A don José María Bedía, con añoranza y gratitud Pregón del Cristo de la Buena Muerte Grado, 28 de marzo de 2025.
Señor Párroco de San Pedro de Grado; Hermano Mayor, miembros de la Junta de Gobierno y cofrades del Santísimo Cristo de la Buena Muerte; autoridades, amigas y amigos: La presente situación, abrumadoramente honrosa, pesa mucho sobre los hombros de quien les habla. Las palabras que sirven para convocar este acto (Cristo, Pasión, Buena Muerte, Semana Santa) forman en mi espíritu un conjunto de términos lleno de significado y que me impresiona. Quiero en este instante primero manifestar mi profunda gratitud -llena de emotiva solemnidad, de emocionado sentimiento de inferioridad- a quienes me han concedido la ocasión de ofrecer este pregón y a Quien por encima de nosotros supervisa y decide este y todos los momentos. Insisto, cae desde el Cielo sobre mí de forma inesperada y conmovedora, la oportunidad de hablar de esta cuestión primordial que a la mayoría de quienes llenamos esta magnífica iglesia nos acompaña desde nuestra infancia: Jesús ante su pasión y su muerte. La primera pregunta que me surgió al recibir este encargo, fue simple: ¿es posible decir algo -es posible que yo diga algo de interés- a propósito de la pasión y muerte de Cristo? Resumiré mi emplazamiento ante este gran interrogante en 3 escuetos comentarios, que no son más que un resumen de algo ampliamente pensado: 1: La espiritualidad y la religión en mi vida; 2: La confrontación de la ciencia y la fe; y 3: La Crucifixión de Cristo y su buena muerte. Voy a exponerles en la primera parte de mi intervención algunas ideas que hace ya unos años dejé escritas en un librito tras hablar durante varias horas con un cura rural sumamente inteligente, culto y bondadoso, al que puse el título “Conversaciones con un cura de pueblo. Mi disposición hacia la fe y la razón”, y para el que hice un gran esfuerzo de introspección sobre mis creencias y sobre el significado que le daba a mi vida. Aquel sacerdote -al que quiero recordar en un momento tan importante para mí- me ayudó durante la entrevista a reinterpretar muchas cosas que no aparecían claras en mi conciencia. 1 En una sala de la Casa Sacerdotal de Oviedo, ese ser humano excepcional que durante más de 3 decenios había cuidado de varias pequeñas parroquias del occidente de Asturias, me pidió que le diera mi propia definición, evidentemente instándome a descubrir mis creencias. Tuve que hacer una rápida y medida faena para responder con honestidad a su pregunta, que transcribí -como el resto de la conversación-, más o menos literalmente, de vuelta a mi mesa de trabajo. Afirmado en mi inclinación hacia los libros, le dije: Soy un hombre con vocación de hombre culto, acuciado por los mismos interrogantes que todos los que estamos aquí. Un hombre “siempre buscando a Dios entre la niebla”, como proclamaba en verso Antonio Machado desnudando su alma de hombre bueno; aspirando, como él dice en su Retrato, a “hablar a Dios un día”. Que apoyado sobre mi viejo escritorio, en esa forma privilegiada del pensar que es el leer; en las conversaciones con algunos hombres y mujeres, en sus miradas, me había interrogado desde muchos años atrás -ya en mi adolescencia- para iluminar el misterio de lo trascendente desde este mundo inefable y a cuyos umbrales de radical apertura sólo pueden aproximarse los poetas, los místicos y los puros de corazón. Si tuviera que volver a explicarme, añadiría a aquellas palabras que el haberme instalado en la actitud religiosa me ha servido para consolidar mi vida, para esclarecer mi propia conciencia y también para determinar mis sentimientos, mis emociones y mis afectos. Que ha sido más una predisposición vitalista que racional, aunque algunas lecturas han ido aportando razón a mi fe. Al pensar en los hitos principales de mi recorrido intelectual, el de mi sistema de creencias, en mi percepción de la existencia y en mi forma de estar en el mundo, no puedo olvidar que la lectura crítica y emocionada de los existencialistas Gabriel Marcel y Edith Stein, con libros incandescentes y de singular precisión (obras “para leer y meditar”), han sido fundamentales en mi forma de acercarme a la actitud religiosa. El monólogo en verso de Unamuno con el Cristo de Velázquez, alargándose misterio adentro, dio en mí forma y expresión a muchos de los sentimientos que de nuevo aflorarán estas semanas. O la visión antropológica y la serena capacidad de dialogar de Julián Marías, y sus ensayos Antropología metafísica, Los problemas del cristianismo y La perspectiva cristiana, por citar tres de los títulos del filósofo vallisoletano que se proyectan sobre mis palabras de esta tarde. También La presencia ignorada de Dios (un lúcido análisis existencial del austríaco Viktor Frankl, uno de los psiquiatras más influyentes en la medicina de hoy), y El puesto del hombre en el 2 mundo de Max Scheller, me impresionaron profundamente. Podría citar algún autor más, pero estos son mis acreedores preferentes. Pero hay dos libritos que como las jambas de una puerta me han abierto hace ya casi medio siglo la vida a un nuevo espacio, el de la espiritualidad. Los dos pertenecían a la biblioteca de mi padre: La Oración, del premio Nobel de medicina Alexis Carrel, y El hecho extraordinario, del filósofo García Morente. Ambos se pueden leer en una tarde, en un par de horas cada uno, tienen un gran fondo y están espléndidamente escritos. El dintel sobre esas dos primeras apoyaturas juveniles lo formaron las Escrituras leídas y las escuchadas en cada misa, especialmente alguno de sus evangelios. Y, precisando más -ya que hablamos de libros y de lecturas-, en la versión de la Biblia del obispo Torres Amat, la más leída en lengua española, un maravilloso monumento de nuestra cultura y de nuestra literatura. Y no puedo dejar de recordar, por su influencia sobre mí, uno de los más grandes libros escritos en castellano en el siglo pasado: “Figuras de la pasión del Señor”, del mejor prosista de la Generación del 27, Gabriel Miró (en palabras de Marañón, un “devoto puro de la belleza”), texto de exquisita finura lírica, de gran fidelidad a las Escrituras, creación reconocida por Ortega como de “perfección impecable e implacable”. Una sublime recreación del paisaje y paisanaje que conformaron las circunstancias de los últimos días de Cristo. Léanlo, si pueden, estas semanas: les reconfortará y acercará a la más alta expresión y a la inteligencia de nuestra lengua. Al ponerme a escribir estas hojas vinieron a mi memoria varios poemas, leídos y releídos decenas de veces, no pocos asombrosos, compuestos por grandes autores desde el siglo de Oro español hasta los hermanos Machado y Dámaso Alonso-, asumidos como propios por la tradición popular. También algunos libros autobiográficos de Teresa de Ávila y los sonetos firmados en el siglo XVII, desde una optimista libertad de espíritu, por la mexicana sor Juana Inés de la Cruz, los comentarios de San José María Escrivá y de los papas que he conocido, desde Juan XXIII. Todos ellos me han servido para dar solidez a mi vida religiosa. Aunque considero, lo declaro sinceramente, que no siempre he sabido apropiarme –a pesar de intuirlo, de vislumbrarlo- de lo más portentoso de sus ideas y de sus pensamientos. Sobre estas lecturas, sobre alguna biografía y numerosos artículos, con alguna experiencia personal, se sustenta la que es mi filosofía mínima -o mi pseudometafísica- acerca de la existencia humana y la fe. ¿Qué interpretación puede hacer un médico de la fe religiosa?, añadió aquel juicioso cura. 3 En primer lugar, le dije, la fe no es un acto de voluntad. Tampoco es una herencia recibida de los padres o una tradición cultural. La idea, la espiritualidad, el sentimiento y el conocimiento de la religión sí nos pueden llegar desde la relación humana y desde el entorno social. Pero la fe es un don divino que permite a los creyentes darle un sentido superior a su vida. Pero es un don; o se cree o no se cree. Y a cambio de entregarnos ese don Dios nos apremia a la caridad y a mejorar nuestra vida. La fe, repetía Unamuno de modo espléndido, parafraseando a San Pablo, es la sustancia de las cosas que se esperan. La fe “pura”, la fe “del carbonero”, la fe sencilla y firme, añadía, nos sitúa ante Dios. En mi caso, la noción de que somos algo más que materia -de que también somos espíritu- la he recibido de lo oído, lo visto y lo leído. Esta espiritualidad predispone al sentimiento religioso, pero ambas cosas no son lo mismo, aunque muchas veces coincidan. La fe es diferente, es -continuando con su delimitación-, “el contenido de la creencia”, según el decir de Ferrater Mora. Si existe la fe, la espiritualidad y el sentimiento religioso se sobreentienden; pero lo contrario no siempre es cierto. Hay personas que pueden tener una vida espiritual muy intensa y no ser religiosas; y puede haber personas religiosas que no tengan fe, aunque, lógicamente, desean tenerla. Pienso que considerar esos tres conceptos (espiritualidad, sentimiento religioso y fe) es necesario para comprender la Semana Santa en toda su amplitud y profundidad. Aquella lejana tarde ovetense, tras casi media hora de divagaciones librescas, mi contertulio me lanzó otra cuestión directa al tema. ¿Crees que contradice la ciencia a la fe? La ciencia, en el mejor de los casos, le dije, responde al “cómo” de las cosas, no al “porqué”. Cuando la ciencia hace del porqué su tema se convierte en una religión intranscendente, deja de ser ciencia y no llega a nada. Apostarse en el conocimiento científico para querer negar o anular el pensamiento religioso es un infantilismo intelectual, un pobre reduccionismo. Yo soy biólogo y médico, y mi visión de la realidad, continué explicándome, está claramente construida desde el método experimental. Pero no pueden confundirse las cosas. La Ciencia solo alcanza a explicar la lógica del mundo y la Biología la lógica de los seres vivos. Pero a la pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida?, solo cabe darle dos respuestas. Y entre la nada y el mensaje de Jesús de Nazaret yo no tengo dudas. La vida para mí tiene un significado trascendente. 4 Mi amigo cura continuaba nuestro diálogo con otra cuestión, una preocupación suya: Algunos investigadores -me planteó- niegan a Dios desde su autoridad científica… Sintiéndome cada vez más cómodo con la charla, ahondé en mis posiciones: Ningún científico es ateo por razones científicas. No hay ningún argumento probatorio que permita mantener que no hay Dios. Nadie puede demostrar que Dios es una mera idea o una ficción útil. La vivencia de lo divino puede ser una realidad intangible e inasequible al método científico, lo que no quiere decir que no sea una necesidad lógica para el hombre de fe. Pero hay, indudablemente, científicos ateos que se manifiestan como verdaderos fanáticos integristas; son -si se me permite una expresión malsonante- verdaderos papanatas del método científico. ¿Cómo puede afirmarse -desde un ateísmo o antiteísmo escandaloso y soberbio- eso de que con tal o cual descubrimiento se le ha dado un golpe definitivo a la religión?, según dijo un afamado físico. Para mí, ciencia y fe no están en contradicción; atañen a temas diferentes; son dos ventanas con las que mirar el mundo. A través de ellas vemos diferentes aspectos de la realidad. La actitud científico-natural (el llamado “cientificismo”), se convierte en ideología cuando se toma a la ciencia como el modo único y despótico de acceso pensante y racional a la existencia. De nada sirve el pensamiento crítico del científico si solo se aplica cuando interesa, y cuando no interesa, se deja de aplicar. Un científico sin fe o cualquier otra persona sin fe- no puede defender que como él no tiene fe otros no la pueden tener. En aquella interpelación, verdaderamente desafiante para mí, el párroco jubilado dio un paso más: ¿te atreves a decirnos lo que es la vida para ti? Entiendo, respondí, que no me está pidiendo una definición como biólogo. Recuerdo que al llegar a la Universidad para estudiar ciencias biológicas, el primer día y la primera hora de clase, el profesor de la asignatura de biología general, Juan Luis Martínez, un hombre culto y de gran temple literario, se pasó cincuenta minutos precisando el concepto de biología y explicándonos lo que es la vida desde criterios estrictamente científicos. Los cinco años de carrera que siguieron a aquella primera clase fueron notas al margen a sus comentarios preliminares. Pero quizá esto no venga al caso más que para decir que la cuestión ha permanecido abierta para mí desde aquella tarde y que la respuesta que la ciencia da a la misma me sigue resultando claramente incompleta. Sentí desde entonces la necesidad de encontrar una interpretación más allá de la explicación biologicista. La vida como tema me planteaba otras dimensiones. Una de ellas la del Misterio que nos ofrece y su alcance como motivo de reflexión. Para mí la vida es una interesante aventura, y debemos sentirnos comprometidos en esa aventura; una aventura que nos permite realizar una de las aspiraciones más definitorias de nuestra especie: aceptar retos y superarlos, cada cual los suyos. Personalmente, esa empresa la siento como una tarde ancha y bella. El paso del tiempo que la configura, el que se inserta en nuestra biografía, es conjetural, se completa con las realizaciones que él mismo nos propone. Ese posible-verosímil (que ni vuelve ni tropieza, como escribió el Caballero de la Torre de Juan Abad), hace de nuestra existencia algo tentativo, algo inseguro, realidad fluyente y movediza; la hace campo para libertad, noción clave para comprender el cristianismo. Y en los días vividos -en nuestro estar en el mundo, y dando al mismo su contenido esencial- pueden nacer todas las formas concretas de sentirse en relación con el tiempo: la expectativa, la espera, la esperanza, la desesperanza y, finalmente, la más penosa, la desesperación, que se traduce en la vivencia del “así no se puede seguir” y que lleva a pensar a algunas personas en el suicidio por cuenta propia o por cuenta ajena; esto es, con la “asistencia” y cooperación de un médico que para facilitarlo deja de serlo; un médico, que se erige en señor y dueño de la vida, que participa en lo que engañosamente se llama eutanasia (etimológicamente buena muerte). Pero, ¿hay alguna muerte buena provocada por la desesperación? No; no la puede haber. Una buena muerte está en función de una buena vida. // La eutanasia, la sedación terminal, el suicidio asistido, o llámese como se llame, se inserta con el aborto en una serie de conceptos que conforman la cultura de la muerte. En una sociedad del “bienestar” en que las creencias están quebrantadas o hay realidades nuevas ante las que el hombre está desorientado y en crisis, eliminar el dolor en su raíz -el dolor de la madre que tienen otra vida en su vientre o el de la persona desesperada- es suprimir a un ser humano. El llamado bienestar la sociedad actual, la cultura del descarte y las nuevas leyes lo sustituyen por el “no estar”, por el dejar de existir. Pero debemos declarar que en este ahora, el dolor, la depresión, la ansiedad, sentirse una carga para la familia debido a una enfermedad, tienen paliativos -los tiene tanto en la relación humana como en la compañía de una buena medicina, la de consuelo y remedio- que permiten -sin encarnizamientos de diferente motivación- preservar la vida del sujeto; que actúan como lenitivos de la tristeza de vivir entre miedos, fantasmas, sombras y espejismos. Una cosa es la Ley, que es mutable, que se adapta a circunstancias y a preferencias y rentabilidad particulares, a ideologías políticas, y otra la ética, que trata del respeto a la vida y de los intereses del ser humano, de todos los seres humanos, y del 6 discernimiento de nuestras conductas según la noción de bien y mal. Eso lo explicaba muy bien Gustavo Bueno (que se definía como “ateo cristiano”): la virtud ética fundamental -decía- es la fortaleza, lo que impulsa a permanecer en la existencia. Esta virtud, cuando se refiere a uno mismo es la firmeza, y cuando se refiere a los demás, es la generosidad. Ese es el punto de vista correcto, y no porque alguien sufra o deje de sufrir, o porque se supone que va a sufrir (añadía el que fue durante dos décadas “el rojo oficial de nuestra universidad”), debe ser aniquilado. Los médicos no pueden dar la muerte, es una contradicción. La medicina -seguía el padre del materialismo filosófico- es el arte de transformar enfermos en sanos, no el de transformar sanos en enfermos y enfermos en muertos. Como hombre religioso esa “itinerancia” que marca el tiempo cronológico, ese recorrido en busca de la claridad, es el fondo de mi actitud en el mundo. La idea de Homo viator de Gabriel Marcel, el considerar al hombre como viajero, sentir la vida como vocación, como caminar hacia la luz desde la ambigüedad de la condición humana, es verdaderamente hermosa y llena de significados. Me cautivó la imagen que transmite Marcel, su planteamiento y sus argumentos. La fe nos lleva a estar en marcha permanente, es “camino de perfección”, como decía Santa Teresa en su magnífica obra de meditación sobre el Padre Nuestro. La muerte -ese fin de trayecto que nos asegura el nacer- es poder rector y conformador de la vida: algo –en palabras de Max Scheler- que confiere a esta articulación y estructura. El saber que vamos a morir da densidad y sentido a nuestros días, la impregna de insatisfacciones, de deseos, de lucha; en una palabra, de humanidad. La muerte es la gran ordenadora de la vida, según dejó dicho Pedro Salinas. Vivimos más intensamente cuanto más conscientes somos de nuestro fin. La muerte puede ser difícil de aceptar, pero la pasión y muerte del Señor nos enseñaron que tiene sentido. Es evidente el valor de lo que digo si reflexionamos sobre lo que el crucifijo representa en nuestra historia. Recuerdo con emoción que mis padres tenían en su habitación, dentro de una hornacina, un Nazareno de estimable tamaño cargando con su Cruz. En ese lugar había una vela de iglesia que encendían cuando alguna inquietud se cernía sobre la familia o sobre sus amigos, incluso cuando nosotros nos enfrentábamos a los exámenes o estábamos de viaje. Aquella figura camino del Calvario, con cuya presencia crecimos, me ha dado una referencia, aunque solo al ir haciéndome mayor entendí todo su significado: Él nos decía que el vivir fácil -sin voluntad de sanar nuestros defectos, sin sacrificio- es un camino equivocado. Si tienes un proyecto que valga la pena, aunque sufras lo debes de llevar adelante. 7 Muchas veces a lo largo de mi vida me pregunté: ¿por qué Cristo, el hijo de Dios, muere humillado en la Cruz? ¿Por qué quiso morir torturado? La contestación se me ofreció a medida que iba pensando en ello. La figura del hijo de Dios tronchada sobre un madero, milagro de humildad, de coraje frente al poder ignorante y malévolo, con los brazos abiertos para todos y para todo, nos muestra un camino para la vida y un ejemplo para la muerte. Él nos ofreció su pasión y su muerte como modelo. La vida tal como nos hizo ver con la suya- trae consigo sufrimiento, incomprensiones, decepciones, dolor y conduce a nuestra muerte. Todo eso pertenece a la contextura esencial de nuestro estar en el mundo y debemos aceptarlo si queremos transitar nuestros días conciliados con nosotros mismos. Jesús de Nazaret paso por todo eso, pero nos dejó un mensaje que ha pervivido con el paso de los siglos. Desde su muerte todo tiene sentido. El crucifijo significa luz y libertad interior. Es refugio que acoge siempre y protege de la intemperie. En tiempo de desamparo y tribulaciones, ilumina lo que es opaco y oscuro. Nos apremia a enfrentarnos con modestia y confianza al final de nuestra singladura en este mundo. Tras una cruel y larga agonía, la cabeza caída, ladeada ligeramente a su derecha. Los ojos vencidos y medio tapados por la abundosa cabellera negra que cae sobre su frente y la boca entreabierta tras el estertor final todavía reciente en lo alto del Gólgota. Todo se traduce en infinita y dulce placidez. Colgado de una Cruz, esperando su resurrección, nos muestra la esperanza como fundamento de la fe: si amas, nos señala a cada uno de nosotros, tú no morirás jamás. La advocación del “Cristo de la Buena Muerte” que hoy nos reúne, la del Hombre muerto que no morirá, tiene un profundo sentido. Es el más perfecto acto de amor de Jesús al Padre y a todos los hombres: su vida y su muerte, ofrecidas voluntariamente por nosotros, son fuente de misericordia hacia todos. Desde la crucifixión de Jesús, el hombre -sea hombre varón o mujer- está condenado a ser libre y a hacerse a sí mismo, a dotar de sentido a su vida o a reconocer que no hay ningún sentido en su vida, a prever su muerte y a darle un significado. Con su sacrificio la muerte dejó de ser para el creyente un final temido para convertirse en una puerta abierta al infinito, a lo Absoluto, a la Eternidad. Finalizo repitiendo las palabras que hace cuatro siglos dijera uno de nuestros más insignes poetas: “¿Pero cómo clavado enseñas tanto?/ Debe ser que siempre estás abierto,/ ¡oh Cristo, oh ciencia eterna, oh libro santo!” (Lope de Vega). 8 Gracias a los que organizan esta conmemoración y pensaron en mí para estar hoy aquí. A los que dejándose llevar por unos minutos a mi biblioteca y oyéndome, me habéis permitido ordenar y airear mi vida interior, mis querencias y mis creencias. Gracias al pueblo de Grado por acogernos en esta espléndida iglesia ante la imagen del Cristo Bueno. Gracias -tengo que decirlo- a las vidas que han hecho mi vida, y a quienes cada día me dan la buena noticia de que soy querido y perdonado. Gracias a todos.
Venancio Martínez Suárez Médico
PREGÓN SEMANA SANTA
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE
VIERNES, 15 de marzo de 2024
Señor Párroco de San Pedro de Grado, Hermano Mayor y
demás miembros de la Junta de Gobierno, de la Cofradía del Santísimo Cristo de
la Buena Muerte, señores cofrades, amigas y amigos.
Es un honor para mí que la Cofradía me haya invitado a pronunciar el pregón de la Semana Santa del 2024.
Ser
“pregonera” para anunciar que va a dar comienzo la conmemoración
de la Pasión Muerte y Resurrección de Jesús: Hermanos y hermanas si, vamos a
celebrar el misterio nuclear de nuestra
fe, porque sólo desde la fe se entiende la Semana Santa. Sólo con fe se
pueden vivir estos días intensamente santos y tan inundados por la presencia
del Señor.
- Somos seres con emociones, miedos e inseguridades y nos necesitamos mutuamente
- Nacemos a través de un grito, que busca encontrar un apoyo, sin el cual nos perderíamos
- Solo la respuesta del OTRO, de la madre, hace
que el grito no caiga en el vacío… la
respuesta hace posible la vida
- Ese grito es una petición de amor, busca el reconocimiento: “bien venido a
la vida, te queremos”
- La vida exige la presencia del otro como socorredor.
§ Somos frágiles y
para nuestro crecimiento necesitamos ser “encontrados”,
ser mirados con cariño por alguien para quien somos importantes
§ Nuestra esencia es
ser seres relacionales, seres de encuentro.
Nos debemos unos a otros el pan y la sal
de la ternura para poder existir, vivir,
crecer y florecer.
§ Cuando nuestro
mundo relacional se quiebra,
entramos en crisis languidecemos, nos doblamos y nos cuesta vivir
§ El “encuentro” es una experiencia básica de la vida humana. El ser
humano solo puede crecer, desarrollarse y madurar humanamente en un mundo de
relaciones afectivas, en las que recibimos
el afecto, el calor, la valoración el aprecio
“La
vida, en su calidad de humana, sólo puede subsistir desde las relaciones y en
las relaciones.
Únicamente
puede crecer, desarrollarse y madurar humanamente en un mundo de relaciones
afectivas, en las que recibimos el afecto, el calor y la confianza que nos
permite crecer y hacernos libres, y en las que percibimos sentimientos profundos y
positivos hacia uno mismo”. Y ello nos permite aceptarnos.
En la fe cristiana: “Todo comenzó con un “encuentro”, todo comenzó con una “experiencia”. Estas son las hermosas palabras del teólogo Schillebeeckx para mostrar el origen de la fe cristiana, el seguimiento de Jesús tal como se nos presenta en los evangelios. El encuentro con Jesús transformó a unos buenos hombres sencillos y trabajadores que se hicieron sus discípulos dejándolo todo para compartir su camino, su misión y convertirse en testigos y pregoneros de la salvación universal. Y así nació la Iglesia, también como encuentro o comunidad de quienes compartían entre sí la misma experiencia de salvación y la misión de anunciarla a todos los hombres.
A
nosotros nos ha llegado la fe en Jesús gracias
a la experiencia de aquellos primeros discípulos y discípulas que se encontraron personalmente con Jesús y sus vidas fueron
transformadas
Desde el punto de vista psicológico, la pregunta es:
¿Puede un encuentro o algunos encuentros marcar
tanto a alguien que le lleven a ensanchar inesperadamente sus ideas
a cerca de su vida, de lo que puede saber y hacer?, la respuesta es afirmativa.
Todo el mundo comienza su vida marcado y troquelado por unas relaciones
fundantes de la idea que va a tener de si y del mundo.
Todos
conocemos la importancia de la socialización primera; esa manera de estar y de
relacionarse con el mundo, es algo que ocurre en la familia y en los grupos que la prolongan o hacen sus veces
durante los primeros años de la vida. Se trata de un proceso correlacionado con
el descubrimiento y elaboración de relaciones personales.
Los cambios en la manera de ver las cosas y de
situarnos en la vida se producen por la posterior pertenencia o referencia a
otros grupos de pertenencia, ahí es donde cambia nuestra manera de ver el mundo
y de vernos a nosotros mismos. Es en el mundo de las relaciones cuando estas son
significativas, y los encuentros personales profundos y nuevos, donde vamos
descubriendo nuevos horizontes y tomamos conciencia de nuevas dimensiones , a
veces no conscientes .
Las aspiraciones de aquel grupo de judíos que
siguieron a Jesús se vieron transformadas desde aquel encuentro con
Jesús
La
convivencia con Jesús les llevó a nuevas maneras de entender a Dios y de
relacionarse con los demás.
Dios se manifiesta mediante el “encuentro” llegando así a la necesidad mas
profunda de nuestro ser en relación.
El sale a nuestro encuentro y nos “busca” con ternura, no
para juzgar o condenar sino para sanarnos y enseñarnos el camino que conduce a
la vida. SantoTomás hablando del pecado afirma: “A Dios le duele que nos hagamos daño”
èEn
nuestra vida creyente
somos llamados a generar unas relaciones nuevas de proximidad, de justicia y solidaridad, entre los seres humanos y con
la creación
èEn un mundo
hambriento de relación, la interrelación, la calidad y cantidad de nuestra
capacidad para relacionarnos asume una importancia central.
No es bueno para la salud
VIVIR COMO ISLAS y nuestra cultura nos empuja a ello
como nos dicen el reciente análisis de Cáritas:
Vivimos en un contexto
social caracterizado por el descuido, la
desconexión y desvinculación. En primer lugar, se da una relación de
descuido con uno mismo, confundiendo deseos con necesidades, también el
descuido de las relaciones interpersonales, fruto del individualismo, que lleva
a considerar las relaciones en clave de intercambio e interés y, en tercer
lugar, el descuido de la naturaleza, comportándonos en ocasiones, como
depredadores.
Y el Papa Francisco en (LS 70)nos recuerda:“cuando estas relaciones son descuidadas,
cuando la justicia ya no habita la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida
está en peligro”
Es necesario tomar conciencia de que todos tenemos necesidad de ser cuidados y capacidad de
cuidar. En este contexto cobra especial importancia la cultura del cuidado como nos dice el Papa Francisco, para
erradicar la indiferencia, el rechazo y la confrontación. En Fratelli tutti nos indica que “hemos crecido en muchos aspectos, pero
seguimos siendo analfabetos en
acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestra
sociedad... síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de
espaldas al dolor” (FT 64)4.
El cuidado
significa acompañar allí donde la persona sufre. Entendemos por acompañamiento el establecimiento de un
vínculo con la persona que implica estar al lado y caminar junto a ella.
“Todos los cristianos
estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra”
(EG 209). El rostro del otro, especialmente del vulnerable, se me impone y
exige de mí una respuesta. Cuidar es
estar ahí, que el otro perciba que yo estoy con él, reconociéndole persona
y ser singular, en sus debilidades y sus posibilidades.
La pandemia ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad y
la interdependencia de las personas para salir adelante. Por eso estamos
llamados a cuidarnos, a cuidar de los demás, y al cuidado de la
familia humana, de la Tierra que es nuestra casa común, y a promover la cultura del encuentro.
Contemplando al Cristo de la BUENA MUERTE, NOS BROTA LA
GRATITUD Y LA ADMIRACIÓN porque Jesús el rostro de Dios hecho persona
humana, pasó haciendo el bien, liberando de toda enfermedad y dolencia y de
toda idea de Dios que pueda oprimir…. nos enseñó que lo que importa no es el
“cumplimiento” de leyes y preceptos, sino el
amor que ponemos en ello. Y que la “perfección”
en Dios y en nosotros consiste en ser compasivos,
salir de nuestros intereses para acercarnos al hermano dolorido
Los Evangelios presentan la gran acción sanadora de Jesús, el que para sus conciudadanos era el
“enviado de Dios” vino para darnos a entender lo que realmente quiere Dios para
el ser humano: “que todos tengan vida y
la tengan en abundancia, es decir sana y gratificante (Jn 10,10).
A través de todos los relatos de sanación de los
evangelios se ve de forma resaltada que la preocupación primera de Jesús es el
sufrimiento de los más desgraciados: “me
da compasión de ellos… llevan tres días sin comer…andan como ovejas sin pastor… se compadece de la viuda que lleva a enterrar a su hijo y lo resucita. Le suplica el
leproso… ¿quieres curarme?… Jesús, al ver el gesto del leproso, siente compasión/misericordia se
le conmueven las entrañas, (en la Biblia Hebrea nos aclara que son entrañas de madre) y extiende su mano, expresión que en el
lenguaje del (Antiguo Testamento) implica una manifestación poderosa de YHVH, y
lo toca, diciéndole: "Quiero,
queda limpio..." Él toca al leproso y se "adjudica" a sí mismo
la lepra, cumpliendo lo dicho por (el Profeta Isaías): "Él llevó nuestras
enfermedades y soportó nuestros dolores".
…y cura al ciego cuya vida cansina va sin sentido
a la deriva y recupera la mirada sanadora de Jesús
Parece más importante en la misión de Jesús, aliviar el sufrimiento que denunciar
los pecados de la gente. Nos expresa que estaremos lejos del reino de Dios si
causamos sufrimiento o somos indiferentes al dolor de los demás. De esta forma
nos muestra el rostro de Dios hecho de
ternura y misericordia…y denuncia la
opresión de los demás en nombre de Dios.
Quiso enseñarnos que el Reino de Dios es gozar de la experiencia
de saber que Dios es Padre que nos ama que nos quiere hermanos cuidando unos de otros y en especial de los más
necesitados y que las prostitutas y los samaritanos descreídos nos adelantan
porque viven la misericordia sin
acepción de personas
Su actitud sanadora se muestra en la acogida entrañable a cada persona enferma sea del pueblo de Israel,
de los renegados samaritanos, de los extranjeros de Tiro y Sidón y hasta de los
dominadores romanos como el siervo del centurión romano, le interesan más su salud que su religión, o el origen o situación moral
en que se encuentren.. y así transmite con su acción la certeza de que Dios les ama, nos ama y además no tenemos que ser perfectos para ser
queridos por Dios; por eso cura con su cercanía a todos
Jesús vivió
nuestras emociones, disfrutó de la amistad, de ver salir el sol cada día
imagen de la Bondad de Dios y también lloró ante la muerte de un amigo.. “Mirad como lo quería”.
La muerte de
los que amamos es para nosotros desgarradora y ante ella sentimos también temor,
anticipando la nuestra… y El como dice
la carta a los Hebreos: “vino a liberar a
los que por temor a la muerte vivían como esclavos…” El quiso pasar por lo
que nosotros pasamos para liberarnos. Pasó por la muerte para bien de todos y
con su resurrección hemos aprendido
que la muerte no es el final de la vida, es el paso a una vida nueva… y la paz nos acompaña sabedores de un final
feliz
En Jesús Crucificado hemos aprendido que el
amor entrañable de nuestro Dios no se apaga con nuestros pecados sino que
su entrañable ternura y fidelidad no se cansa de abrazarnos y sanarnos, porque a
El “le duele que nos hagamos daño”.(Santo Tomás cuando habla del pecado) Sólo es
necesario volver a El reconociéndonos frágiles y pecadores como el “hijo
pródigo”, sin hundirnos en nuestros “autoanálisis”, y dejarnos abrazar por El
Queremos
ante el Cristo de la Buena Muerte, animarnos
mutuamente hermanos y hermanas a poner la fuerza de nuestra respuesta al
amor de Jesús en que nos importe mucho el hermano
caído y roto por el peso de la vida: paro, adiciones, rupturas de
relaciones, ancianos que mueren solos…
Lo que nos queda es llevarlo
a la práctica. Y ¡cuánta necesidad tenemos de esa práctica! porque en
psicología sabemos que lo que cambia nuestra vida no son los “buenos deseos”,
sino el hacer, el llevarlos a la práctica.
Tal vez podamos comenzar con un cambio en nuestra
inclinación a juzgar al otro, sí, sobre todo al otro, algo que abunda en nosotros,
mientras que el auto-juicio sincero
escasea, y solo reconociendo que necesitamos
perdón, seremos capaces de perdonar.
Que el Señor nos conceda un conocimiento sincero, de
nosotros mismos, sin engañarnos para
vernos mejores que “otros” e ir de “buenos”.Tenemos gran facilidad para el autoengaño. Por eso que nuestra oración
sincera sea: “Dios compasivo ayúdame a
conocerme y no me dejes caer en la tentación de juzgar y minusvalorar a los
demás”
Este amigo me compartió desde la
cercanía y la amistad que nos unía, lo que estaba viviendo y me escribía:“Siempre
he estado bien de ánimo, sereno y confiado. Vivo con confianza este periodo de
mi vida, sintiéndome en las manos de Dios, como siempre, pero ahora con
más profundidad” (Manolo López)
Que importante acompañar a nuestros hermanos en estos momentos de cercanía a la
muerte y humanizar el proceso de morir
acercándonos al enfermo, conscientes del miedo que nos puede provocar, pero
brindando nuestra cercanía y nuestra fe en ese momento. Acompañar no
solo para el cuidado farmacológico que le evite el dolor sino también para cuidar su necesidad transcendente. Creo
que los cuidados paliativos han de incluir esta dimensión transcendente como
una “necesidad humana” fundamental. Todo ser humano más allá de si es
practicante o no, en el momento de la cercanía de la muerte pasa por tres fases,
como nos dice el gran especialista en estos temas: Enric Benito oncólogo y
médico de cuidados paliativos, que señala los distintos estadios por los que
pasa la persona que sabe cercana su muerte:
Las etapas por las que va a pasar son:
| CAOS, etapa muda, de enclaustramiento o de lucha personal para aceptar lo inesperado
| ACEPTACION, etapa expresiva o de transición: conlleva aceptación de lo vivido:
perdonarse y perdonar. Conexión con quienes te quieren: necesidad de ternura y
afecto
| TRASCENDENCIA, maduración y apertura al Misterio
de una presencia que nos acoge:entrega a lo pertenecido: confianza
¿Cómo acompañar al enfermo en ese final?
| Acogida, hospitalidad hacia quien viene roto y cansado y lleno de miedo, Necesita que alguien le acoja, le acompañe, le lleve de la mano en su noche, y le de seguridad
| Darle confianza, seguridad sentida porque
tú estás conectado con el Amor, que nos
habita a ambos y que le acoge a él en
este momento
| Presencia aceptación incondicional.
A veces no es necesario hablar pero si estar “presente” de corazón
| Compasión: que es “empatía en acción”, para lo que
necesite
| No huir por miedo a sus
preguntas
| Quien acompaña tiene que estar interiormente conectado con esa Presencia profunda que nos habita y se cultiva
en la oración
Para acompañar el dolor de otros
Enric Benito, en “Humanizar el proceso de morir” nos dice:
“Quien tiene que
afrontar el sufrimiento existencial de sus semejantes necesita trabajar su
propia dimensión trascendente para poder comprender y acompañar a quienes
sufren”.
Ello supone:
| Estar consciente de las propias emociones
y de su yo profundo, con la experiencia
de ser HABITADO
| Siempre con el respeto profundo hacia la otra
persona en quien hay una presencia que le transciende aunque no sea
consciente de ello
| Es importante no ver el sufrimiento solo como
problema médico, darnos cuenta de la persona que lo está sufriendo
| Contemplar el sufrimiento como misterio, como
condición existencial, consecuencia
de nuestro ser humanos
Que la contemplación del Cristo de la Buena Muerte nos empuje ante tanta muerte tristeza y depresión que nos rodea, a prepararnos para acompañar a nuestros hermanos en esos momentos tan importantes, pues si necesitamos de los demás para nacer también necesitamos cuidar unos de otros en la vida y ser acompañados en el tránsito del morir consciente de que en cada hombre o mujer que pasa a mi lado hay algo de mí: un hermano que sufre, pues todos estamos interconectados en lo profundo por el mismo Dios Padre que nos habita a todos
Cuando miramos el rostro del Cristo de la Buena Muerte encontramos serenidad y paz, confianza y abandono
·
Todo el MAL cayó sobre El y en medio de
tanta injusticia y maldad, muere disculpando que es más que perdonar: Perdónalos Padre porque no saben lo que
hacen…
·
Muere soportando lucha y oscuridad: Dios
mío ¿porqué me has abandonado? cuantas veces cuando las cosas se nos ponen
difíciles echamos la culpa a Dios o pensamos que nos ha abandonado… miremos a
Jesús que pasó por lo que nosotros pasamos… y siguió confiando en la bondad de
Dios Padre
·
Por eso muere confiando su vida, su
espíritu en las manos del Padre: Padre en
tus manos pongo mi espíritu, mi vida
·
Por eso su rostro está sereno, sabe bien
de quien se ha fiado… y nosotros sabemos que el Padre le Resucitará
·
Tiene también la serenidad y la Paz de
quien se sabe que ha cumplido su tarea: mostrar el rostro entrañable del Padre, no devolviendo mal por mal…sino que
amó hasta el final
·
Ante la muerte de Jesús, miremos a María dolorida pero de pie, matan a su
hijo, al justo al que pasó haciendo el bien… y a nosotros la negrura de la
desesperanza nos invade parece que el mal es tan poderoso y Dios ten frágil que
no se defiende… pero no lo dudemos
apoyados en María abrámonos como ella a la esperanza: el amor triunfa sobre el mal…
Dios
me ama incondicionalmente, tal como soy. No tengo que ganarme su
amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que cambiar ni ser mejor
para ser amada por él. Más bien, sabiendo que me ama así, puedo cambiar, crecer
y ser buena y aprender a amar
Dios solo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla más digna y humana para
todos. Que sea sensible al amor.
Hay algo que no he de olvidar. Nunca estaré sola. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en
Dios. Él será siempre esa presencia comprensiva
que necesito, esa mano fuerte que me
sostendrá en la debilidad, esa luz que
me guiará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar diciendo «sí» a la vida. Un día, cuando termine
mi peregrinación por este mundo, conoceré
junto a Dios la paz y el descanso, descubriré que en el borde del misterio
donde parece que se acaba la vida nos ponemos en contacto con el AMOR que
siempre nos sostuvo y nos unió en lo profundo a todos y que ahora nos acoge en
su regazo materno
Y con José Luis Martin Descalzo diremos:
Morir se acaba
«Y
entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir
sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir, en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura».
Si, morir hermanos, es descansar de todos nuestros afanes y sufrimientos, descansar en Dios en su regazo materno
Hermanos que en la Vigilia Pascual, proclamemos juntos:
¡¡¡Jesús ha Resucitado!!!: El amor
ha triunfado sobre el mal de este mundo. y escuchemos de labios de Jesús:¡PAZ A VOSOTROS! ¡ALEGRAOS!
24 de marzo de 2023 – Pablo Álvarez Álvarez
1.
Autoridades, señor párroco de San Pedro de Grao, Hermano Mayor y
demás miembros de la Junta de Gobierno del Santísimo Cristo de la Buena Muerte,
señores cofrades, amigas y amigos.
2.
Estar hoy aquí, en Grao, en esta maravillosa Capilla de los
Dolores, representa para mí un privilegio enorme e inmerecido. Os lo agradezco
de corazón y os confieso que me presta por la vida. Me abruma un poco la nómina
de pregoneros anteriores. Soy periodista y a algunos de ellos los he conocido
como entrevistados, por los méritos que han ido acumulando. Tengo esa mala
conciencia de pensar que mi presencia baja el nivel. Pero debo ser sincero: a
estas alturas, todo eso ya me da igual. El error de quienes me han elegido ya
no tiene remedio. Confío en que no os cueste el puesto.
3.
Mi primer recuerdo consciente de Grao se remonta a cuando tenía 14
o 15 años. Vine a jugar al fútbol con el Llanera Infantil. Creo recordar que
perdimos contra el potente Mosconia. Y no sería extraño que yo hubiera influido
en la derrota. Me encantaba el fútbol, al que consagré muchas horas de mi
infancia. Me sabía de memoria los cromos de las colecciones de la liga. Reconocía
a los futbolistas aunque me taparan la mitad superior (superior, la cara) de sus
fotografías. En mi faceta práctica del fútbol, empecé aquella temporada como
capitán del equipo y la concluí como suplente indiscutible. Si mi club llega
entonces a tener psicólogo, seguramente me habría tratado por crisis de
ansiedad. Pero como no había psicólogo ni yo sabía lo que era la ansiedad, y
mis padres tenían otras preocupaciones bastante más acuciantes (por ejemplo, la
inestabilidad laboral de mi padre), superé el trauma bastante bien y me dediqué
a otra cosa.Lo malo fue que esa otra cosa, la electrónica, se me daba igual o
peor. Menos mal que llegó a mi vida el periodismo: tampoco he llegado muy
lejos, pero es una profesión que desde hace justamente tres décadas me hace muy
feliz.
4.
Grao me gusta como villa: su mercado, su vitalidad, sus
turboglorietas, su historia, su patrimonio… La belleza del santuario de la
Virgen del Fresno es asunto serio. Dado que soy un llambión empedernido, me
encanta la calidad de los dulces que hacen en Grao. Mi nutricionista de
cabecera, moscona ella, sabrá ayudarme a compensar estos excesos.
5.
Con Grao me unen vínculos personales poderosos. Personas a las que
aprecio mucho. Ellas me animaron a disfrutar del renacimiento de vuestra Semana
Santa de la mano de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Una
institución como ésta no sólo da realce a una tradición. No solo hace pedagogía
de unas creencias. Además de todo eso, genera comunidad, potencia la identidad
de un pueblo, fomenta el sentido de pertenencia, promueve la colaboración de
niños, jóvenes y mayores en un proyecto común…
6.
En estos años, también he conocido otros eventos menos píos, pero
muy ilustrativos de lo que Grao es y alienta. Me refiero, por ejemplo, a la
rifa del gochuasturcelta. Si algo está claro es que en esta tierra sabéis elegir
lo mejor…
7.
Este es el
segundo pregón que pronuncio en mi vida. El primero tuvo lugar en 2009, en las
fiestas de mi concejo, Llanera: la celebración de los Exconxuraos. Allí, en esa
cena medieval de dos mil comensales, amenizada por un espectáculo de caballeros
y caballos… allí me gustaría veros en el primer fin de semana de julio. Os
animo a apuntaros.
8.
Hace cuarenta
años que leo el Evangelio todos los días: solo unos minutos que sirven de
inspiración para toda la jornada. Sabéis, como yo, que la vida y la predicación
de Jesús de Nazaret son el mejor libro de instrucciones para aprovechar una
vida. El Evangelio lleva siglos inspirando incluso a no creyentes, que alcanzan
cotas de virtud que tantas veces sirven de ejemplo de vida para los que
creemos. Creemos en Dios, pero no por eso nos sentimos mejores que nadie. Ni
peores.
9.
Comparto con
vosotros una cosa curiosa que vengo observando: hay gente que se ha pasado muchos
años tratando de borrar las huellas del Evangelio en la sociedad, en la vida
pública. Pensaban que eso nos haría más libres, más autónomos, más cerebrales, mejores
ciudadanos… Pues resulta que ahora están profundamente arrepentidos. Son
personas honestas y han descubierto que se les fue la mano, que contribuyeron a
demoler algo que no era perfecto, que tenía defectos, pero que mirado
globalmente sí era valioso y favorecía el equilibrio de las personas y la
convivencia en sociedad.
10. Y esas mismas personas, que son perspicaces, están viendo que la
sociedad actual, con todas sus facetas positivas, innegables, se ha vuelto una sociedad
desnortada, consumista, nihilista, hedonista, muy flojita, despiadada con el
más débil, inerme ante la adversidad, sentimentaloide, refalfiada de tanto
bienestar material…
11. Este pórtico de la Semana Santa, en el que nos encontramos, es un
buen momento para reflexionar con sosiego: la pérdida del sentido religioso de
una sociedad pasa factura, y una factura no pequeña. Es eso que dice la gente
cada vez más a menudo: “Ahora no hay valores…”. En realidad, sí los hay; hay mucha
gente muy buena, muy inteligente, muy generosa… pero tenemos problemas serios.
12. ¿Qué es lo más duro del momento actual? Yo me lo he preguntado y
he llegado a esta conclusión. Lo peor del mundo actual son las pandemias. Pero
no la pandemia de covid, que ha causado muchos estragos pero hemos conseguido
dominarla en buena medida.
13.
Lo peor,
peor, a mi juicio, son dos pandemias que no cesan: la pandemia de soledad de tantas personas, jóvenes y mayores, que no
tienen nadie que les quiera ni les haga caso. Por eso, muchos se refugian en
las mascotas, en las redes sociales o en otras alternativas aún más dañinas. Y
algunos en nada de eso, y sufren el desamparo en cada minuto de su vida.
14.
Y
luego esa otra pandemia dramática, que está dañando gravemente a las nuevas
generaciones. ¿A qué me refiero? Os invito a un
minuto de reflexión: estamos en un mundo muy cambiante, que cada día ofrece
novedades alucinantesque borran las huellas de lo anterior. Sin embargo, los
que mejor están llevando estos cambios tan acelerados son la gente mayor, que
los observan con desconcierto, pero saben preservar algunas facetas importantes
de la vida que les confieren estabilidad y equilibrio.
15.
Y, contra todo pronóstico, los que peor están llevando tanta
novedad y tanto cambio son los niños y los jóvenes, con unas tasas dramáticas
de trastornos emocionales y patología mental.
16.
¿Qué sociedad estamos creando? Es cierto que las familias
tienen mucho que decir en la educación de sus hijos. Pero los demás, los que
ahora mismo no estamos educando hijos, también tenemos la responsabilidad de
ayudar a esos padres con nuestro comportamiento cotidiano, con nuestra ética
privada y pública. Ya conocéis el famoso proverbio africano: “Para educar a un
niño hace falta la tribu entera”.
17.
Hecho
este rodeo, vuelvo a lo nuestro, a la Semana Santa. ¿Es la Semana Santa una antigualla inútil, cosa de nostálgicos?
¿O, por el contrario, encierra enseñanzas tan aplicables hoy como el primer
día? La Semana Santa es fe, pero es también
pedagogía pura. Aun despojado de su dimensión religiosa, el relato de la Semana
Santa encierra unas enseñanzas muy necesarias para la sociedad de todos los tiempos:
el éxito, el fracaso, la frustración, la traición, la avaricia, la muerte, el
amor, la esperanza contra toda esperanza…
18.
Resulta
urgente explicar a los más jóvenes el contenido de la Semana Santa. Privarles
de esta enseñanza, o privarles del sentido cristiano de la muerte, o suponer
que no pueden soportar el funeral del abuelito o la abuelita, porque a lo mejor
se traumatizan… o llenar los colegios e institutos de calabazas en vez de
explicarles el sentido de acudir a un cementerio… Todo eso aboca a las nuevas
generaciones a una vida hueca y superficial que nadie debería desear para sus
jóvenes.
19.
Soy periodista. Desde hace treinta años, me dedico a publicar
noticias, entrevistas y reportajes. Me dedico a contar lo que sucede para que
la sociedad disponga de más elementos de juicio en sus tomas de decisiones.
Pero soy también un fan de las redes sociales. Entré en ellas tarde y casi por
obligación, pero me gustan mucho. Las empleo para difundir las noticias que
publico, para dialogar con gente conocida y desconocida, para compartir
aficiones, para echar risas.
20.
A través de las redes sociales, me siento acompañado por
otras personas. Confieso que he hecho amigos a través de estos cauces. Y, sin
embargo, sostengo tres cosas:
21.
Que las sobredosis de redes sociales son negativas; que no
debemos emplearlas como herramienta de aislamiento de nuestras familias y de
nuestro entorno; y que hay que ponerles coto de alguna manera, sobre todo a la
población más joven, a la que están volviendo tarumba. Las redes sociales son
divertidas, pero no son un juego.
22.
Disfruto con las redes sociales. Pero sé que constituyen un
caldo de cultivo ideal para la propagación de noticias falsas. Para eso
quellaman “fakenews” y que todos hemos conocido mejor y sufrido a raíz de la
pandemia de covid-19. Y ya que estamos en un pregón de Semana Santa, celebración
cumbre de la fe cristiana, vamos a analizar algunas fakenews, noticias falsas,
que se refieren al cristianismo. Ya advierto de antemano que todo esto son
opiniones mías, que no representan a nadie más, que pueden estar perfectamente
equivocadas.
23.
Primera noticia falsa sobre el cristianismo: Ser cristiano
significa atenerse a un código moral represivo.
Inexacto. El cristiano, como
cualquier ser humano, está obligado a respetar una serie de preceptos morales y
éticos. Pero el cristianismo no es un conjunto de normas morales y de
prohibiciones. Es, ante todo, un estilo de vida y un compromiso de amor.
Buscamos estar muy cerca de un Dios al que vemos como un padre bueno,
insuperablemente amoroso, que vela por el mundo y por todos los seres que lo habitan.
Como consecuencia, tenemos un compromiso de amor hacia todos los hombres y
mujeres que nos rodean, empezando por los más desamparados. Que en esto fallemos
más que una escopeta de feria es otra cosa. Nuestro referente fundamental es el
Jesús que, tal y como celebramos cada Semana Santa, da su vida en la cruz por
amor a cada uno (no a todos en bloque) para librarnos del pecado. Y librarnos
del pecado es... la leche. Significa alejarnos de lo peor que cada unolleva dentro,
que siempre suele estar relacionado con el egoísmo.Coge todos los pecados del
mundo, mételos en un recipiente, extráeles el egoísmo, y verás que se quedan en
casi nada.
24.
Segunda noticia falsa: Ser cristiano reprime la alegría de
vivir.
Muy equivocado. Habrá caracteres
para todos los gustos, pero el cristianismo es una religión de alegría, de
convivencia armoniosa con las personas, de admiración hacia la naturaleza. En
Asturias, “paraíso natural”, podemos disfrutar de unos paisajes que no han sido
obra de ningún arquitecto ni paisajista ni ingeniero conocidos.Pensemos, por
ejemplo, en ese enclave mágicollamado Covadonga… Si reuniéramos a los diez
mejores paisajistas y arquitectos del mundo, no lograrían superarlo. Por eso,
al ver el mundo, uno se siente fascinado, feliz de formar parte de esa sinfonía
de armonía, belleza y misterio. El cristiano se alegra con los que están
felices, no les tiene envidia. Y llora con los que sufren, y trata de
consolarlos. El cristiano está feliz porque, sabiéndose bastante desastre, mira
al Cielo y ve a su padre Dios que le alienta y le sonríe; que no le impone un
tocho de obligaciones, sino que le anima a levantarse cada vez que se equivoca
y se cae; que le anima, sobre todo, a olvidarse de sí mismo y a darse sin
medida a los demás.
25.
Tercera noticia falsa: Ser cristiano te aleja del mundo.
Atención, atención. He aquí una
distinción sutil. Sí y no. Ser cristiano te aleja de lo mundano, de lo
simplemente biológico, porque te da una perspectiva distinta de la vida. El
cristiano no vive obsesionado conganar dinero y acumular cosas. Sobre todo,
jamás perjudica a nadie para salir ganando. Al cristiano le gustanla moda, la
literatura, el arte, el deporte, la gastronomía… Le gustan Netflix, Spotify y
el bote del concurso Pasapalabra… Le enamoran las caras bonitas, los ojos
expresivos y la risa franca… Disfruta con el placer sano… Pero, todo eso, el
cristiano lo pone en su sitio, lo sitúa en una jeraquía. El “amarás a Dios
sobre todas las cosas” va acompañado del “amarás a las personas sobre todas las
cosas”. Y también del “amarás a tu familia más que a los de fuera”. Y también
del “amarás a las personas más que a las mascotas”, sin que eso reste afecto a
los animales. Porque lo primero para el cristiano son las personas y sus
circunstancias, y en particular las personas más necesitadas de afecto, de
compañía, de medios de supervivencia, de justicia, de un sentido de la vida… A
Jesús, con la cruz a cuestas, le dolía más aquella gente desquiciada,
fanatizada y fuera de control que veía a su paso… que su propio
sufrimiento.
26.
Cuarta fake: Ser cristiano es algo que debemos llevar muy
en lo secreto.
Esta prescripción es errónea y, a
veces, interesada. La faceta religiosa es inherente al ser humano desde que
apareció sobre la faz de tierra. En la antigüedad rendía culto a muchos dioses.
Después vino el monoteísmo. El ser humano sabe que hay algo que le trasciende,
que le supera… Por eso, ser religioso es lo más natural del mundo. Y traslucir
al exterior nuestra fe hace que el mundo sea mejor. El cristiano tiene
rigurosamente prohibido imponer sus creencias a nadie, pero debe estar
orgulloso de profesar la religión del amor y de la paz. Y a ninguna persona
respetuosa y de buena voluntad debe molestarle el tener cercaa un cristiano. He
visto cómo los cristianos coherentes, con todos sus defectos, que pueden llegar
a ser muchos, son sembradores de paz y de alegría en su entorno. Y cómo, cuando
menos se lo esperan, les llega un conocido o una compañera, y les dice: “Oye,
tú que estás cerca de Dios, reza por favor por mi hijo, que mañana hace la
EBAU”; o por cosas más serias: “Reza por mi madre, que acaban de diagnosticarle
una ELA”. Recuerdo muy bien cómo, hace casi un año, me llegó un mensaje desde
Grao: “Reza por esa familia de la explosión de gas; son una gente de lo mejor”.
Así lo hice. Esas cadenas de oración tienen unos efectos humanos y
sobrenaturales de valor incalculable.
27.
Quinta noticia falsa: Ser cristiano te obsesiona con la
culpa.
Rotundamente falso. El cristianismo
no es una religión de culpa, sino de perdón. ¿Qué dijo Jesús en la cruz?“Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen”. Acaban de torturarle y los perdona. Y pide para ellos el perdón
de Dios Padre. El cristiano procura ser sensible, se da cuenta de sus errores y
pide disculpas por ellos. Pide perdón a Dios (la confesión es una terapia
fabulosa) y a las personas que le rodean. El whatsapp es una herramienta
magnífica para pedir perdón rápidamente a alguien a quien podamos haber
molestado u ofendido. Y, tras pedir perdón, uno se olvida y se llena de paz.
Dicen los sabios que Dios tiene muy mala memoria. Le pedimos perdón y automáticamente
se olvida de todo nuestro pasado. Pedir perdón es una victoria extraordinaria
sobre el orgullo destructivo. Perdonar tiene algo mágico. Es como noquear de un
puñetazo al enemigo que llevamos dentro. Para perdonar mucho hay que tener
mucha paciencia. Al menos, la misma que los demás tienen con uno. Si ahora, de
la que vuelves a casa, se te apareciera un ángel y te concediera dos deseos,
¿tú qué le pedirías? Yo creo que le pediría más paciencia, también conmigo
mismo, y más capacidad de escucha ante quien nos necesita.
28.
Y sexta y última noticia falsa sobre el cristianismo: Ser
cristiano significa oponerse al progreso.
Erróneo. El cristiano ama la
tradición, se apoya en ella, pero no se queda enganchado en ella. Al cristiano
le encantan los robots quirúrgicos que acaban de ponerse en marcha en los
hospitales asturianos. Y las inmunoterapias para tratar el cáncer. Y le encanta
ese nuevo invento informático llamado “inteligencia artificial”, que puede
ayudar a mejorar la vida de las personas. El cristiano apuesta por el avance de
la ciencia, de la tecnología, de las libertades… Pero se opone a los avances
que juegan en contra de la vida al principio o al final de la misma, que
atentan contra la dignidad humana, que la degradan, que la dejan inerme ante
las manipulaciones de los poderosos, que destruyen los vínculos con la
naturaleza y con lo más íntimo de la condición humana.Algunos han ido tan lejos en su
afán de progreso que ya ignoran los principios más elementales de la biología
humana: ya no saben lo que es un hombre y lo que es una mujer.
29. Queridas amigas, queridos amigos:
estamos en puertas de la Semana Santa. Nos acordamos de los enfermos, de los
discapacitados, de los que sufren guerras, de los mayores que están solos, de
los jóvenes que consideran su vida un rotundo fracaso…Nos acordamos de los
misioneros que, en el último rincón del mundo, allí donde hay terremotos,
tsunamis, hambrunas o inundaciones, entregan su vida por los más desheredados.
Nos acordamos de los padres y madres de familia que procuran construir hogares
armoniosos y educar a sus hijos en la generosidad, la audacia y el amor. Nos
acordamos de las abuelas y abuelos que siguen siendo el soporte de su familia…
30. Trasladémonos con la imaginación a la Palestina del año 30 de
nuestra era. Algunos conoceréis aquellos territorios. Yo tuve la fortuna de
visitarlos en la Semana Santa de 2010. Me impactó de manera especial estar en
la noche del Jueves Santo en la iglesia de Getsemaní, arrodillado en la misma
roca en la que, según la tradición, Jesús imploró a Dios Padre que le eximiera
de aquel trago tan doloroso que incluso le hizo sudar sangre, según el relato
evangélico.
31. Esa misma sangre, derramada por cada uno de nosotros, es la
materia de la que está forjada nuestra esperanza en el futuro, nuestra
confianza cuando puede parecer que todo el mundo nos falla, o cuando tenemos la
impresión de que hay una conspiración universal en contra de nuestra felicidad.
Esa misma sangre resplandece como una luz al final de cualquier oscuro y largo
túnel que estemos atravesando en nuestras vidas.
32. Hace dos minutos decíamos que los cristianos amamos el progreso.
Amamos el progreso, pero no somos unos boborolos que piensan que lo de hoy es mejor
que lo de ayer simplemente porque es más moderno. No es cierto. Si nos dejamos
llevar, empeoramos. Progresar,
para un cristiano, significa crear un mundo con más humanidad, más armonía, más
justicia… Un mundo en el que más gente viva volcada en el bienestar material y
espiritual de los demás.
33. ¿Que eso es utópico? ¿Que es una
causa perdida? Si cada uno de nosotros se aplica estas pautas en su metro
cuadrado de jardín, si cada uno asumimos que mejorar el mundo comienza por
mirar a nuestro interior y convertirnos en alguien mejor… entonces esa causa
perdida habrá empezado a ser causa ganada. Y ese proceso será imparable.
34. Queridos amigos:¡Paz y bien!¡Feliz Semana Santa!
IX PREGÓN SEMANA SANTA DE GRADO
Autoridades, Sr. cura párroco, Hermano Mayor y demás miembros de la Junta de Gobierno del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, señores cofrades, señoras y señores.
Ante todo, quiero dar las gracias a la
Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de Grado por invitarme a
pronunciar este pregón que anuncia la celebración de la Semana Santa del 2022.
Para mí es un honor compartir este acto solemne con todos ustedes, y nada menos que en
este marco incomparable de la Capilla de los Dolores, monumento
histórico-artístico de la villa moscona.
He visto en muchos de los que me han precedido vinculaciones diversas con Grado; yo no las tengo de origen, pero sí el cariño de una familia muy querida en esta villa, que me ha dado la oportunidad de acompañarla en su recorrido vital en los últimos años. Para ellos y para todos los moscones, va mi agradecimiento por permitirme compartir este momento tan especial.
Desde luego, la muerte de Jesús no fue dulce ni tranquila, ni tuvo lugar en esas circunstancias que todos deseamos para cuando nos llegue el momento de traspasar esta realidad aparente. La muerte de Cristo fue de todo menos apacible: fue violenta e injusta, fue la matanza de un inocente a causa de la ignorancia de unos y los intereses de otros, y con el silencio de la mayoría, personas que se consideraban buenas, pero que se ocultaban para no correr riesgos, o negaban haberle conocido por miedo; en el fondo, masas de cobardes y tibios que siempre existieron y que son los que, a lo largo de la historia de la humanidad, contribuyeron siempre al horror que provocaron unos pocos. Tal como dice Edmund Burke, “para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”, una frase que me recuerdo a mí misma muchas veces.
sino valor para afrontarlos.
No me dejes suplicar que calme mi
dolor,
sino que tenga ánimo para
dominarlo.
No me dejes anhelar la salvación,
lleno de miedo e inquietud,
sino desear
la paciencia necesaria para conquistar mi libertad.
Concédeme no ser un cobarde,
experimentar tu misericordia sólo
en el éxito,
pero déjame sentir que tu mano me
sostiene”.
De nuevo, quiero dar las gracias a la
Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, por este acto y por su trabajo para
hacer posible esta Semana Santa, y gracias también a todos los presentes por su
paciencia y atención.
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
La luna fulge, llena
VI Pregón de la Semana Santa de Grado 2017, pronunciado por D. Francisco García Alonso, Catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Oviedo.
Nunca fue fácil predicar el cristianismo. Para los primeros cristianos que conocían perfectamente el horror de la cruz les resultaba imposible hacer una imagen del Señor clavado en ese patíbulo. Las primeras representaciones de Jesucristo en las catacumbas son unas amables figuras del buen pastor. Decir a los romanos que el fundador de la nueva religión había muerto en la cruz era extremadamente duro y, para el pensamiento de la época, que solo admitía la inmortalidad del alma, la resurrección de la carne era impensable. Curiosamente, los sabios helenistas del momento creían en la existencia de una divinidad trascendente, pero, por eso mismo, les parecía pura insensatez que esa divinidad pudiera hacerse hombre y muriese en la cruz. En resumen, tanto la muerte en cruz como la posterior resurrección de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, suponían una enorme dificultad para los paganos mejor dispuestos.
Finalmente están los que rechazan la cruz porque prefieren una solución más rápida y, a su juicio, más eficaz. Son los que prefieren la violencia como primera y única solución. Son los que desean acabar con la injusticia liquidando sumariamente a los injustos. Y ello a pesar de la experiencia del siglo XX, donde los regímenes totalitarios que se propusieron hacer justicia mataron a millones de inocentes y crearon un estado de terror donde la gente era literalmente desposeída de toda dignidad.
Sin embargo, los cristianos, cuando sacamos a pasear por nuestras calles a Cristo en la cruz, anunciamos que nuestros pecados, personales y colectivos, son la causa última de la muerte del Salvador. En palabras de Benedicto XVI, que Dios simplemente no podía mirar para otro lado ante tanta maldad humana.
Lo sorprendente del caso y lo que causa maravilla es que Jesucristo no dice al que ha pecado que tiene que pagar por su pecado, que tanto le hizo sufrir en la cruz. Al contrario, lo que dice es que, si el pecador se arrepiente de sus pecados Él lo perdona, que, de hecho, ya ha saldado su deuda. Eso sí, el pecador tiene que intentar dejar de hacer el mal y hacer el bien y que, aunque la empresa es difícil, El estará a su lado para ayudarlo. Dios no es enemigo a la puerta, sino Padre amoroso.
El mensaje cristiano no se agota en la cruz, sino que tiene su contrapunto en la resurrección de Jesucristo, verdadero fundamento de nuestra fe. Es verdad que creer en Jesucristo muerto y resucitado requiere el don de la fe. Pero la resurrección del Señor es la respuesta más sencilla que se puede dar al comportamiento de los apóstoles. San Juan Crisóstomo lo explica así: algo tuvo que pasarles a los discípulos de Jesús para que después del domingo Pascua se atrevieran a defender con su sangre la doctrina de un muerto en la cruz, mientras lo habían abandonado cuando aún estaba vivo y había esperanza de que hiciese un milagro de los que habían visto.
La resurrección nos abre las puertas del cielo. La esperanza en la existencia de algún tipo de vida más allá de la muerte es una constante de la humanidad desde sus albores. De hecho, el criterio que utilizan los antropólogos para saber si se hallan ante restos humanos (y no de simios más o menos evolucionados) es que haya enterramientos.
Los egipcios desarrollaron un extraordinario ritual y unas tumbas impresionantes para que el faraón primero, y los altos funcionarios después, pudieran gozar de una vida agradable tras su muerte. Sin embargo, tal tipo de vida no debía ser muy atractiva porque los israelitas, que conocían perfectamente los usos y costumbres egipcias, solo pensaron en la resurrección muchos siglos después. En efecto, entre los judíos hay que esperar al siglo I antes de Cristo, para encontrar referencias claras a una vida feliz (o desdichada) después de la muerte; por ejemplo, en el II libro de los Macabeos al describir el martirio de siete hermanos y su madre. En tiempos de Jesucristo los fariseos creían en la resurrección, pero los saduceos no.
Después de la resurrección nuestro cuerpo se parecerá al de Jesucristo resucitado, del que sabemos algo por los relatos evangélicos. De un lado debía tener cierta relación con el cuerpo que tenía cuando Jesús estaba vivo, porque lo reconocen como tal. Pero, por otro lado, tiene propiedades totalmente nuevas pues es capaz de atravesar las paredes del cenáculo. Y es que la resurrección es una nueva creación.
Alcanzar el cielo no es algo automático. Como se dice bellamente en la misa, el cielo (solo) está abierto a los que vivieron en amistad con Dios a través de los tiempos. También es doctrina segura la obligación de rezar por los difuntos y es una obra de misericordia enterrar a los muertos.
El cielo es un estado de felicidad perpetua, en el que gozaremos de la presencia de Dios, fuente de toda dicha, de la compañía de la Virgen, de todos los santos y de nuestros familiares y amigos cercanos. Dios que ha hecho millones de galaxias, flores de todos los colores, que nos ha regalado el amor de la madre y las maravillosas puestas de sol, no dejará de sorprendernos más allá de toda imaginación.
V Pregón de la Semana Santa de Grado 2016, pronunciado por Dª Marián González Rúa, Directora Dpto. de Idiomas y Responsable de Comunicación de la facultad de Turismo de Oviedo.
El Domingo de Ramos recuerda la llegada de Jesús a Jerusalén, la Tierra Santa. Al llegar, sus fieles lo recibieron con fervor y gran entusiasmo, por eso este día en las iglesias, los creyentes llevan ramas de olivo, de laurel, palmas como símbolo de su fe. A mí me sucede lo mismo que decía el año pasado en su pregón Monseñor Juan Antonio Menéndez, cuando recordaba lo bonito de aquellos ramos de laurel que llevaban los niños adornados con naranjas, rosquillas y caramelos. Afortunadamente sigue haciéndose en algunos pueblos y yo cada año los preparo con espero para mis hijas y nos los comemos después a la salida de misa.
El Miércoles Santo recuerda el momento en el que Judas, uno de los doce discípulos del Señor, se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús y se ofrece a entregarlo a cambio de 30 monedas de plata.
Durante el Sábado Santo Jesús permanece en el sepulcro. En la Vigilia Pascual los fieles siguen a la espera, con la esperanza de la resurrección.
Y así alcanzamos el Domingo de Pascua que es Domingo de Resurrección, día en el que Jesús sale de su sepulcro.
5. Comida. La mayoría de nosotros no nos hemos visto en la necesidad de hacer colas de 2 y hasta 4 horas para comprar un poco de pan o algunos huevos. No sabemos lo que debe sentirse al esperar que llegue un camión de la cruz roja cargado de cajas de arroz. Nunca nos hemos tenido que parar en la parte de atrás de un restaurante a esperar a que saquen las sobras de la comida para poder alimentarnos. Todo esto es algo que tenemos que tener presente cada vez que nos alimentemos y agradezcamos la oportunidad de poder hacerlo. Pero se nos olvida, qué pena.
7. Vivimos en un país democrático o por lo menos sin dictadura. No tenemos tanques ni soldados armados caminando por nuestras calles las 24 horas del día. La vida y el gobierno en nuestro país no es para nada perfecto pero la verdad es que si lo comparamos con otros países, podemos hacer una vida que muchos quisieran, con todo y las faltas que sabemos que nuestro país tiene.
IV Pregón de la Semana Santa de Grado 2015, pronunciado por Monseñor D. Juan Antonio Menéndez. Obispo Auxiliar de Oviedo
Los cofrades tenéis que ser muy conscientes que cuando procesionáis por las calles de Grado nadie queda indiferente ante el paso del Cristo de la Buena Muerte. Ni los cofrades que contempláis las imágenes con un cariño especial y al mirarlas suplicáis la bendición divina para vosotros y vuestras familias; ni los vecinos que no son creyentes pero las miran con respeto, ni los turistas que las ven con indiferencia. Todos son alcanzados por el ambiente espiritual que se crea entorno a la belleza de una procesión bien organizada. Por eso no escatiméis esfuerzos para procesionar y para hacerlo lo mejor posible. Una procesión no es una cabalgata, ni una manifestación. Es una expresión de fe del Pueblo de Dios que peregrina detrás de la cruz de Cristo hacia la Casa del Padre.
Pues bien, el secreto y el misterio de las procesiones de la Semana Santa está precisamente en que aflore al exterior la fe y la devoción que cada cofrade lleva dentro, la fe que lo sostiene y el amor que lo hace hermano. Ese ambiente espiritual que manifestáis los cofrades, no sólo en las procesiones, sino a lo largo de todo el año es lo que atrae a la gente y hace que se interroguen por qué hay personas que no tienen rubor en comprometerse públicamente con su fe cristiana manifestándola por las calles, por qué no se esconden para hacer le bien a los más desfavorecidos, por qué no se cruzan de brazos ante las necesidades pastorales de la parroquia.
Concluyo agradeciendo a la Cofradía y a las autoridades la invitación que se me ha hecho para proclamar este Pregón con el que iniciáis los actos más solemnes de la Semana Santa. Quizá este Viernes Santo también el Señor al que representa la imagen del Cristo de la Buena muerte, al pasar fije su mirada en algún joven de este querido concejo y le diga al oído del alma: “Ven y sígueme”. Y el joven con el arrojo y la valentía que caracteriza a la juventud moscona le responda: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE
VIERNES, 4 de abril de 2014
Sr. Alcalde Presidente de la corporación municipal de Grado, Autoridades, Sr. Hermano Mayor y Sr. Secretario de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte; Sres. Cofrades, Sr. Párroco de Grado, Sras. Y Sres., amigos todos:
Es un honor para mí que la Cofradía me haya invitado a pronunciar este tercer pregón de la Semana Santa en esta querida villa moscona, a la que me unen raíces muy profundas.
Mis padres me enseñaron desde bien pequeña que de bien nacidos es ser agradecidos y que hay que dar gratis lo recibido gratis. Recojo de mi maestro en Bioética, el profesor Diego Gracia, la imagen que divide a los seres humanos en dos grupos con actitud antagónica ante la vida, el tipo Narciso y el tipo Pigmalión. La primera actitud es la de quienes, como el Narciso de la mitología griega, al contemplar su propia imagen replican satisfechos: “Merezco todo lo que tengo”, a diferencia del rey chipriota Pigmalión, que ante la presencia de la belleza, pidió a los dioses poderla gozar en plenitud, y agradecido exclamó “Tengo más de lo que merezco”. Personalmente me identifico más con este segundo modo de ser, lo que me hace sensible a los dones que recibo sin merecimiento propio, y ante los que no me cabe sino el sentimiento de gratitud, y la palabra quizá más profunda que un ser humano puede pronunciar: gracias. Gracias a todos ustedes, gracias a la Cofradía…. Y como gratitud obliga, haré lo posible por corresponder a la confianza, merecida o no, eso ya no importa, que habéis depositado en mí.
Quiero recordar de modo especial a personas de Grado que en algún trayecto de mi vida me acompañaron y que ya están en la otra orilla, como a D Servando, párroco durante muchos años de Grado, a Sindo (que fue uno de mis catequistas de Confirmación y me invitó a un Cursillo) y otros cuyo nombre está grabado en mi corazón.
En realidad mi familia procede de Somiedo y siguiendo el curso de los ríos llegamos a Grado, primero el río Somiedo llevo a mis padres a Almurfe (Belmonte) donde yo nací y luego siguiendo el río Narcea, nos asentamos a orillas del Nalón, primero en Peñaflor (adonde yo llegue con 6 años) y luego ya en Grado. O sea que se puede decir que crecí “moscona”, pues aquí pasé mis años de infancia y juventud, aquí tengo mis amigos de infancia, que son para siempre, muchos recuerdos de las fiestas de Santana, las Flores, y en especial fui asidua del campamento de Matueca primero de niña y luego ya de monitora y hasta de pinche de cocina!,…
Y ya sin más dilación quiero compartir mis reflexiones como médico, como aspirante a experta en Ética y como creyente. Este pregón que es anuncio público del inicio de la Semana Santa, en la que recordamos y celebramos la Pasión de Cristo. Y quiero poner el acento de este pregón de la Cofradía del Cristo de la Buena muerte, precisamente en la buena muerte.
Porque por más que la muerte sea un tema tabú, es algo que tenemos por seguro desde que nacemos. Y siguiendo con el símil de los ríos parafraseo a Jorge Manrique nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos; y, llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos”.
Como dice el Eclesiastés, 3, 1-8, “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo; hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado (…….). Un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse”.
Pido perdón por la osadía. Bien sé cómo ya se ha dicho que ni al sol ni a la muerte pueden mirarse de frente. Y que la muerte más que un problema que podamos resolver es un misterio. Misterio en que participamos, un misterio en el que cada uno es el protagonista, porque nadie puede morir mi propia muerte.
La vida y la muerte forman parte de un itinerario común e inseparable. Si miramos al pasado, ya desde la edad Media, hay textos escritos que recogen la preocupación de la persona ante la muerte. El “Ars moriendi” («El arte de morir») contiene consejos sobre los protocolos y procedimientos para una buena muerte y sobre cómo «morir bien», de acuerdo con los preceptos cristianos de finales de la Edad Media. Fueron escritos durante un periodo en el que los horrores de la peste negra estaban muy presentes en la sociedad. Fue el primer paso en la construcción de una tradición literaria occidental en torno a la muerte. Y curiosamente, en el año 2014 de nuestra era seguimos hablando, deliberando, reflexionando sobre este mismo tema.
Los conflictos y problemas éticos son inherentes a este proceso para lograr un morir digno. En la actualidad se reconoce como necesarios para un buen morir el acceso a recursos sociales y sanitarios que impidan el sufrimiento, la aplicación correcta de diferentes tratamientos, la administración de los cuidados adecuados que aseguren una muerte digna y ante todo, el respeto a los valores, creencias y modos de ser de la persona que va a morir.
La Medicina ha cambiado en estos últimos años más que en cualquier otro periodo de su historia. Los nuevos avances técnicos han revolucionado los hechos de nacer y de morir. El pluralismo moral de nuestra sociedad y la mayor conciencia que los usuarios de los servicios de salud tienen de su autonomía han hecho conflictiva la toma de decisiones. La posibilidad de manipular el momento de morir se ha hecho patente en casos que han conmovido a la opinión pública. Quizás el detonante fue el de Karen Quinlan en los años 70, chica de 18 años en estado vegetativo permanente cuyos padres solicitan que sea desconectada del respirador, para que pueda morir en paz. En el año 1975, moría tras una larga agonía el General Franco. En el año 2004 la polémica sobre la muerte dignase reavivó intensamente en España con la película de Alejandro Amenábar, “Mar Adentro”, que relataba de forma sensible la historia de Ramón Sanpedro (un tetrapléjico gallego que durante años solicito ayuda para morir, logrando su objetivo en 1998). Más recientemente tenemos el caso de Inmaculada Echevarría y otros que son noticia de primera página en los medios de comunicación. En los últimos días, el debate ha surgido de nuevo por la legalización de la eutanasia infantil en Bélgica.
Hay que señalar distintos significados de la palabra "eutanasia" que añaden confusión al debate. Etimológicamente, el término eutanasia significa buena (Eu) muerte (thanatos).Es un ejemplo de lo importante que es clarificar el contenido que damos a las palabras.
Morir con dignidad no quiere decir alargar desproporcionadamente la vida biológica pero tampoco propiciar la muerte sino ejercer la responsabilidad solidaria mediante el gesto acogedor, la palabra, la mirada respetuosa, la proximidad.
Con respecto a la idea de muerte digna, la Ley 41/2002, un hito decisivo en la configuración de las nuevas relaciones médico – paciente, supone importantes aportaciones:
1. La idea central del consentimiento informado con la repercusión que ello tiene en el derecho a la verdad y a la participación en la toma de decisiones, por ejemplo, en las de sedación paliativa.
2. Establece el derecho a rechazar tratamientos o a retirar el consentimiento antes otorgado
3. Regula las decisiones de representación y de los Testamentos vitales (Instrucciones previas), algo reiteradamente solicitado (desde muchos años antes la CEE había promovido la difusión de unos testamentos vitales, aunque carecían de validez legal).
En todo este tiempo, los juristas, los bioeticistas, los médicos, los teólogos, los profesionales sanitarios, los ciudadanos, todos, hemos hecho, poco a poco un largo camino. Ahora sabemos que no nos da tiempo a aprender a morir. No se puede repetir si sale mal. Sólo tenemos una oportunidad. Por eso conviene prepararse para ello, nosotros y nuestros seres queridos, también los profesionales que nos acompañen. Para eso hay que pensar en ello, hablar de ello. Nos cuesta, nos da miedo o pudor, pero hacerlo no es ser morboso o masoquista. Es más bien hacerse más consciente de lo limitado de nuestra historia, comprender que el libro de nuestra biografía tuvo una primera página, y también tiene que tener una última.
Todos queremos morir bien, con calidad y calidez humana. Dignamente, como el acto final de una vida que ha aspirado a ser también digna. Pero su significado ha ido cambiando a lo largo de la historia.
Morir en combate, defendiendo la patria, el rey, la religión o la ley pudo ser el ideal de muerte digna hace siglos. Pero hoy, en nuestra sociedad con la ambivalencia de la tecnología médica, morir dignamente tiene otros matices. Hoy significa morir con el mínimo sufrimiento físico, psíquico o espiritual. Morir sin dolor. Morir acompañado de los seres queridos. Morir bien informado si se desea y no en la mentira falsamente compasiva. Morir pudiendo rechazar los tratamientos que uno no quiere, haciéndolo uno mismo si se está consciente, o a través de un documento escrito antes, el Testamento Vital o Instrucciones Previas, si ya se está inconsciente. Morir en la intimidad personal y familiar. Morir sin que el profesional sanitario, a veces con buena intención pero errado, se obstine en mantener los tratamientos que ya no son útiles y sólo alargan el sufrimiento del fin. Morir en casa si se puede. Morir dormido, sedado, si uno lo solicita y aunque ello pueda acortar su vida. Morir despierto si así se prefiere. Morir bien cuidado. Morir de acuerdo a las propias creencias. Morir a tiempo. Morir en paz.
En la vida hay un intercambio entre dar y recibir. Al comienzo y al final de la vida el recibir supera e incluso llega a excluir el dar. El amor, ágape, consiste en el respeto inalterable por el valor de los otros seres humanos, independientemente de sus características. Daniel Callahan, bioeticista americano afirma: “Ser persona es vivir en perpetua tensión entre dependencia e independencia. La primera es parte de nosotros tanto como la segunda”. Absolutizar la autonomía lleva a una intolerancia de la dependencia de los demás. Morir con dignidad, algunos lo entienden y traducen por morir a mi manera, cuando yo quiera y por mi mismo. Ayudar a morir no puede ser “dar la muerte”. Pero tampoco puede reducirse a una frase vacía de contenido.
Para los cristianos, la vida es un bien fundamental, pero no absoluto. Es fundamental, porque es la fuente y la condición necesaria para toda actividad humana y para la sociedad. No es absoluto, porque hay bienes superiores a los que uno puede sacrificar su vida. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Mirando a Jesús, la muerte aunque constituya el término de la vida tal como la conocemos, es su más completa realización. Respecto a la muerte podemos afirmar que es un mal, pero no un mal absoluto e incondicionado.
El rechazo del “ensañamiento o encarnizamiento terapéutico” y la aceptación de la limitación del esfuerzo terapéutico han sido una constante en la Teología moral católica, de modo similar a la sedación paliativa. Su práctica ya fue avalada por el Papa Pío XII utilizando el famoso “principio del doble efecto”.
El cuidado centrado en el paciente, es un cuidado que incorpora el respeto a los valores y preferencias del paciente, proporciona información en términos claros y comprensibles, fomenta la autonomía en la toma de decisiones y atiende la necesidad del confort físico y el apoyo emocional y espiritual.
Es decir, podemos planificar como queremos ser atendidos al final de la vida, si ya no somos capaces de decidir en esos momentos. Solo tenemos que hacer un documento de Instrucciones Previas y registrarlo válidamente. Se trata de una manera de continuar ejerciendo el derecho a ser respetado con los valores propios en una situación demás vulnerabilidad, y, como tal, son expresión de la dignidad de la persona.
Y a quien quiere decir que simplemente nos convertimos en ceniza, Quevedo replica:
“serán ceniza, más tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”, adelantándose a los nuevos descubrimientos científicos que nos dicen que somos polvo de estrellas. Si, cenizas con sentido y polvo enamorado.
Es cierto como decía Rilke, llamado “el poeta de la muerte” que “ninguna muerte es como las otras” y por eso pide “Da, Señor, a cada cual su propia muerte”.
A pesar de eso, tiene un componente comunitario bien expresado por John Donne, golpeado por la muerte temprana de su esposa:
“Ningún hombre es una isla, completa en si misma; cada hombre es un trozo de continente, una parte del todo;… la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo estoy involucrado en la humanidad; en consecuencia, no envíes nunca a preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti” (Meditación XVII: Nunc lento sonitudictunt, Morieris).
Los símbolos cristianos nos ayudan a transformar los miedos a la muerte en confianza, lo disperso en unidad integradora, las heridas en sanación, la mirada superficial en cercanía honda. Los símbolos empleados por Jesús son semillas (“el grano de trigo…” Jn 12,24), granos (“el grano de mostaza” Mt 13,312), levadura (Mt 13,33), realidades sensibles e impactantes para sentir la muerte y comprender la transformación que produce. Jesús habla del más allá de la muerte como un hogar, una casa donde sentirse seguros. Un lugar donde están los amigos y los familiares. “En la casa de mi padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto. Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré a llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy” (Jn 14, 1-3).
El más allá es una fiesta, una “folixia”, una comida en torno a la mesa. Jesús invita a un banquete de bodas (Mt 22,1-14), invita a todos, a pobres y lisiados (Lc 14, 12-24). Allí Dios “les enjugará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor” (Ap 21,4). Allí las lágrimas se convertirán en cantares (Sal 125,5).
El más allá de la muerte es un lugar de descanso. En la liturgia rezamos, quizás de forma rutinaria: “Dale, Señor, el descanso eterno”. Morir es descansar de todos nuestros afanes y sufrimientos, descansar en Dios tras ver que todo es bueno y todo ha sido bueno. En la tumba de Unamuno podemos leer su epitafio: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar”.
Porque para el creyente el más allá de la muerte es un estar con el Señor.
Estos símbolos cristianos –morada, mesa, descanso, paraíso, presencia divina- tocan y se acercan a experiencias de esperanza que muchas personas, pueblos, religiones y culturas llevan en su interior: la protesta ante la injusticia de la muerte del justo, el desgarro de un padre ante la muerte del hijo, la convicción de que la última palabra no puede ser el silencio y la nada, la vivencia de que tiene que haber una tierra para el perdón, la experiencia de un amor más fuerte que la muerte o la experiencia de una amistad que no puede acabarse. Todas estas profundas experiencias humanas se condensan, para muchos, en el símbolo cristiano por antonomasia que es la cruz.
La cruz de Cristo es la muerte injusta del siervo, es la muerte del Hijo, es el silencio pavoroso de quien pronunció palabras nuevas, es símbolo de reconciliación y perdón, es vida entregada por todos y es amor llevado al extremo por los amigos.
En el camino a la cruz de Cristo hay abandonos y negación de los que más cerca tenía, dudas, angustia, confianza, perdón, gritos, oración,…
Al final de la vida tenemos que aprender la virtud del recibir, del ser cuidado y ayudado y no solo de dar. La bondad no es dar ni conceder favores desde lo alto, no es la autosuficiencia. Al final de la vida lo que tenemos que hacer es dejarnos cuidar y querer, como los niños, por aquellos a los que estamos vinculados profundamente. Es el tiempo de la confianza, del abandono, del agradecimiento.
La pérdida de fuerza, de agilidad, de memoria…, la vulnerabilidad nos hace descubrir que somos dependientes, interdependientes, que nuestra vida está totalmente en manos de Dios.
No importa que yo no sepa, que yo no pueda, que yo me olvide, lo verdaderamente importante es que Dios sabe, Dios puede, Dios no se olvida de mi. Dios no precisa nuestro talento y nuestras obras sino que “también sirven los que simplemente son, están y esperan”.
Al final tenemos que ir como decía Machado “desnudos, ligeros de equipaje”. Es el momento de podar ramas, de liberarse de tantas cosas, de tantos fardos...; es el momento para descubrir la propia melodía, nuestra ser original más allá de los errores y las heridas. Más allá de roles desempeñados, más allá de las expectativas de los otros, más allá de imágenes externas y sueños de ambición, se trata de encontrar lo que soy más allá del dinero, del poder y del honor.
Todo lo bueno, hermoso y justo que aquí deseamos y por lo que luchamos, lo que ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, todo alcanzará su realización plena. Entonces comprenderemos que no se ha perdido nada de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
Saber que vamos a morir nos introduce en lo humano. Ser conscientes de la cercanía de la muerte nos hace acceder a lo profundamente humano.
La integración de la muerte en la cultura puede proporcionarnos enorme vitalidad. La verdadera cultura celebra el tiempo arrancado a la muerte, los minutos sustraídos a su hora, los reales compromisos y conquistas del ser humano. Nos enseña a desdramatizar, a elaborar una saludable una saludable risa, un sereno canto a la vida sin vitalismos y sin olvidar las ruinas, nos enseña a mirar de perfil a la muerte a través de la vida, a cantar a la vida que lucha contra la injusticia del morir, a soñar tozudamente mundos libres de la injusticia, a asumir los espacios de sombra y penumbra de la realidad.
Estos días hemos visto el epitafio de Adolfo Suárez: “la concordia fue posible”; apasionante tarea a realizar en esta sociedad tan crispada, donde sobran tensiones, enfrentamientos, violencia no sólo verbal... y donde son precisas personas dispuestas al diálogo, que respeten a los demás, que caminen con los otros, y capaces de reconocer al otro como hermano (eso significa ser cofrade). Francisco, el papa es un excelente reflejo de cómo ha de ser nuestro peregrinar.
El arte, la poesía y el amor han sabido estar en los límites, desafiar a la muerte, luchar por no morir, cantar a la muerte.
Este pregón anuncia el comienzo de la celebración de la PASION. Una palabra cargada de fuerza. De sentido. De evocaciones. Decimos que hay vidas apasionantes, relaciones apasionadas, crímenes pasionales… Pero estos días, desde la fe… hablamos de la Pasión de Jesús. Pasión que es amor y que es padecimiento de quien ama y por ello se enfrenta a cualquier poder injusto. Se nos invita a contemplar la pasión, acompañar sus pasos siguiendo los pasos del Cristo de la Buena Muerte y otras organizadas en este año por la Cofradía, en escenas evangélicas cargadas de dramatismo, asomándonos a ese misterio que nos desborda.
En un mundo de éxito visible. De titulares y rankings. En un mundo de triunfadores y vedetismo. En un mundo de méritos y medallas, de galardones y vitrinas, de diplomas y reconocimientos… ¿Qué sentido puede tener el fracaso, la derrota, el vaciamiento? ¿Qué sentido puede tener el no saber, no llegar, no conseguir cruzar la meta soñada? La lógica de Dios es sorprendente. Habla con una palabra que parece última pero que no es definitiva. Muestra que el amor que habla más alto es el que se da hasta el extremo. Que la verdad que libera es la que se proclama en defensa de los bienaventurados, sin dejar que venza el miedo o la prudencia. Que la fe que canta es la que es capaz de soportar la incertidumbre. Misteriosa forma de dar vida. Porque la cruz sin amor es tortura.
No se trata de “¿cómo murió?” sino de “¿cómo vivió?”
No se trata de “¿Tuvo dinero?” sino de “¿Tuvo corazón?”
¿Tuvo siempre una palabra amable, una sonrisa?
¿Supo siempre enjugar una lágrima?
¿Estuvo al lado del que le necesitó?
No importa cuál fue su templo, ni cuál fue su credo.
Lo que importa es si ayudó a los necesitados.
No importan los elogios que, al morir, le hizo la prensa.
Lo que importa es cuántos lloraron su muerte (anónimo)
Finalizo dando de nuevo las gracias más sinceras a la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte por su trabajo día a día y en especial por todo el programa que nos tienen preparado para esta Semana Santa. Gracias por su invitación y gracias también a todos los presentes por su paciencia, consideración y amistad.
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II Pregón de la Semana Santa de Grado 2013, pronunciado por D. José Gonzalo de la Huerga Fidalgo, Magistrado y miembro del Consejo Consultivo de la Xunta de Galicia.
I Pregón de la Semana Santa de Grado 2012, pronunciado por
Es un honor para mí pronunciar el primer pregón de
El término “Pregón”, según
La primera de ellas es “Promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan”.
La segunda dice: “Discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella”.
Tiene este término otras acepciones. Pero son las mencionadas las que sin duda interesan más en esta ocasión.
En torno a las cofradías hay todo un mundo que ha generado un registro lingüístico muy cerrado, caracterizado por una terminología muy específica: Tenemos así palabras como
Describía San Mateo en su evangelio esta entrada del siguiente modo:
“Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo”
Mateo 21
Recoge la prensa de ayer unas declaraciones mías en las que manifiesto la impresión que me causó ver el respeto con que se acogió en Grado la procesión de Semana Santa del año pasado. Un respeto que deja en muy buen lugar a los ciudadanos de esta villa. Un respeto que molesta a algunos sectores de la complicada e intransigente sociedad española. Y les molesta hasta el punto de inspirar la curiosa idea de intentar organizar una contra-procesión, si se me permite el neologismo, precisamente el día de Jueves Santo, en Madrid. Iniciativa que quizás responda a esa necesidad ancestral a la que aludía antes que siente el ser humano de compartir y hacer públicos sus sentimientos. La diferencia entre los primeros y los segundos radica probablemente en la provocación, el reto incomprensible que se intuye en los segundos por elegir, quizás para beneficiarse del éxito de los primeros, precisamente el día en que se conmemora una de las fases más señaladas de
Pero la procesión no es exclusivamente un acto religioso, aunque sí lo es, por lo común, su finalidad.
En España están catalogadas numerosas hermandades del Santísimo Cristo de