantas cosas que nos pasan inadvertidas:

1. Despertamos cada día. Tan sólo el hecho de despertar es algo por lo que debemos de estar agradecidos. Estar vivos nos permite amar, disfrutar, tomar decisiones, actuar y hacer de nuestro día el mejor.

2. Un nuevo día para aprender y ganarnos el pan. Agradezcamos todos los días la oportunidad que tenemos para aprender algo nuevo y más si encima tenemos la fortuna de tener un trabajo. Hay muchas personas que no tienen la posibilidad de aprender ni de trabajar, agradezcámoslas y aprovechémoslas aquellos que contamos  con ello.

4. Un hogar en el que vivir, comer, dormir. Realmente somos afortunados si no somos de aquellos que viven en un coche, en una casa o edificio abandonado, en una choza o en un banco de un parque.
5. Comida. La mayoría de nosotros no nos hemos visto en la necesidad de hacer colas de 2 y hasta 4 horas para comprar un poco de pan o algunos huevos. No sabemos lo que debe sentirse al esperar que llegue un camión de la cruz roja cargado de cajas de arroz. Nunca nos hemos tenido que parar en la parte de atrás de un restaurante a esperar a que saquen las sobras de la comida para poder alimentarnos. Todo esto es algo que tenemos que tener presente cada vez que nos alimentemos y agradezcamos la oportunidad de poder hacerlo. Pero se nos olvida, qué pena.

6. Amigos, familia, hasta mascotas. La mayoría de nosotros tenemos una o más de estas cosas en la vida. En algunas partes del país y del mundo, hay personas y niños que están solos.
7. Vivimos en un país democrático o por lo menos sin dictadura. No tenemos tanques ni soldados armados caminando por nuestras calles las 24 horas del día. La vida y el gobierno en nuestro país no es para nada perfecto pero la verdad es que si lo comparamos con otros países, podemos hacer una vida que muchos quisieran, con todo y las faltas que sabemos que nuestro país tiene.

8. Cada momento agradable de nuestras vidas. Hay muchos momentos durante el día que tenemos experiencias agradables con nosotros mismos y con los demás que debemos agradecer, porque todos esos momentos juntos son los que conforman la paz y la felicidad de cada ser humano.

9. Que tengamos salud cada día. Con salud podemos hacer todo lo que queramos, cumplir nuestras metas y sentirnos bien con nosotros mismos.

Y si todo esto somos capaces de hacerlo juntos, en comunidad qué mejor. Por eso no puedo terminar sin dar la enhorabuena a quienes, en el año 2010, impulsaron la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y a todos los que después se fueron uniendo a ella.

Dentro de la Iglesia, una cofradía es una asociación de bautizados, unidos para hacer el bien y ayudarse en su vida cristiana tratado de buscar el fomento de una vida mejor. El sacerdote D. Manuel Amezcua en su libro "Iglesia en Camino", abogaba ya en el año 1998 por una cofradía renovada y proponía diez formas de construir y revitalizar una cofradía, permítame que yo me incida aquí en tres de ellas:

1. El amor al prójimo debe ser concreto y real, y no fingido o superficial. Y con gestos definidos, que partan de la misma Cofradía o que apoyen otras iniciativas.

2. Hacer que la Cofradía sea un ámbito de participación creativa y comunitaria, sin protagonismos individualistas, para la búsqueda de objetivos comunes que ilusionen a todos.

3. Poner tanto amor, tanta reciedumbre y tanto tesón que las dificultades no puedan ocultar la luz en el servicio al prójimo más necesitado y en los lazos de la amistad cofrade. Si el orgullo impide la amistad y los gastos suntuarios la solidaridad, entonces no hay Hermandad posible por mucho que así se las llame o tengan siglos de antigüedad.

Vivan su Semana Santa, disfruten de estos días, regalen amor y agradecimiento en la misma medida pues decía el poeta Virgilio que "Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido."  Termino con mi sincero agradecimiento "Uno puede devolver un préstamo de oro, pero está en deuda de por vida con aquellos que son amables." Yo estaré siempre en deuda con todos ustedes.

 


IV Pregón de la Semana Santa de Grado 2015, pronunciado por Monseñor D. Juan Antonio Menéndez. Obispo Auxiliar de Oviedo

Grado, 2015


 


Ilmo. Sr. Alcalde, Rvdo. Sr. Cura párroco, Hermano Mayor y Junta directiva de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de Grado, señoras y señores.


 


Es la primera vez que intervengo en un ámbito civil y no religioso en esta tierra que me vio nacer a la vida humana y divina. A veintiún kilómetros de aquí, en el “pueblín” de Villamarín de Salcedo de este maravilloso concejo moscón, abrí mis ojos y vi  la primera luz, oí las primeras voces, di los primeros pasos, aprendí las primeras letras y los primeros números, recé por primera vez y sentí en mi corazón  que el Señor me llamaba a ser sacerdote. Aquí, en el concejo de Grado están las raíces de mi vida, el fundamento de mi existencia  terrena y el amor primero del que San Juan nos habla en su evangelio. Me siento muy orgulloso de ello y por eso no oculto que soy, por este orden, “rapiegu”, “salcedanu” y “moscón”.


Os decía que en estas tierras recibí la fe, comencé a rezar y sentí la llamada al sacerdocio. En este breve pregón de la Semana Santa de Grado en la que participaré plenamente acompañando a los sacerdotes, a las religiosas y a los seglares y cofrades, me gustaría recordar cómo se vivía la Semana Santa en mi pueblo allá por la década de los años sesenta.


El domingo de Ramos, con el que da comienzo la Semana Santa, era un día para estrenar algo siguiendo la tradición popular de que  “quien no estrena en Ramos no tiene ni pies ni manos”. Siempre se estrenaba algo Podía ser  un simple pañuelo a unos zapatos, comparados en “Casa Mérita” o a un pantalón corto hecho en la sastrería Feito… Lo más significativo de la fiesta de Ramos era precisamente el “Ramu”. Por aquel entonces no nos habían invadido las palmas sofisticadas del Levante español. El “Ramu” era de laurel, símbolo de la victoria de Cristo. Por la mañana temprano se cortaba del árbol y se partía  por la mitad para incrustar en él una naranja -la única que comíamos en el año-. Los ramos de los niños pequeños y las niñas llevaban una naranja, las de los niños mayores llevaban dos porque podía soportar el peso. De las ramas colgábamos caramelos y rosquillas con sabor a anís a las que los niños  mirábamos embelesados esperando el momento de engullirlas después de la Misa.


He celebrado en muchas parroquias de Asturias el día de Ramos y, con tristeza, observaba que se perdía  esta tradición de nuestro Ramu de laurel adornado con naranjas y dulces. En su lugar los niños portan palmas muy adornadas  y engalanadas. Pero no forman parte de nuestra antigua tradición.  El ramu, así adornado, no sólo  recuerda  los ramos que portaban los niños hebreos cuando salieron a  recibir a Jesús al entrar en  Jerusalén, es signo de Cristo que vence al pecado y a la muerte en el árbol de la cruz. Me gustaría recuperar  esta tradición del Ramu en aquellas parroquias donde se haya perdido y que  los niños cristianos asturianos vuelvan a  aclamar a Cristo que entra en Jerusalén con el Ramu tradicional adornado con naranjas, caramelos y rosquillas.


En Villamarín no teníamos procesiones ni otros actos especiales de la Semana Santa hasta el Triduo Pascual. Recuerdo que en mis primeros años, durante  toda la semana, no había más celebración  que el Via-crucis el Viernes Santo dirigido  mi madrina Lucía. Desde muy pequeño me encomendaban llevar la cruz o acompañar con una vela. Otra tradición que también hemos perdido o abandonado. No sé por qué la gente de los  pueblos de nuestra tierra han perdido estas costumbres de reunirse en las iglesias o capillas para rezar el Via-Crucis los días del Triduo Pascual. Quizá la secularización de las costumbres lo ha hecho posible. Los cristianos tenemos que descubrir de nuevo que las capillas e iglesias, tan hermosas que tenemos en el concejo, están ahí para usarlas y su uso principal es la oración comunitaria. Oración que cualquier  cristiano puede dirigir  sin esperar a que llegue el sacerdote o una religiosa  para hacerlo.


Cuando D. Vicente Suárez, párroco de las Villas y encargado de Villamarín, pudo comprar un Seat 600, entonces comenzamos  a tener los oficios propios del Jueves y del Viernes Santo en la iglesia parroquial. Quiero relataros por la importancia que tuvo en mi vida la experiencia del  Jueves Santo del año 1968.


Aquel jueves transcurría como muchos otros días de mis vacaciones escolares -aún teníamos escuela en el pueblo con unos veinticinco alumnos de todas las edades- Mi padre me había mandado a “llindiar” (vigilar) las vacas a un prado  cercano al pueblo llamado “Paraxas”.  Este trabajo me resultaba tremendamente aburrido por  eso llevaba un libro para leer, a pesar de que mis padres  me reñían porque, enfrascado en la lectura, las vacas pasabsn el límite del prado y se ponían a  pacer en el  prado del vecino. 


Aquel día llevé un libro que me habían regalado titulado: “Rey de Reyes”. Era un libro infantil  que resumía la película del mismo nombre. Leí con fruición el relato de la Pasión, muerte y resurrección del Señor -quizá la primera vez que lo leía con una cierta consciencia- Me impresionó de tal manera que mis ojos se llenaron de lágrimas al conocer lo que el Señor sufrió por nosotros los hombres y por nuestra salvación. 


El lugar donde pastaban las vacas estaban muy cerca de la Iglesia. Antes de  la hora de comer llegó mi padre y me relevó en la vigilancia. Al marcharme, no fui directamente a casa. Pasé por la Iglesia donde algunas personas  estaban preparando todo lo necesario para la celebración de los Oficios de la tarde. Sentí un gran consuelo y una gran paz en mi corazón al entrar en aquel lugar sagrado el cual,  desde niño, era como mi segunda casa.


Pero fue  en la tarde noche del Jueves Santo cuando sentí con más fuerza el consuelo del Señor. Habíamos asistido a los Oficios propios de ese día y, como siempre, yo había ayudado a la Misa de la Cena del Señor como monaguillo. En la radio, por cierto, comprado en Radio Mosconia, ponían música clásica y gregoriano. Tengo que confesar que por  aquel entonces, este tipo de  música me resultaba un poco pesada. Sin embargo me gustaba mucho la melodía gregoriana de la “Misa de Angelis” que cantaba mi madrina y algunas mozas del pueblo en la Misa de San Benito, acompañadas de la gaita del recordado Belarmo, “el gaiteru de las Coruxas”.


Mi madre estaba cocinando la cena y mi padre jugaba a las cartas. La cena en los pueblos tenía siempre  un menú muy rutinario: sopas de pan, arroz con patatas, papas o rabón como primer plato y leche con pan (“las migayas”) como segundo y postre. Mi madre me dijo: “- Juanin, hay que bajar a Grado para enterarse  qué hay que hacer para matricularte en el Instituto porque la maestra dice que vales para estudiar”. Lo de bajar a Grado en aquel entonces era todo un acontecimiento. El viaje se preparaba como se preparaba una fiesta.  Autos Suárez pasaba por Villamarín a las ocho menos diez de la mañana y no regresaba hasta las siete y media de la tarde. Necesariamente todo el  día teníamos que deambular por Grado. Por eso el recuerdo que tengo de esta hermosa villa es un recuerdo agridulce. Por una parte,  me fascinaba ver los escaparates, el “mercao” de los miércoles o  de los domingos, las luces y los árboles de Navidad en el parque, comer en Casa Pepe el Bueno o en la Tamezana, ir a visitar a D. Francisco, el médico, etc; pero por otra me resultaba muy aburrido esperar, en el Café Cangues, varias horas después de comer hasta que salía la “línea”.


Mi respuesta fue rápida y contundente, como si alguien hablara por mí. “No, mamá, yo quiero ir al Seminario de Oviedo porque quiero ser cura”. Inmediatamente mi madre apoyó mi propuesta y me dijo: “Pues, entonces, hay que hablar con el cura”. Mi padre no lo vio tan claro porque él quería que siguiera con el ganado y las tierras, cosa que hubiera sido un fracaso porque no tenía vocación para ello.

En aquel momento, ayudado por una fuerza interior que es la gracia de Dios, tomé la decisión más importante de mi vida. Y desde  aquel momento hasta el día de hoy, puedo decir que no me he apartado de la llamada que el Señor me hizo a servir al mundo y a la iglesia como sacerdote. Doy gracias a Dios por haberme concedido el don de la constancia y la fidelidad a la  decisión tomada con tan solo once años. Ese momento tan fugaz como solemne configuró mi existencia, una existencia que a día de hoy puede decir  que me ha llenado de felicidad, de paz y amor a Dios y al prójimo.

El Viernes Santo era un día de silencio y de vela ante el Santísimo Sacramento. Cada casa tenía programada una hora de vela y de oración. El altar mayor estaba lleno de vasos con agua, aceite y una mecha encendida que alumbraban todo el día hasta los Oficios de la tarde. La gente esperaba el comienzo del oficio del Viernes Santo con cierta morbosidad  por  ver al cura postrado en el suelo en memoria de la muerte de Cristo.

En las casas, durante el día, las mujeres amasaban el pan dulce de la Pascua, el pan de Pascua. No era de trigo sino de escanda como todavía se sigue elaborando  en la panadería de Las Cruces. Su elaboración no era cosa fácil porque  tardaba mucho tiempo en “lleldar”, es decir, en fermentar. Lo impedían las yemas de huevo, la mantequilla  y el azúcar que llevaba. Para los niños era un verdadero acontecimiento ver a las mujeres amasar en la masera el pan, “arroxar el fornu” con la “arroxadura” (la leña) que traían los paisanos del monte y hacer panes, los bollos y las rosquillas  con caprichosas formas transmitidas de generación en generación. Se adornaban especialmente aquellos que los padrinos y madrinas iban a regalar a sus ahijados. Este pan dulce de pascua  se compartía con la familia y se intercambiaba con los vecinos –como también se hacía con el adobo en el samartino- El pan duraba  toda la semana de Pascua y, a hurtadillas, los niños, abríamos la tapa de la masera y comíamos  los cuernos de las  rosquillas que  nos sabían a gloria.

La Semana Santa concluía con la celebración de la Misa  del domingo de Pascua y la bendición del agua que, una vez bendita, la gente llevaba para sus casas al objeto de bendecir las casas, las tierras, los prados y el ganado. Durante la cincuentena pascual se bendecían los campos con el ramo del laurel bendecido el domingo de Ramos y el agua bendita el día de Pasuca. Generalmente lo hacía las mujeres  con esta  oración: “Fuera sapos, fuera ratos, fuera la mala maldición que ahí os va el agua bendita y el “ramu” de la Pasión”. Hasta aquí  mis emocionados recuerdos de la Semana Santa en  Villamarín. Unos recuerdos gravados a fuego en el alma que difícilmente olvidaré.

Estos días Santos son jornadas muy singulares para aquellos que tenemos fe y para los que con  un espíritu sensible buscan la verdad. Fruto de esta sensibilidad cristiana habéis fundado aquí en Grado la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte para tributar culto público al Señor crucificado y a su Santísima Madre por las calles de Grado el Miércoles y el Viernes Santo. Alabo esta iniciativa y os invito a que todos los cofrades conservéis siempre  el espíritu religioso y cristiano que da sentido a todos los actos que realizáis estos días.

Los cofrades tenéis que ser muy conscientes que cuando procesionáis por las calles de Grado nadie queda indiferente ante el paso  del Cristo de la Buena Muerte. Ni los cofrades que contempláis las imágenes con un cariño especial y al mirarlas  suplicáis la  bendición divina para vosotros y vuestras familias; ni los vecinos que no son creyentes pero  las miran con respeto,  ni los turistas que las ven  con indiferencia. Todos son alcanzados por el ambiente espiritual  que se crea entorno a la belleza de una procesión bien organizada. Por eso no escatiméis  esfuerzos para procesionar y para hacerlo  lo mejor posible. Una procesión no es una cabalgata, ni una manifestación. Es una expresión de fe del Pueblo de Dios que peregrina detrás de la cruz de Cristo  hacia la Casa del Padre.


Para hacerlo bien es necesario que los cofrades seáis buenos actores y os sepáis el guión de lo que representáis.  Os propongo como  referencia el ejemplo del protagonista de la película de “La Pasión” dirigida por Mel Gibson en el año 2004. El director quiso  expresar en este film  la realidad más cruel de la Pasión y muerte del Señor. Afirmaba  en una entrevista: “Quería que fuera chocante. Y quería que fuera extrema... Para que vieran la enormidad, la enormidad del sacrificio; para que vieran que Alguien pudo soportar todo ello y, sin embargo, continuar transmitiendo amor perdón, incluso después de un dolorsufrimiento y ridiculización extremos”.  

Jim Caviezel  fue el actor que protagonizó el personaje de Jesús. Decía en  una entrevista concedida al diario La Nación de Buenos Aires: “Cuando estuve en la cruz, era tan terrible que cuando dije Dios mío, por qué me has abandonado... ¡literalmente lo sentía! Para mis adentros decía: Obviamente, no te importa si hago o no este film... ¡quién sabe si existes! Y empecé a dudar. Pero le digo que, haciendo todo esto, me di cuenta profundamente de que El existe. Ahora no dudo de que lo amo más que antes. Siento que soy un testigo de lo que ocurrió. Eso es lo que ocurrió, y no fue fácil. No quisiera volver a hacerlo nunca. Pero lo hice, y eso es lo que importa”. Y más adelante afirma que comulgaba todos los días antes de rodar las escenas de la película. Preguntado  por qué lo hacía, respondió: “Para prepararme mejor para el rol… hasta ese punto me comprometí con Cristo.”

Pues bien, el secreto y el misterio  de las  procesiones de la  Semana Santa está precisamente en que aflore al exterior la fe y la devoción que cada cofrade lleva dentro, la fe que lo sostiene y el amor que lo hace hermano. Ese ambiente espiritual que manifestáis los cofrades, no sólo en las procesiones, sino a lo largo de todo el año es lo que atrae a la gente y hace que se interroguen por qué hay personas que no tienen rubor en comprometerse públicamente con  su fe cristiana manifestándola por las calles, por qué no se esconden para hacer le bien a los más desfavorecidos, por qué  no se cruzan de brazos ante las necesidades pastorales de la parroquia.


Concluyo agradeciendo a la Cofradía y a las autoridades la invitación que se me ha hecho para proclamar este Pregón con el que iniciáis los actos más solemnes de la Semana Santa. Quizá este Viernes  Santo también el Señor al que representa la imagen  del Cristo de la Buena muerte, al pasar  fije su mirada en algún joven   de este querido concejo  y le diga al oído del alma: “Ven y sígueme”. Y el joven con el arrojo y la valentía que caracteriza a la juventud moscona le responda: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.



 
20 de marzo de 2015

+ Juan Antonio Menéndez
III Pregón de la Semana Santa de Grado 2014, pronunciado por Dª Isolina Riaño Galán.
Jefe Pediatría del Hospital San Agustín de Avilés










PREGÓN SEMANA SANTA


COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE

VIERNES, 4 de abril de 2014

Sr. Alcalde Presidente de la corporación municipal de Grado, Autoridades, Sr. Hermano Mayor y Sr. Secretario de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte; Sres. Cofrades, Sr. Párroco de Grado, Sras. Y Sres., amigos todos:

Es un honor para mí que la Cofradía me haya invitado a pronunciar este tercer pregón de la Semana Santa en esta querida villa moscona, a la que me unen raíces muy profundas.

Mis padres me enseñaron desde bien pequeña que de bien nacidos es ser agradecidos y que hay que dar gratis lo recibido gratis. Recojo de mi maestro en Bioética, el profesor Diego Gracia, la imagen que divide a los seres humanos en dos grupos con actitud antagónica ante la vida, el tipo Narciso y el tipo Pigmalión. La primera actitud es la de quienes, como el Narciso de la mitología griega, al contemplar su propia imagen replican satisfechos: “Merezco todo lo que tengo”, a diferencia del rey chipriota Pigmalión, que ante la presencia de la belleza, pidió a los dioses poderla gozar en plenitud, y agradecido exclamó “Tengo más de lo que merezco”. Personalmente me identifico más con este segundo modo de ser, lo que me hace sensible a los dones que recibo sin merecimiento propio, y ante los que no me cabe sino el sentimiento de gratitud, y la palabra quizá más profunda que un ser humano puede pronunciar: gracias. Gracias a todos ustedes, gracias a la Cofradía…. Y como gratitud obliga, haré lo posible por corresponder a la confianza, merecida o no, eso ya no importa, que habéis depositado en mí.

Quiero recordar de modo especial a personas de Grado que en algún trayecto de mi vida me acompañaron y que ya están en la otra orilla, como a D Servando, párroco durante muchos años de Grado, a Sindo (que fue uno de mis catequistas de Confirmación y me invitó a un Cursillo) y otros cuyo nombre está grabado en mi corazón.

En realidad mi familia procede de Somiedo y siguiendo el curso de los ríos llegamos a Grado, primero el río Somiedo llevo a mis padres a Almurfe (Belmonte) donde yo nací y luego siguiendo el río Narcea, nos asentamos a orillas del Nalón, primero en Peñaflor (adonde yo llegue con 6 años) y luego ya en Grado. O sea que se puede decir que crecí “moscona”, pues aquí pasé mis años de infancia y juventud, aquí tengo mis amigos de infancia, que son para siempre, muchos recuerdos de las fiestas de Santana, las Flores, y en especial fui asidua del campamento de Matueca primero de niña y luego ya de monitora y hasta de pinche de cocina!,…

Y ya sin más dilación quiero compartir mis reflexiones como médico, como aspirante a experta en Ética y como creyente. Este pregón que es anuncio público del inicio de la Semana Santa, en la que recordamos y celebramos la Pasión de Cristo. Y quiero poner el acento de este pregón de la Cofradía del Cristo de la Buena muerte, precisamente en la buena muerte.

Porque por más que la muerte sea un tema tabú, es algo que tenemos por seguro desde que nacemos. Y siguiendo con el símil de los ríos parafraseo a Jorge Manrique nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos; y, llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos”.

Como dice el Eclesiastés, 3, 1-8, “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo; hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado (…….). Un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse”.

Pido perdón por la osadía. Bien sé cómo ya se ha dicho que ni al sol ni a la muerte pueden mirarse de frente. Y que la muerte más que un problema que podamos resolver es un misterio. Misterio en que participamos, un misterio en el que cada uno es el protagonista, porque nadie puede morir mi propia muerte.

La vida y la muerte forman parte de un itinerario común e inseparable. Si miramos al pasado, ya desde la edad Media, hay textos escritos que recogen la preocupación de la persona ante la muerte. El “Ars moriendi” («El arte de morir») contiene consejos sobre los protocolos y procedimientos para una buena muerte y sobre cómo «morir bien», de acuerdo con los preceptos cristianos de finales de la Edad Media. Fueron escritos durante un periodo en el que los horrores de la peste negra estaban muy presentes en la sociedad. Fue el primer paso en la construcción de una tradición literaria occidental en torno a la muerte. Y curiosamente, en el año 2014 de nuestra era seguimos hablando, deliberando, reflexionando sobre este mismo tema.

Los conflictos y problemas éticos son inherentes a este proceso para lograr un morir digno. En la actualidad se reconoce como necesarios para un buen morir el acceso a recursos sociales y sanitarios que impidan el sufrimiento, la aplicación correcta de diferentes tratamientos, la administración de los cuidados adecuados que aseguren una muerte digna y ante todo, el respeto a los valores, creencias y modos de ser de la persona que va a morir.

La Medicina ha cambiado en estos últimos años más que en cualquier otro periodo de su historia. Los nuevos avances técnicos han revolucionado los hechos de nacer y de morir. El pluralismo moral de nuestra sociedad y la mayor conciencia que los usuarios de los servicios de salud tienen de su autonomía han hecho conflictiva la toma de decisiones. La posibilidad de manipular el momento de morir se ha hecho patente en casos que han conmovido a la opinión pública. Quizás el detonante fue el de Karen Quinlan en los años 70, chica de 18 años en estado vegetativo permanente cuyos padres solicitan que sea desconectada del respirador, para que pueda morir en paz. En el año 1975, moría tras una larga agonía el General Franco. En el año 2004 la polémica sobre la muerte dignase reavivó intensamente en España con la película de Alejandro Amenábar, “Mar Adentro”, que relataba de forma sensible la historia de Ramón Sanpedro (un tetrapléjico gallego que durante años solicito ayuda para morir, logrando su objetivo en 1998). Más recientemente tenemos el caso de Inmaculada Echevarría y otros que son noticia de primera página en los medios de comunicación. En los últimos días, el debate ha surgido de nuevo por la legalización de la eutanasia infantil en Bélgica.

Hay que señalar distintos significados de la palabra "eutanasia" que añaden confusión al debate. Etimológicamente, el término eutanasia significa buena (Eu) muerte (thanatos).Es un ejemplo de lo importante que es clarificar el contenido que damos a las palabras.

Morir con dignidad no quiere decir alargar desproporcionadamente la vida biológica pero tampoco propiciar la muerte sino ejercer la responsabilidad solidaria mediante el gesto acogedor, la palabra, la mirada respetuosa, la proximidad.

Con respecto a la idea de muerte digna, la Ley 41/2002, un hito decisivo en la configuración de las nuevas relaciones médico – paciente, supone importantes aportaciones:

1. La idea central del consentimiento informado con la repercusión que ello tiene en el derecho a la verdad y a la participación en la toma de decisiones, por ejemplo, en las de sedación paliativa.

2. Establece el derecho a rechazar tratamientos o a retirar el consentimiento antes otorgado

3. Regula las decisiones de representación y de los Testamentos vitales (Instrucciones previas), algo reiteradamente solicitado (desde muchos años antes la CEE había promovido la difusión de unos testamentos vitales, aunque carecían de validez legal).

En todo este tiempo, los juristas, los bioeticistas, los médicos, los teólogos, los profesionales sanitarios, los ciudadanos, todos, hemos hecho, poco a poco un largo camino. Ahora sabemos que no nos da tiempo a aprender a morir. No se puede repetir si sale mal. Sólo tenemos una oportunidad. Por eso conviene prepararse para ello, nosotros y nuestros seres queridos, también los profesionales que nos acompañen. Para eso hay que pensar en ello, hablar de ello. Nos cuesta, nos da miedo o pudor, pero hacerlo no es ser morboso o masoquista. Es más bien hacerse más consciente de lo limitado de nuestra historia, comprender que el libro de nuestra biografía tuvo una primera página, y también tiene que tener una última.

Todos queremos morir bien, con calidad y calidez humana. Dignamente, como el acto final de una vida que ha aspirado a ser también digna. Pero su significado ha ido cambiando a lo largo de la historia.

Morir en combate, defendiendo la patria, el rey, la religión o la ley pudo ser el ideal de muerte digna hace siglos. Pero hoy, en nuestra sociedad con la ambivalencia de la tecnología médica, morir dignamente tiene otros matices. Hoy significa morir con el mínimo sufrimiento físico, psíquico o espiritual. Morir sin dolor. Morir acompañado de los seres queridos. Morir bien informado si se desea y no en la mentira falsamente compasiva. Morir pudiendo rechazar los tratamientos que uno no quiere, haciéndolo uno mismo si se está consciente, o a través de un documento escrito antes, el Testamento Vital o Instrucciones Previas, si ya se está inconsciente. Morir en la intimidad personal y familiar. Morir sin que el profesional sanitario, a veces con buena intención pero errado, se obstine en mantener los tratamientos que ya no son útiles y sólo alargan el sufrimiento del fin. Morir en casa si se puede. Morir dormido, sedado, si uno lo solicita y aunque ello pueda acortar su vida. Morir despierto si así se prefiere. Morir bien cuidado. Morir de acuerdo a las propias creencias. Morir a tiempo. Morir en paz.

En la vida hay un intercambio entre dar y recibir. Al comienzo y al final de la vida el recibir supera e incluso llega a excluir el dar. El amor, ágape, consiste en el respeto inalterable por el valor de los otros seres humanos, independientemente de sus características. Daniel Callahan, bioeticista americano afirma: “Ser persona es vivir en perpetua tensión entre dependencia e independencia. La primera es parte de nosotros tanto como la segunda”. Absolutizar la autonomía lleva a una intolerancia de la dependencia de los demás. Morir con dignidad, algunos lo entienden y traducen por morir a mi manera, cuando yo quiera y por mi mismo. Ayudar a morir no puede ser “dar la muerte”. Pero tampoco puede reducirse a una frase vacía de contenido.

Para los cristianos, la vida es un bien fundamental, pero no absoluto. Es fundamental, porque es la fuente y la condición necesaria para toda actividad humana y para la sociedad. No es absoluto, porque hay bienes superiores a los que uno puede sacrificar su vida. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Mirando a Jesús, la muerte aunque constituya el término de la vida tal como la conocemos, es su más completa realización. Respecto a la muerte podemos afirmar que es un mal, pero no un mal absoluto e incondicionado.

El rechazo del “ensañamiento o encarnizamiento terapéutico” y la aceptación de la limitación del esfuerzo terapéutico han sido una constante en la Teología moral católica, de modo similar a la sedación paliativa. Su práctica ya fue avalada por el Papa Pío XII utilizando el famoso “principio del doble efecto”.

El cuidado centrado en el paciente, es un cuidado que incorpora el respeto a los valores y preferencias del paciente, proporciona información en términos claros y comprensibles, fomenta la autonomía en la toma de decisiones y atiende la necesidad del confort físico y el apoyo emocional y espiritual.

Es decir, podemos planificar como queremos ser atendidos al final de la vida, si ya no somos capaces de decidir en esos momentos. Solo tenemos que hacer un documento de Instrucciones Previas y registrarlo válidamente. Se trata de una manera de continuar ejerciendo el derecho a ser respetado con los valores propios en una situación demás vulnerabilidad, y, como tal, son expresión de la dignidad de la persona.



Y a quien quiere decir que simplemente nos convertimos en ceniza, Quevedo replica:

“serán ceniza, más tendrá sentido;

Polvo serán, mas polvo enamorado”, adelantándose a los nuevos descubrimientos científicos que nos dicen que somos polvo de estrellas. Si, cenizas con sentido y polvo enamorado.

Es cierto como decía Rilke, llamado “el poeta de la muerte” que “ninguna muerte es como las otras” y por eso pide “Da, Señor, a cada cual su propia muerte”.

A pesar de eso, tiene un componente comunitario bien expresado por John Donne, golpeado por la muerte temprana de su esposa:

“Ningún hombre es una isla, completa en si misma; cada hombre es un trozo de continente, una parte del todo;… la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo estoy involucrado en la humanidad; en consecuencia, no envíes nunca a preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti” (Meditación XVII: Nunc lento sonitudictunt, Morieris).

Los símbolos cristianos nos ayudan a transformar los miedos a la muerte en confianza, lo disperso en unidad integradora, las heridas en sanación, la mirada superficial en cercanía honda. Los símbolos empleados por Jesús son semillas (“el grano de trigo…” Jn 12,24), granos (“el grano de mostaza” Mt 13,312), levadura (Mt 13,33), realidades sensibles e impactantes para sentir la muerte y comprender la transformación que produce. Jesús habla del más allá de la muerte como un hogar, una casa donde sentirse seguros. Un lugar donde están los amigos y los familiares. “En la casa de mi padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto. Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré a llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy” (Jn 14, 1-3).

El más allá es una fiesta, una “folixia”, una comida en torno a la mesa. Jesús invita a un banquete de bodas (Mt 22,1-14), invita a todos, a pobres y lisiados (Lc 14, 12-24). Allí Dios “les enjugará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor” (Ap 21,4). Allí las lágrimas se convertirán en cantares (Sal 125,5).

El más allá de la muerte es un lugar de descanso. En la liturgia rezamos, quizás de forma rutinaria: “Dale, Señor, el descanso eterno”. Morir es descansar de todos nuestros afanes y sufrimientos, descansar en Dios tras ver que todo es bueno y todo ha sido bueno. En la tumba de Unamuno podemos leer su epitafio: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar”.

Porque para el creyente el más allá de la muerte es un estar con el Señor.

Estos símbolos cristianos –morada, mesa, descanso, paraíso, presencia divina- tocan y se acercan a experiencias de esperanza que muchas personas, pueblos, religiones y culturas llevan en su interior: la protesta ante la injusticia de la muerte del justo, el desgarro de un padre ante la muerte del hijo, la convicción de que la última palabra no puede ser el silencio y la nada, la vivencia de que tiene que haber una tierra para el perdón, la experiencia de un amor más fuerte que la muerte o la experiencia de una amistad que no puede acabarse. Todas estas profundas experiencias humanas se condensan, para muchos, en el símbolo cristiano por antonomasia que es la cruz.

La cruz de Cristo es la muerte injusta del siervo, es la muerte del Hijo, es el silencio pavoroso de quien pronunció palabras nuevas, es símbolo de reconciliación y perdón, es vida entregada por todos y es amor llevado al extremo por los amigos.

En el camino a la cruz de Cristo hay abandonos y negación de los que más cerca tenía, dudas, angustia, confianza, perdón, gritos, oración,…

Al final de la vida tenemos que aprender la virtud del recibir, del ser cuidado y ayudado y no solo de dar. La bondad no es dar ni conceder favores desde lo alto, no es la autosuficiencia. Al final de la vida lo que tenemos que hacer es dejarnos cuidar y querer, como los niños, por aquellos a los que estamos vinculados profundamente. Es el tiempo de la confianza, del abandono, del agradecimiento.

La pérdida de fuerza, de agilidad, de memoria…, la vulnerabilidad nos hace descubrir que somos dependientes, interdependientes, que nuestra vida está totalmente en manos de Dios.

No importa que yo no sepa, que yo no pueda, que yo me olvide, lo verdaderamente importante es que Dios sabe, Dios puede, Dios no se olvida de mi. Dios no precisa nuestro talento y nuestras obras sino que “también sirven los que simplemente son, están y esperan”.

Al final tenemos que ir como decía Machado “desnudos, ligeros de equipaje”. Es el momento de podar ramas, de liberarse de tantas cosas, de tantos fardos...; es el momento para descubrir la propia melodía, nuestra ser original más allá de los errores y las heridas. Más allá de roles desempeñados, más allá de las expectativas de los otros, más allá de imágenes externas y sueños de ambición, se trata de encontrar lo que soy más allá del dinero, del poder y del honor.

Todo lo bueno, hermoso y justo que aquí deseamos y por lo que luchamos, lo que ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, todo alcanzará su realización plena. Entonces comprenderemos que no se ha perdido nada de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

Saber que vamos a morir nos introduce en lo humano. Ser conscientes de la cercanía de la muerte nos hace acceder a lo profundamente humano.

La integración de la muerte en la cultura puede proporcionarnos enorme vitalidad. La verdadera cultura celebra el tiempo arrancado a la muerte, los minutos sustraídos a su hora, los reales compromisos y conquistas del ser humano. Nos enseña a desdramatizar, a elaborar una saludable una saludable risa, un sereno canto a la vida sin vitalismos y sin olvidar las ruinas, nos enseña a mirar de perfil a la muerte a través de la vida, a cantar a la vida que lucha contra la injusticia del morir, a soñar tozudamente mundos libres de la injusticia, a asumir los espacios de sombra y penumbra de la realidad.

Estos días hemos visto el epitafio de Adolfo Suárez: “la concordia fue posible”; apasionante tarea a realizar en esta sociedad tan crispada, donde sobran tensiones, enfrentamientos, violencia no sólo verbal... y donde son precisas personas dispuestas al diálogo, que respeten a los demás, que caminen con los otros, y capaces de reconocer al otro como hermano (eso significa ser cofrade). Francisco, el papa es un excelente reflejo de cómo ha de ser nuestro peregrinar.

El arte, la poesía y el amor han sabido estar en los límites, desafiar a la muerte, luchar por no morir, cantar a la muerte.

Este pregón anuncia el comienzo de la celebración de la PASION. Una palabra cargada de fuerza. De sentido. De evocaciones. Decimos que hay vidas apasionantes, relaciones apasionadas, crímenes pasionales… Pero estos días, desde la fe… hablamos de la Pasión de Jesús. Pasión que es amor y que es padecimiento de quien ama y por ello se enfrenta a cualquier poder injusto. Se nos invita a contemplar la pasión, acompañar sus pasos siguiendo los pasos del Cristo de la Buena Muerte y otras organizadas en este año por la Cofradía, en escenas evangélicas cargadas de dramatismo, asomándonos a ese misterio que nos desborda.

En un mundo de éxito visible. De titulares y rankings. En un mundo de triunfadores y vedetismo. En un mundo de méritos y medallas, de galardones y vitrinas, de diplomas y reconocimientos… ¿Qué sentido puede tener el fracaso, la derrota, el vaciamiento? ¿Qué sentido puede tener el no saber, no llegar, no conseguir cruzar la meta soñada? La lógica de Dios es sorprendente. Habla con una palabra que parece última pero que no es definitiva. Muestra que el amor que habla más alto es el que se da hasta el extremo. Que la verdad que libera es la que se proclama en defensa de los bienaventurados, sin dejar que venza el miedo o la prudencia. Que la fe que canta es la que es capaz de soportar la incertidumbre. Misteriosa forma de dar vida. Porque la cruz sin amor es tortura.

No se trata de “¿cómo murió?” sino de “¿cómo vivió?”

No se trata de “¿Tuvo dinero?” sino de “¿Tuvo corazón?”

¿Tuvo siempre una palabra amable, una sonrisa?

¿Supo siempre enjugar una lágrima?

¿Estuvo al lado del que le necesitó?

No importa cuál fue su templo, ni cuál fue su credo.

Lo que importa es si ayudó a los necesitados.

No importan los elogios que, al morir, le hizo la prensa.

Lo que importa es cuántos lloraron su muerte (anónimo)



Finalizo dando de nuevo las gracias más sinceras a la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte por su trabajo día a día y en especial por todo el programa que nos tienen preparado para esta Semana Santa. Gracias por su invitación y gracias también a todos los presentes por su paciencia, consideración y amistad.






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II Pregón de la Semana Santa de Grado 2013, pronunciado por D. José Gonzalo de la Huerga Fidalgo, Magistrado y miembro del Consejo Consultivo de la Xunta de Galicia.







SALUTACIÓN



            Sr. Alcalde del Concejo de Grado; Sr. Concejal de Turismo; Sr. Hermano Mayor y Sr. Secretario de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte; Sres. Cofrades (y, de ellos, la voz femenina que pronunció en este acto la presentación); Estimados convecinos; Amigas y amigos; Familiares presentes; Señoras y Señores:

           Si de bien nacidos es el ser agradecidos, he de manifestar ahora mi obligación para con todos quienes acaban de referirse a esta persona que va a anunciar de manera solemne, en este exquisito marco de la Capilla de los Dolores de la Villa de Grado, el inicio de la Semana Santa correspondiente al año en curso. La presentación fue hecha con la generosidad consistente en resaltar los aspectos positivos del Pregonero, sin mencionar al lado los negativos; mas, nadie es perfecto y a todos (entre los que me incluyo) conviene tenerlo en cuenta para conservar así la mejor disposición a fin de saber disculpar también a los demás, si llegare el momento; y todo como mejor talante para una satisfactoria convivencia entre todos.

         Se mencionaron aquí una serie de hitos de la vida profesional del Pregonero; se hizo resumidamente  y por tanto no se habrá cansado con ello a nadie en esta audiencia; yo desearía que hubiese valido simplemente para elevar un simbólico palco con el único fin de que sea oída mejor la voz de quien va a dirigiros la palabra. Agradezco, desde luego, la benevolencia de Conchita al haber destacado tantos supuestos méritos profesionales y personales del Pregonero, y que solo dimanan de esa buena voluntad para conmigo y de una sorpresiva para mí información que, según ella, obtuvo de “meigas”, que yo no sabía tan activas también en Asturias. De cualquier forma, todos me conocen y a ello me atengo; por lo que, me dispongo ya sin más a publicar el mensaje que aquí nos convoca.




PREGÓN DE SEMANA SANTA

GRADO 2013



I

            Viene a mi memoria en este agradable momento el recuerdo de un día, primero de los del mes de junio, de hace muchos años; y digo muchos, porque es lo que se deduce de su número, no porque a uno se lo parezca; (bien sabido es que una cosa es el tiempo cronológico y otra el llamado tiempo real o vital, que casi nunca transcurren al unísono) pues bien, fue un día como ese, en el que recuerdo cómo un Juez de Primera Instancia, de 31 años, que ejercía en la Villa de Pravia y que había dado su consentimiento al cierre del Juzgado en ese punto, según lo previsto en una nueva entonces demarcación territorial de la Justicia, que hacía de la Villa de Grado ser cabeza de Partido Judicial por la fusión de los de Pravia y Belmonte; fue ese día, repito, cuando dicho Juez aparecía en Grado para recomenzar sus funciones en esta Villa; mas, por el momento, ésta se encontraba engalanada de fiesta por el acontecimiento, ya que este mismo era prometedor para ella de un prestigio en el mundo oficial y de cobrar una importancia mayor en todos los órdenes en el futuro.

         Recuerdo como luego de recibido por las "fuerzas vivas" de la localidad y luego de recibir ellas y él al Presidente de la entonces Audiencia Territorial de Oviedo y hoy Tribunal Superior de Asturias, y luego de celebrados los actos oficiales de rigor, ya por la tarde más distendidamente y en compañía de Mariano el del Juzgado, quien seguramente nos escucha, acudía al Parque de arriba, donde estaba actuando la Orquesta o Banda de música de la localidad, que al apercibirse de la llegada del Juez suspendió la ejecución de la obra que estaba interpretando, para dedicarle a él una bienvenida y luego una nueva pieza musical de carácter especial; terminada la cual y quizá saliéndose un poco del protocolo, el Juez sugirió enviarle de su parte a los músicos una caja de botellas de sidra; entonces Mariano cogiéndolo del brazo le susurró al oído una frase que resultó profética: "Sr. Juez,- le dijo- Vd. va a estar muchos años en este Pueblo".

         Recuerdo también que ese Juez llegado en lo personal con la tristeza de la pérdida reciente de una persona allegada, muy pronto se aclimató al ambiente de la Villa y, aunque muy serio en lo profesional, según decían, no dudó en acabar compartiendo su soltería con la de una nutrida pandilla de jóvenes mosconas y moscones, que vagaban honestamente sus tiempos libres por fiestas y por playas. Mas, ay, "quien ama el peligro perecerá en él" según dice la propia Sagrada Escritura; y, efectivamente, al poco tiempo comenzó a acompañar más frecuentemente a una de aquellas mosconas y no pasaran dos años cuando se encontró metido en tratos de casamiento. Recuerdo que poco antes de éste, lo visitó un día en el despacho Toni Barbón, quien seguramente también nos escucha, y le dijo; "Vengo a felicitarte porque te casas; mas, también lo hago por mí y por quienes te has ganado aquí en este tiempo, pues ahora sí que nunca vas marchar de Grado definitivamente". Como ven, señoras y señores, otra frase calificable de profética. Realmente, parece que los habitantes de esta Villa tienen buenas dotes en ese terreno.

         Lo cierto es que como consecuencia de emparentar con una extensa y arraigada familia de la localidad, con amplias ligazones personales y de amistad e introducida en la Comarca por claras relaciones comerciales, la labor de seguir tomando decisiones en el campo de la Justicia, en las controversias surgidas de la convivencia y en los tratos derivados de ella, se presentaba bastante complicada de llevar a buen puerto y, sobre todo, el conseguir la siempre conveniente credibilidad en los afectados; por lo cual, y aunque no fuese del todo de su gusto y por aquello de que "Vale más prevenir que curar" se decidió a pedir el traslado, pese a los ruegos en contra que se le hacían desde las superiores estancias. Y, para donde había de pedir ese traslado? claro está que para Galicia, que es donde sigue.

         Ello venía a cortar una estancia muy grata en la Villa de Grado; mas, por otro lado, iba a permitir, como suele ocurrir en la vida, un resultado positivo: El de poder regresar con frecuencia en lo sucesivo y no como Autoridad, sino como particular, como un "vecín" más, a disfrutar del aspecto más grato del trato personal y de mayor riqueza en la convivencia. Y así ha venido siendo cada vez con mayor naturalidad y hasta la fecha. Por cierto, uniendo posteriormente en el proceso de acudir a Grado a descendientes y allegados sobrevenidos con el tiempo.


II


         Señoras y Señores presentes en este acto, permítanme que les confiese ya mi secreto: Yo no se porqué me identifico tanto en este momento con ese personaje del que les vengo, tan insistentemente, hablando. Mas, es lo cierto que su identificación está  llegando a tal punto que incluso me entran ganas de suplantarlo para pronunciar el Pregón de la Semana Santa de Grado encomendado para este año por la Cofradía llamada del "Cristo de la Buena Muerte".

         Tengo la impresión que en esta tesitura y para salir del paso, dada la buena voluntad de Vds. y la de la Cofradía, creo que van a pasar por alto la "jugada" y me van a permitir que yo satisfaga esta manía; con la ventaja, eso sí, de que será ya solamente en la cercanía de la relación entre vecinos que se conocen y a los que se puede hablar sin grandilocuencia, solo por tanto con la profundidad que merecen los acontecimientos  que a todos atañen y en los que procede un relato de sencillez, como reviste siempre lo importante.

         Confiado, pues, en ello y para empezar, quiero manifestarles  que pueden creerme si les digo que a mí siempre me pareció importante esto de la Semana Santa. Al punto de que me resulta costoso, en contra de la corriente general, hacer de tal ocasión un período de viajes, como no sea el de dejar la Semana Santa en el punto de partida para encontrarla de nuevo en el de llegada.

         Es posible que esa importancia que le doy, a lo mejor, viene de que lo que realmente se conmemora en ella es un hecho realmente estremecedor: Nada menos que la muerte que le dieron a una persona por el delito (que no consta, desde luego, en el Código Penal) de decir a la gente las verdades; y, desde luego, está claro que no fue por otra cosa. Se trataba de una persona sin Poder material, sin Dinero, sin Influencias...; sólo tenía las ideas claras sobre la honradez propia y sobre la solidaridad con los demás y tenía la valentía de exponerlas, porque sencillamente no tenía nada que perder; salvo la vida, que es lo que le quitaron. Y, como tantas veces, quienes produjeron esa muerte fueron quienes sí tenían mucho que perder, si esas verdades que él enseñaba se generalizaban en el ánimo de la gente. Normalmente, esas personas no lo hacen a las claras, porque entonces tal muerte sería percibida como un vulgar asesinato, sino que propalan historias complicadas sobre malas intenciones de aquel de quien quieren desprenderse; y esas manipulaciones se las hacen creer a personas poco despiertas o a las que están afectadas por frustraciones de la vida; de modo que suscitan en unas y en otras los instintos de agresividad y luego logran canalizarlos en la dirección que interesa a los promotores, quienes rebuscando en aquel texto o en aquel otro documento siempre hallarán frases convenientemente interpretables en la dirección que les interesa. Todo ello, aunque está ya muy sabido a estas alturas de la vida social, funciona sin embargo igualmente en cuanto se producen las circunstancias correspondientes a cada momento en concreto.

          Entonces, si lo que les digo es cierto, el acontecimiento al que se refiere la Semana Santa es para tomarlo en serio y para anunciarlo como recordatorio cada año, ante nuestros generalmente distraídos  pensamientos. Y, precisamente, en ello tiene un papel para hacerlo de forma plástica (con esculturas sobre el suceso) y para conseguirlo con trascendencia  pública (acompañando en desfile ordenado y colectivo la representación) lo que se llama una Cofradía de Semana Santa, que en la Villa de Grado resulta ser la conocida con el nombre de "Cristo de la Buena Muerte", que aquí nos congrega y que ha encargado este Pregón; y ello acontece ahora después que lo hiciese el año pasado, con pulso académico y con sensibilidad, la primera persona encargada de ello, Alicia Laspra Rodríguez, que al final es descendiente de una de las Mendivil, según unos, o de Las Muliendas, según otros, de esta Villa; así pues, el Pregón de este año da continuidad un año adelante, a lo que seguramente será una serie de mensajes, que espero fructíferos en el futuro del acontecimiento, que conmemoramos.

III

         Ya viene siendo un tópico últimamente, mas no deja por ello de ser bien cierto, que estamos en un momento de crisis; por supuesto, también económica, al punto que muchas personas ya están viviendo bien estrechamente; y por ello debemos reaccionar individualmente, si se produce insuficiencia de los Poderes públicos para remediar tal clase de situaciones; mas, no nos engañemos, esta crisis también se refiere a los demás ámbitos de la persona; y, desde luego, de la sociedad; y pienso que fue precisamente por esto, por lo que vino aquello otro del fracaso en lo económico; seguramente, porque lo que realmente falló fue precisamente el comportamiento; porque de los tratos y negocios se hizo un fin en si mismos y no teniendo presente la realidad de las personas que intervenían en ellos; porque se operó con "inventos" puramente especulativos y no con los elementos componentes de la realidad de siempre; y así y "tirando tanto de la cuerda" llegó un momento en el que el "tinglado" no resistió y al dar en determinado momento un cambio hacia atrás "una de las fichas del dominó" vinieron en la misma dirección todas las demás en cascada, produciéndose el desastre que hoy contemplamos y que nunca pudimos sospechar, viviendo como estábamos en el supuesto paraíso del consumismo encubridor de nuestras graves deficiencias.

         No nos engañemos, el individualismo, el materialismo, la insolidaridad estaban en nosotros, y sobre todo en algunos; y no debemos despistarnos hablando solamente de cifras y de situaciones.

         Ante este panorama creo que nos ha de venir muy bien el recordatorio de la Semana Santa. También en Palestina pasó en su época lo que pasó. Así pues, me atrevo desde aquí a hacer un llamamiento para ensayar un mejoramiento de nuestra actitud interior, algo que arranque de nuestro espíritu y pueda luego proyectarse sobre el exterior en la convivencia; se trata de que con ello vayamos pasando estos años desagradables para encontrarnos mejor preparados en el momento de encarar el futuro, cuando se produzca un cambio en la situación que hasta aquí vinimos creando. Así pues, quiero invitar a todos a sumarse a los actos de la Semana Santa de este año y, en concreto, a acudir a los organizados  por la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte.

          Hace dos años, me ví sorprendido el día de Viernes Santo  por la aparición, en las calles de esta Villa, de una procesión que resultaba algo insólito en comparación con la de años anteriores; era la organización que presentaba en su marcha, era el empaque que le daba la actuación dentro de ella de la banda de música que la acompañaba, era la seriedad que transmitían las personas integrantes del conjunto, produciendo en los simples espectadores esa misma sensación; pues, observé que no era solamente yo quien  percibía todo eso, sino cuantas personas se asomaban al espectáculo.

         Y es que la gente, en el fondo, está deseando estas cosas: La reunión para algo diferente a lo individual y de siempre; el deseo general de que puede haber algo más que lo de ir cada uno solamente a la poca cosa de lo suyo. En definitiva, a pensar que incluso parece factible la construcción de una convivencia futura mejor que la que nos ha llevado al panorama presente en todos los ámbitos de nuestra existencia; donde el resultado final es que a las personas, por supuesto también a las que deberían dar ejemplo, les falta en el fondo, por lo que se ve, un mínimo de afecto por los demás y hasta por las cosas; de modo que teniendo tanto, se carece de lo más importante: La honradez y la felicidad interior y ello en una medida como no había ocurrido nunca antes.


                                                       IV

         Bueno, estimados oyentes, que conste que yo no he venido aquí a culpabilizar en concreto a nadie y mucho menos a sembrar en este amable auditorio una sensación de desaliento y de amargura. Todo lo contrario, quiero más bien ser pregonero de la esperanza, por ser el instrumento final que le queda al hombre cuando se produce el infortunio, sea éste económico o llegue incluso a la interioridad personal; y ello porque quizá la mejor cosa del hombre sea su capacidad para reaccionar frente a las situaciones que no le gustan, tratando precisamente de cambiarlas.

         Y qué mejor oportunidad para intentar un ensayo en tal sentido que el de una época como la de la Semana Santa; es decir, cuando se puede practicar algo que no está de moda, que no se lleva, como es la reunión voluntaria y espontánea de las personas, la cooperación en finalidades colectivas, asumidas desde la personalidad de cada uno. Además esto resulta más fácil en sitios como Grado, donde las personas conservan aún mucho de lo que se ha perdido en estos años, debido al desarrollismo en que consiste el modelo americano, puramente monetarista, que hemos copiado en vez de seguir aquello que era la capacidad de nuestra cultura propia para administrar la escasez y para progresar lenta pero decididamente hacia el futuro; y parte de cuyo ambiente aún subsiste afortunadamente en esta Villa.

         Se pensaba hasta ahora que el mejor sitio para vivir eran las Ciudades; y, con esa mentalidad, los Poderes públicos fueron promoviendo, bien directamente con el montaje en ellas de las infraestructuras necesarias, bien indirectamente con la concesión de subvenciones y facilidades, la implantación de industrias y de los consiguientes puestos de trabajo; y también, se instalaron exclusivamente en las Ciudades, lo más importante de los servicios públicos de sanidad, de enseñanza, de comunicaciones y transportes, de deportes, de ocio, etc. etc.; por supuesto todo ello con los impuestos de todos, incluidos los de los habitantes de la zona rural, que en nada se beneficiaban de su ubicación; más bien, se los condenaba a dejar sus Aldeas y sus Villas para trasladarse a las Ciudades; pues, obviamente, las personas van a vivir allí donde están los puestos de trabajo y donde hay los servicios; que si todo eso se hubiese repartido ordenadamente por el territorio, en lugar de concentrarlo como decimos, en las Ciudades, la gente se habría quedado donde estaba o en la cabecera de su Comarca; es decir, dentro de su entorno propio y, por ello, con mayor satisfacción y calidad de vida, que ahora tiene reducida en el "pisín" de la ciudad, pues aunque sea "pisón" siempre estará agobiado por el superpoblado entorno, como muy poca vida social a pesar de las apariencias y con un grado de soledad del que no suele hablarse.

         Pues bien, aquí viene la oportunidad de aprovechar la persistencia de sitios como Grado, que por su acusada personalidad, mantenida con pocos cambios durante años, ofrece un ámbito social característico y siempre cercano, que puede iniciar un cambio de mentalidad, para hacer de las Villas polos de vida en el futuro. Y esto dependerá por supuesto de quienes viven en ellas, mas también de quienes, no habitando en las mismas, nacieron y echaron allí sus raíces y por lo tanto se nutrieron de sus características, que no son las de las Ciudades, en la que quizá vivan ahora; por tanto, parece que deberían ser cada vez más conscientes del calor que le falta en éstas; y por ello, parece que deberían volver frecuentemente al punto de origen, restablecer vínculos olvidados y haciéndolo todos (sin necesidad de ponerse de acuerdo) darían frecuentemente, en los días libres de faena en sus lugares de residencia, una oportunidad repetida de recrear en sus Villas de origen y no con esfuerzo sino con placer, la clase de convivencia que tanto se echa de menos.

         En el caso de la Semana Santa es el calendario quien nos convoca a tal reunión y creo que debemos darle una respuesta positiva refiriéndonos ya a la Villa de Grado; pues aquí contamos, además de con las Instituciones de siempre haciendo la labor correspondiente, con algo a mayores en estos momentos, como es la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte; una Asociación cuyos promotores guiados por la mejor intención en su creación, quizá no son conscientes, por su modestia, de la importancia que puede tener esa iniciativa para el devenir futuro de la convivencia social en Grado y para la impregnación en ella de sus valores a cuya falta nos referimos en detalle con anterioridad.

         Esta Cofradía está siendo con seguridad un polo de encuentro de personas que durante todo el año y viviendo en Grado dedican una buena parte de sus pensamientos y de su acción a preparar (y este año con ampliaciones fuera de la Villa) los acontecimientos correspondientes, singularmente el que es  cumbre de su cometido, es decir el de la procesión del Viernes Santo; mas, también puede llegar a encuadrar en sus filas a todas esas otras personas que como decíamos antes viven habitualmente fuera, mas se sienten ligadas a esta Villa por razones de nacimiento, de parentesco o de simple simpatía. Y eso va a producir sin proponérselo conscientemente, una potenciación del ámbito social; por supuesto, en la época de la Semana Santa; mas, también lo irá provocando su llegada a la Villa en sucesivas ocasiones por ir creando una costumbre en tal sentido y que quizá se iba perdiendo en los últimos tiempos. Y no se olvide que los cambios de mentalidad, acaban trayendo con el tiempo los otros, incluidos los de carácter económico.                                                                                                                                                                                               

                                                         V

                 Creo Sras. y Sres. que estarán conmigo de acuerdo en que va siendo momento de que yo encamine esta alocución hacia su fin; mas, antes de ello quiero desde esta plataforma que tan gentilmente se me ofrece hacer una llamada final tanto a moscones, como a forasteros, que quieran hacer un esfuerzo por la Villa, para que se sumen a esta Semana Santa del año 2013, que pese al “malfado” del número, según los supersticiosos, puede sin embargo ser el inicio, o la continuación mejor, de esa labor de reunión que nos viene proponiendo la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte; a la que me gustaría animar a seguir en su empeño de hacer de la procesión del Viernes Santo un verdadero acontecimiento. Y aunque ello exigirá cada vez un mayor esfuerzo tanto personal, como económico, me complace sugerir a sus miembros (por constarme la ilusión que están poniendo ellos y su directiva) que se animen a aumentar cada año el número de los "pasos" procesionales; a desdoblar el itinerario de ida y vuelta de la procesión; a no prescindir nunca de la Banda de música, como elemento de cohesión y de ritmo en la marcha; a proponer la reducción al mínimo del alumbrado público en el itinerario procesional, si los pasos llevan velas o luces; e incluso en pensar en la actuación de una Coral que reciba y despida la procesión en su doble paso por la Plaza. Y a los "mirones" que no lleguen de momento a integrarse a la comitiva les pido el mayor silencio y respeto posibles. Y ya en el colmo del atrevimiento cariñoso, les diré que me gustaría que en esta bonita empresa no se tratase de imitar a nadie; porque cada localidad y cada Región tienen su personalidad y su estilo; y precisamente porque vivimos en un mundo mundializado, lo más adecuado es desenvolverse cada uno en la forma y modo que corresponde a su  identidad y manera de ser; con ello, el resultado es que cada uno no aporta copias de otro, sino algo diferente, que al final se traduce en una mayor riqueza del conjunto.

         Al lado de todo eso, se ha de resaltar una vez más que la Semana Santa es un espacio temporal de descanso, de sosiego, de no actividad laboral; mas, por eso mismo ofrece una ocasión, que normalmente no encontramos, para poder pensar (por supuesto, sin agobio ni preocupación) en lo que más conviene a la satisfacción personal e íntima de cada uno, dentro del respeto a los demás y de la posible colaboración con ellos.

         Pero, sobre todo y en nombre de la Cofradía que me ha encomendado pronunciar este Pregón, y a la que agradezco tan honroso encargo, invito cordialmente a todos en general a la participación más intensa posible en la celebración de los actos de que venimos haciendo mención; deseo y pronostico un desarrollo venturoso de los mismos en beneficio de todos cuantos tengan a bien integrase en ellos; y vaticino que irá sirviendo de acicate para años venideros.

          Y volviendo ya a este acto que nos congrega,  solo diré que me siento cordialmente obligado para con quienes habéis tenido la amabilidad de asistir y la paciencia de haberme escuchado en el mismo; por lo que os hago una dedicación especial de estas pobres palabras.

         Y para todos cuantos han sido aludidos en esta intervención vaya como final  mi consideración y mi reconocimiento.

          Dije,

                                                              José Gonzalo de la Huerga Fidalgo

                                                                          Grado, 15-III-2013



 I Pregón de la Semana Santa de Grado 2012, pronunciado por
 Dª Alicia Laspra, profesora de la Universidad de Oviedo.



PREGÓN SEMANA SANTA

COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE

VIERNES, 23 DE MARZO 2012-03-23

 Sr. Alcalde Presidente de la corporación municipal de Grado, Sr. Presidente y Sres. Cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, Sr. Parróco de Grado, Sras. y Sres, amigos todos:

Es un honor para mí pronunciar el primer pregón de la Semana Santa en esta querida villa moscona, a la que me unen raíces muy profundas. Estoy segura de que este primer pregón abrirá paso a una larga serie discursos similares que quedarán inscritos en la historia de la villa y de la cofradía. Agradezco emocionada a la Hermandad que haya pensado en mí para este histórico momento.
El término “Pregón”, según la Real Academia Española de la Lengua, tiene varias acepciones:
La primera de ellas  es “Promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan”.
La segunda dice: “Discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella”.
Tiene este término otras acepciones. Pero son las mencionadas las que sin duda interesan más  en esta ocasión.

 Efectivamente, conviene que todos sepan que se inicia la Semana Santa y por ello este acto es público y ha sido anunciado previamente. No hay nada que ocultar, sino todo lo contrario; es bueno que el público, el pueblo,  esté avisado de lo que va a suceder. Del mismo modo, la forma de anunciar la celebración de la festividad religiosa de la Semana Santa ha de ser elogiosa, pues lo que se anuncia es digno de elogio. Se anuncia que una hermandad de cofrades va a llevar a cabo una serie de actos de carácter religioso para compartir con la ciudadanía su forma de entender una semana que se considera santa, santificada mediante la muerte de Cristo.

 Hay diferentes  tipos de festividades que se anuncian mediante un pregón, y también hay  muy diversas maneras de entender la Semana Santa. Para algunos, la Semana Santa consiste en unas vacaciones, un descanso, una oportunidad de viajar y hacer aquello que la rutina diaria no nos permite. Esta visión festiva de la Semana Santa es comprensible, es humana, y no es incompatible  con la visión más genuina que hace revivir el sentimiento religioso, que es también muy humano, con todo lo que de divino puede contener. El pregón de hoy es festivo, naturalmente, porque festeja una muerte que, aunque triste, ha sido buena y ha sido útil porque nos ha redimido. Es este uno de los fundamentos del cristianismo: la redención. Los festejos religiosos tienen también la utilidad de recordarnos que formamos parte de la cultura cristiana, que nos define y nos diferencia respecto a otras culturas.

 Del mismo modo, las actividades que hoy se anuncian son participativas. Se invita, se incita  mediante este pregón al pueblo a unirse a la festividad religiosa. Las hermandades de cofrades realizan así una labor encomiable de apertura a la ciudadanía.

Y con esto entramos en la cuestión de las cofradías, un término cuyo significado voy a repasar. De nuevo la Real Academia Española de la Lengua nos ofrece, entre otras, la siguiente definición: cofradía es la “congregación o hermandad que forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad”. El término “cofradía” se deriva de “cofrade” que, a su vez, es un término de origen latino: “cum – Frater”, “con el hermano”, hermanos en comunidad que trabajan juntos. Y su principal misión es la de realizar obras piadosas.
                 
En torno a las cofradías hay todo un mundo que ha generado un  registro lingüístico muy cerrado, caracterizado por una terminología muy específica: Tenemos así palabras como
                        
                        “Hermano Mayor”: El presidente  de la hermandad.

                        “Mayordomo”: El administrador de la economía

                       “Secretario”: Quien recoge las actas y comunicados oficiales

                         “Prioste”:  Encargado del montaje y desmontaje y de la decoración

                        “Camarero”: Encargado de vestir imágenes de Cristo, y otras imágenes  

                          masculinas,  y ”Camarera”: Encargada de vestir imágenes de la Virgen y otras     imágenes femeninas.
                                 El “ Capiller”: Encargado de abrir y cerrar la sede de la Hermandad y cuidar y   vigilar el edificio.

 Adicionalmente, se encuentran en las cofradías diversos tipos de los llamados “diputados”: El Diputado  Mayor de Gobierno, encargado de los cultos externos,  el de Juventud y Relaciones públicas, el de Caridad, y el de Cultos  . Y los hermanos, finalmente,  también pueden actuar como costaleros.

 El mundo de las cofradías tiene unas tradiciones  muy antiguas y se manifiesta externamente, como todos sabemos, mediante las procesiones.
 El origen de las procesiones es ancestral y responde quizás a la necesidad de compartir y hacer públicos los sentimientos y las creencias. Las procesiones existen en la mayoría de las religiones, en el hinduismo, el sintoismo, judaísmo, islam y cristianismo. Se remontan a la más lejana antigüedad y la Biblia menciona frecuentes ejemplos de las mismas, como la vuelta de Josué alrededor de las murallas de Jericó. Hay testimonios arqueológicos de prácticas procesionales en la antigua Grecia, como la procesión de las Panateas en el famoso friso del Partenón.
 Las procesiones cristianas, por su carácter de culto externo, no parece que se hayan producido durante los inicios del cristianismo, dado que en su origen fue duramente perseguido. Pero la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén  el domingo de Ramos se parece mucho a una procesión.
Describía San Mateo en su evangelio esta entrada del siguiente modo:
“Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo”
Mateo 21

Y sin duda alguna, el propio viacrucis protagonizado por  Jesús, muy pocos días después de ese domingo de Ramos, fue otra procesión, aunque muy diferente, como todos sabemos.
El principal objetivo de la procesión no es el de exhibirse. De hecho, los cofrades ocultan su rostro al desfilar. El objetivo es el de compartir. Propiciar la participación de los demás, su unión con los cofrades. Y, naturalmente, en el caso de las procesiones de Semana Santa, el objetivo es también el de despertar en el pueblo la emoción y el sentimiento religiosos, y recordar, conmemorar y recrear la Pasión de Cristo. Pasión que tantas obras de arte sacro ha inspirado, como se pudo comprobar en la más reciente exposición, la decimosexta,  de la serie de Las Edades del Hombre, que tuvo lugar hasta hace muy poco en Medina de Rioseco y Medina del Campo, y que se denominaba PASSIO, siendo visitada por más de cien mil personas entre junio y diciembre de 2011. En este caso estamos ante una forma diferente de compartir: es el pueblo el que desfila, el que va en procesión contemplando las  imágenes, que están allí expuestas.  Y sea cual sea su orientación religiosa, el visitante de esa exposición, al igual que el espectador de una procesión, no puede dejar de maravillarse ante la inspiración artística que ha generado y todavía genera  el sentimiento religioso.
Recoge la prensa de ayer unas declaraciones mías en las que manifiesto la impresión que me causó ver el respeto con que se acogió en Grado la procesión de Semana Santa del año pasado. Un respeto que deja en muy buen lugar a los ciudadanos de esta villa. Un respeto que molesta a algunos  sectores de la complicada e intransigente sociedad española.  Y les molesta hasta el punto de inspirar la curiosa idea de intentar organizar una contra-procesión, si se me permite el neologismo, precisamente el día de Jueves Santo, en Madrid. Iniciativa que quizás responda  a esa necesidad ancestral a la que aludía antes  que siente el  ser humano de compartir y hacer públicos sus sentimientos. La diferencia entre los primeros y los segundos radica probablemente en la provocación, el reto incomprensible que se intuye en los segundos por elegir, quizás para beneficiarse del éxito de los primeros,  precisamente el día en que se conmemora una  de las fases más señaladas de la Pasión para manifestar, o tratar de compartir, su propia, respetable y respetada opción.

Las procesiones adoptan muchas formas. Normalmente las asociamos a manifestaciones de religiosidad. Así son las ancestrales rogativas, cuyos orígenes se sitúan  en torno al siglo V de la Era Cristiana. Consisten las rogativas en oraciones públicas, normalmente organizadas en procesión,  con el fin de solicitar la intervención divina para frenar o evitar  azotes de la naturaleza como terremotos, incendios y devastaciones de bestias feroces, desgracias, plagas, etc.

 Otro tipo de procesión religiosa, en este caso celebrada con una finalidad positiva, de acción de gracias, y que se asociaba al canto de alabanza a Dios por excelencia, el Te Deum,  “A ti oh Dios”, constituyó un recurso frecuente de la causa patriótica durante la Guerra de la Independencia. Con ocasión de celebrar las victorias sobre los franceses, o simplemente para mover al pueblo a participar en el proceso bélico, se celebraba un Tedeum en el interior de las iglesias, seguido o precedido, según los casos, de una procesión dirigida por eclesiásticos, quienes normalmente portaban una custodia bajo palio, y en la que participaban el pueblo y las autoridades.
                     
Pero la procesión no es exclusivamente un acto religioso, aunque sí lo es, por lo común, su finalidad. La RAE define procesión como “Acto de ir ordenadamente de un lugar a otro muchas personas con algún fin público y solemne, por lo común religioso”. El pasado día 19 se celebró una “Procesión cívica” en Cádiz para conmemorar el bicentenario de la promulgación de la primera Constitución española propiamente dicha. Según recoge la prensa de esa ciudad, la procesión fue “cívica”. Este calificativo eufemístico parece querer establecer una distinción entre lo cívico y lo religioso, para dar satisfacción a todos los sectores de la sociedad. Pero el término “cívica” aplicado a una procesión no tiene mucho sentido si se piensa que toda procesión religiosa es por su propia naturaleza “cívica” también; es decir, de ciudadanos, y civilizada. 
                
La Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte celebrará su procesión, a mi juicio, cívica y religiosa, justamente dentro de dos  semanas. La ilusión con que están preparando sus actuaciones es encomiable. El emblema de esta cofradía, a la que da nombre, es el Cristo de la Buena Muerte. La denominación de “Buena Muerte” responde a uno de los conceptos esenciales del cristianismo, considerando que la muerte de Cristo fue buena para la humanidad. De ahí su relación con los valores legionarios, quienes tienen  como lema el grito místico “Viva la muerte”. Para el legionario, morir en combate es el mayor honor. Por ello en su himno los legionarios se proclaman “novios de la muerte”.

En España están catalogadas numerosas  hermandades del Santísimo Cristo de la Buena Muerte: la primera históricamente es la de Málaga (1915),  donde se encontraba el famoso y perdido Cristo crucificado del escultor Mena. Las restantes se encuentran en Alicante (1926), Córdoba (1944), Ciudad Real, Jaén (1926), Salamanca (1944), Sevilla (2) (con un origen en otra cofradía que data de 1412 pero que incorpora el Cristo de la  B M en 1970)  una de ellas la de los estudiantes (1924), Toledo (1956) Valencia, Valladolid (1939) y Zamora (1974). Aparte de las cofradías con sede en capitales españolas, existen otras muchas en localidades importantes, como las de El Escorial, Peñafiel o  Úbeda, a las que se suma desde al año pasado la de Grado. Las cofradías como esta integran a personas de bien que dan importancia al sentimiento religioso y que aportan un gran y muy generoso esfuerzo a la recuperación de nuestro patrimonio cultural, manifestado sobre todo en la tradición de las procesiones y la exposición, mediante ellas, de las imágenes más veneradas. Imágenes que salen a la calle para que puedan ser observadas tanto por quienes van a la iglesia como por quienes no lo hacen, despertando en muchas personas sentimientos y valores como el respeto,  e inspirando actividades como la reflexión, tan necesaria en los tiempos que nos ha tocado vivir, la colaboración, la integración en un grupo y, por qué no reconocerlo, la entrega a los demás. Forman parte de las esencias culturales de nuestro país y a nadie hacen daño.  Y, lo más importante quizás, están vinculadas con sinceridad  a la confesión cristiana.

 Y es esta cuestión la última que voy a tratar: el presente pregón no tiene como objetivo principal el de anunciar una procesión, ni ensalzar las bondades de una cofradía y sus miembros. Mi  objetivo hoy aquí es anunciar públicamente el inicio de la Semana Santa, período del año en que se conmemora y se recrea la pasión de Cristo, su sufrimiento y  buena muerte por nosotros, así como el legado que nos ha dejado. Un proceso muy similar al de nuestras vidas pues también sufrimos, atravesamos un  duro recorrido y morimos. Pero como él, nos levantaremos y, siendo sustituidos por la generación a la que hemos formado, demostraremos  que ese camino, en este valle de lágrimas,  tiene sentido, que la vida sigue más allá de la muerte, y que todo lo bueno que hemos hecho ha valido la pena. La Semana Santa que se inicia con el Domingo de Ramos será vivida con una gran intensidad por las gentes de Grado gracias al esfuerzo de esta cofradía.

No quisiera terminar este pregón sin hacer una breve referencia a mi familia moscona, de la cual tenemos la suerte de que ejerza el matriarcado la única hija de Balbina Mendívil  que sigue en esta fase de la andadura terrenal humana, la también  Balbina Rodríguez Mendívil, aquí presente, al frente de muchos de los descendientes de aquella Balbina. Mi padre conoció a mi madre, y se enamoró de ella, no por un impacto visual sino acústico, precisamente en la Iglesia de Grado. Mi madre cantaba un aria  durante la misa  y mi padre al oírla decidió que tenía que hacer lo imposible por conocer a la dueña de esa voz. Es a la iglesia, a la iglesia de Grado a quien mis hermanos y yo, y todos nuestros hijos y nietos debemos nuestra existencia. Y es la Iglesia, escrita con letras mayúsculas ahora, la que se renueva con la Semana Santa, la que sale a la calle a manifestarse, de la mano de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que nos ha de hacer buenos a todos. Me haría muy feliz pensar que este breve discurso ha cumplido su función, la de anunciar públicamente el inicio de la Semana Santa y la de incitarles a todos ustedes a participar en las actividades programadas para la  misma.

Muchas gracias



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